El presidente Tabaré Vázquez continúa su cruzada por inversiones mientras nuestros grandes empresarios, cuya riqueza vemos en un impresionante estudio de Jorge Notaro, se ocupan en protestar.
Sábado 24 de diciembre de 2016
Por Carlos Luppi
¿Porqué el presidente Tabaré Vázquez recorre el mundo, desde Argentina y España hasta China, en busca de inversionistas que financien los ferrocarriles que no sólo harán viable la instalación de la segunda planta de UPM, sino que diseñarán una nueva infraestructura nacional, distinta de la que construyó el sanguinettismo? ¿Por qué esos recursos, que implican el mayor impulso keynesiano (más de 10% del PIB) en los últimos 50 años, deben buscarse en el exterior y no en el ahorro nacional, que es cuantioso, tal como lo demuestra el economista Jorge Notaro en su trabajo Los ingresos del capital. Uruguay 2008-2013?
El esclarecedor texto afirma en su parte medular: “El promedio anual de ingresos del capital comprobados, después del pago de impuestos, durante los últimos cuatro años del período investigado fue de 10.306,9 millones de dólares, algo más del 20% del PIB, de los cuales 8.257,7 [son] del capital nacional. Una estimación preliminar para 2014 de los ingresos del capital después del pago de impuestos los ubica en el 19,5% del PIB, lo que representa 11.161 millones de dólares de los cuales 8.970 [son] del capital nacional (que son más de 13 veces superiores a los captados por la Encuesta Continua de Hogares en el mismo período) y 2.191 millones [son] del capital extranjero. La presión fiscal sobre los ingresos del capital fue 10,5%. Del total de ingresos del capital nacional sólo el 7,8% es captado por la Encuesta de Hogares, lo que cuestiona los Índices de Gini calculados con información de esa fuente. […] Después del pago del IRAE [Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas] y del IRPF [Impuesto a la Renta de las Personas Físicas], los ingresos del capital son algo más del 21% del PIB y antes del pago de impuestos representan algo más del 23% del PIB. Si se establecen hipótesis de evasión y se consideran los ingresos de patrones, directivos y gerentes se llega a 16.879 millones de dólares anuales, que representan algo más del 30% del PIB”.
Además de cuestionar severamente la estructura tributaria del Uruguay, porque surge claramente que no pagan más los que tienen más, este estudio demuestra que dinero para invertir en el Uruguay, como se ve, sobra. ¿Por qué los empresarios uruguayos no invierten? Por el mismo motivo que cuando José Mujica ofreció a los empresarios “el estribo de Brasil” no partió ni una sola misión empresarial; el mismo por el cual los grandes empresarios agropecuarios, que se quejaron de que el Estado no les financió el viaje, como tampoco se le financió a la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información, que sí fue, pagándose los pasajes, acompañaron a Vázquez a China.
Es que nuestros aguerridos megaempresarios, que fundan supercámaras para hacer política y ponen en sus camionetas carteles que dicen “bajen el costo del Estado” mientras piden grandes préstamos al Banco República, no invierten en lo que deben invertir, que es buscar negocios y abrir nuevos horizontes productivos al país.
Es de celebrar la elocuente ironía de que el rostro empresarial de Uruguay en el exterior sea el ingeniero Alejandro Bulgheroni, nacido en Argentina, que tiene inmensas inversiones en Uruguay y que innova en forma permanente. Es el hombre más rico de América del Sur, su fortuna es estimada por Forbes en 4.800 millones de dólares, pero sigue arriesgando en serio. Es un verdadero empresario, no como los que se apiñan detrás de un gobierno al que insultan cada poco tiempo, pidiendo en forma permanente más exoneraciones y que no les suban los impuestos.
Es oportuno señalar que el semanario ultraliberal Búsqueda celebra en su edición del 24 de noviembre que “Baja la evasión de la renta empresarial”, que ronda el 45%”, y el artículo comienza señalando que “con la economía en recesión, a comienzos de la década pasada las empresas uruguayas llegaron a evadir hasta 70% de la renta por la que debían tributar. “El nivel de incumplimiento de pago del impuesto sobre las ganancias –hoy el IRAE– fue disminuyendo en años recientes, cuando la actividad repuntó, y la última estimación hecha por la Dirección General Impositiva (DGI) lo situó en 44,7%. […] El tributo, de pago anual, grava con una alícuota de 25% las rentas de fuente uruguaya fiscalmente ajustadas obtenidas por las empresas. La tasa de evasión es el cociente entre la recaudación potencial –estimada a partir de métodos indirectos– y lo cobrado, combinando información sobre el impuesto generado (devengado) y lo efectivamente cobrado por la DGI”. El artículo señala también que “la tasa de incumplimiento de pago del IVA es mucho menor que la del tributo sobre la ganancia empresarial”. La estimación fue 10,6% para 2014.
Según un estudio publicado el año pasado por el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), la DGI y el Centro de Estudios Fiscales, “se estima que la evasión del Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas (IRAE) y el Impuesto al Patrimonio (IP) por parte de las empresas alcanza al 48,71% de la recaudación potencial en 2012”, porcentaje cuatro veces superior a la evasión del IVA.
Como toda economía nacional se financia con impuestos y estos los pagan las empresas y las familias. Es obvio que estos empresarios que evaden casi la mitad de lo que deben pagar por IRAE se están haciendo financiar por quienes no pueden evadir impuestos, que son los trabajadores y jubilados, los eslabones más vulnerables de la cadena productiva, los únicos imprescindibles y, hoy por hoy, el único factor de producción.
Supuestos megaempresarios que se golpean en el pecho en las supercámaras deberían empezar a hacer mea culpa por no buscar negocios en el mundo a su costo, por no innovar, por sufrir la humillación (saludada por esta columna) de que sea un ciudadano argentino quien nos ayude en el exterior, y, sobre todo, por no pagar los impuestos que deben pagar, violando la ética y la ley.
Veamos al respecto algunas consideraciones que agrega el semanario Búsqueda bajo el título “Moral fiscal”: “Si aquellos que actualmente eluden sus obligaciones tributarias evadieran 10% menos, los ingresos adicionales recaudados permitirían todo lo siguiente: entregar 42.000 computadoras portátiles a los escolares; construir cuatro liceos, nueve escuelas de Primaria y dos escuelas técnicas; adquirir 80 patrullas y contratar a 500 policías; añadir 87.000 horas de atención médica en los hospitales públicos; contratar a 660 profesores; y construir 1.000 viviendas (de 50 metros cuadrados por unidad). Habría recursos para reducir la carga fiscal. El comportamiento fiscal de cada uno de nosotros tiene efectos directos en la vida de todos nosotros”.
Los trabajos mencionados refuerzan varios planteos de siempre de Caras y Caretas: que el IRAE vuelva a situarse en 30% como estaba antes de que Astori lo bajase a 25% en 2005 (sin que mediara ninguna situación de crisis que justificara ese beneficio a las empresas); que se restablezcan las detracciones, impuestos que se cobraron en gobiernos blancos y colorados, y, sobre todo, que se ajuste el sistema tributario todo (ya nos ocuparemos del IRPF y del valor de las Bases de Prestaciones y Contribuciones, que significan un “ajuste fiscal encubierto”, como lo denunció El País el 21 de noviembre), buscando de una buena vez que paguen más los que tienen más.