La Jornada 18-11-2015

La semana pasada estalló una protesta iniciada por unos cuantos estudiantes que denunciaban no sólo la constante y larga historia de racismo en la Universidad de Missouri, sino la falta de respuesta de sus autoridades, por lo que exigieron la renuncia del rector. Rápidamente esto creció, cuando diversas agrupaciones estudiantiles, profesores y otros (de todos colores) se incorporaron a las protestas. Al final, el presidente de la universidad, Tim Wolfe, renunció -Foto Ap

“Que vivan los estudiantes/ Jardín de nuestra alegría/ Son aves que no se asustan/ De animal ni policía”. De repente, los estudiantes despertaron provocando temblores.

En una semana varios rectores y decanos se vieron obligados a renunciar a sus puestos, convocar reuniones de urgencia y comprometerse a tomar medidas ante protestas de miles de universitarios contra el racismo, la discriminación y la inacción de las autoridades académicas.

Aunque los jóvenes han sido la fuerza motriz del nuevo movimiento nacional conocido como Black Lives Matter durante el último año, detonado inicialmente por la muerte de un joven afroestadunidense a manos de policías blancos en el pueblo de Ferguson, en Missouri, y que fue creciendo con la ira colectiva ante varios casos parecidos en los siguientes meses, las universidades no habían sido el epicentro de estas movilizaciones.

Pero la semana pasada, no tan lejos de Ferguson, en el mismo estado de Missouri, estalló una protesta iniciada por unos cuantos estudiantes denunciando no sólo la constante y larga historia de racismo en la Universidad de Missouri, sino la falta de respuesta de sus autoridades, y que por lo tanto demandaban la renuncia del rector. Rápidamente esto creció, cuando diversas agrupaciones estudiantiles, profesores y otros (de todos colores) se incorporaron a las protestas, pero obtuvo la atención nacional cuando varios de los jugadores del equipo de futbol americano declararon que no jugarían el próximo partido y se sumaron a las demandas. Adquirió dimensiones aún más grandes cuando recibieron el apoyo del entrenador del equipo. Todos indicaron que estaban en huelga hasta que el presidente fuera destituido.

Al final el presidente de la universidad Tim Wolfe renunció, y poco después el rector, R. Bowen Loftin, anunció que dejará su puesto a finales de este año. Al circular la noticia, cientos de estudiantes que estaban congregados con profesores y otros simpatizantes expresaron su júbilo, se abrazaron y bailaron. Inmediatamente después, se discutía sobre si con esto había triunfado esta protesta, pero el consenso fue: este es un movimiento, no un momento.

Los equipos de futbol y basquetbol de las grandes universidades estadunidenses no sólo son importantes para proyectar la imagen de estas instituciones, sino son un gran negocio que genera millones de dólares en contratos de publicidad y de televisión. De hecho, si el equipo de la Universidad de Missouri (conocida también por su apodo Mizzou) no jugara un partido, la institución estaría obligada a pagar al otro equipo un millón de dólares, según los contratos a ese nivel de las ligas académicas.

En otras universidades, inicialmente en solidaridad con sus compañeros en Missouri, empezaron a brotar protestas en diversas esquinas del país en el transcurso de la semana. En la Universidad Yale estudiantes repudiaron los intentos de justificar una fiesta de Halloween con disfraces de estereotipo racial. Una manifestación de unos mil jóvenes en la pequeña Ithaca College, en Nueva York, provocó un resultado inmediato cuando los administradores nombraron a un funcionario a cargo de la diversidad. Poco después, la decana de estudiantes en Claremont McKenna College, en California –una prestigiosa universidad privada– renunció ante quejas de prejuicio racial. En la exclusiva Smith College, en Massachusetts, unos 100 estudiantes encabezaron protestas en solidaridad con Ithaca y Missouri. Estudiantes afroestadunidenses ocuparon las oficinas del rector en la Universidad Virginia Commonwealth. En la universidad de élite Amherst College, en Massachusetts, estudiantes denunciaron en una protesta el racismo y la xenofobia dentro y fuera de la universidad, y emitieron una larga lista de demandas, entre ellas abordar el espinoso tema de que el nombre de la universidad y el pueblo de Amherst evocan a Jeffrey Amherst, un oficial del ejercito inglés que propuso una guerra biológica contra los indígenas del país contaminándolos con cobijas infectadas de viruela en el siglo XVIII.

El pasado viernes, unos cien estudiantes interrumpieron la inauguración de un complejo de deportes en la Universidad Northwestern (NU), marcharon y corearon: “desde NU a Mizzou, ustedes nos importan”, y obligaron a los administradores académicos y sus invitados especiales a escuchar sus demandas de adoptar más medidas contra el racismo.

Haifu Osumare, profesor de estudios afroestadunidenses en la Universidad de California, en Davis, comentó a The Guardian que todo esto tiene un vínculo con el movimiento Black Lives Matter y señaló: creo que vamos a ver un nuevo movimiento estudiantil. Hay una historia de activismo en torno a los derechos civiles y esos temas no se han desvanecido.

Las redes sociales han sido circuitos de información instantánea entre estudiantes en diversas universidades por todo el país, una herramienta que ha facilitado el contagio de esta ola de protesta. Un tuit con el hashtag #BlackOnCampus fue difundido por los activistas en la Universidad de Missouri, solicitando a la gente contar sus experiencias sobre ser afroestadunidense en las universidades, y poco después ya circulaban casi 100 mil respuestas de todo el país. Éstas expresaban el aislamiento, incidentes violentos de racismo así como micro-ofensas cotidianas, y múltiples formas de discriminación abierta y sutil.

Es muy notable que estas acciones y expresiones en gran medida han sido multirraciales, con la participación directa de jóvenes y profesores latinos, asiáticos y blancos. Y los activistas insisten en que no sólo se trata de sus experiencias dentro de las universidades, sino que las vinculan con las estructuras de racismo y de opresión en la sociedad estadunidense, y relacionan sus protestas con las del movimiento Black Lives Matter y otros que se desarrollan fuera de los muros universitarios.

Ocho años después de que algunos proclamaban que con la elección de Barack Obama, Estados Unidos estaba pasando a ser una sociedad post racial, los jóvenes recuerdan que eso, como con cualquier injusticia social, no se soluciona con un político en la cúpula, sino con un movimiento en las calles.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/11/16/opinion/038o1mun