Wladimir Turiansky.
09/07/2009
La votación frenteamplista del domingo 28 no llenó nuestras expectativas y nos dejó un gusto a poco. Es que ni siquiera alcanzamos el objetivo de arrancar ganando en junio. Entonces, y más allá de si nuestras expectativas se justificaban o no, buscamos explicaciones. En general, y son muchas las que hemos escuchado y leído en estos días, todas son razonables, aunque su suma no termina tampoco de quitarnos el desasosiego que nos dejó el resultado.
Hay una que en particular no nos resulta trivial, sobre todo porque conlleva alguna reflexión en torno al carácter del FA y su condición de fuerza política esencialmente distinta a los partidos políticos tradicionales. El votante frenteamplista, se ha dicho, no está acostumbrado a una elección interna en la que debe optar por un candidato entre varios. Mas bien ha votado, desde siempre o desde el momento en que hizo del FA su opción electoral, ya sea en elecciones generales o en este invento moderno de las internas, por un programa y un candidato, ambos, programa y candidato discutidos y aprobados por el Congreso del FA, organismo integrado por miles de delegados provenientes de los comités de base de todo el país.
Todos quienes en este país peinamos canas, o no las peinamos porque perdimos antes el pelo, recordamos como han funcionado siempre los partidos tradicionales y como por ello para sus votantes es hasta si se quiere un avance democrático elegir sus candidatos en una elección interna abierta como la incorporada en la última reforma constitucional. Y sí, porque en la práctica esta misma elección interna la hacía el votante en la elección general, votando por un candidato y una propuesta de los muchos que, como baúl de turco, ponía cada partido a su disposición. Terminaba sin saber exactamente a que candidato y a que propuesta había dado su voto, porque eso dependía del resultado final merced a la acumulación de sub-lemas dentro del lema partidario (¡y pensar que llamaban “colcha de retazos” al Frente Amplio, que desde su fundación fue capaz de proponer a la ciudadanía un solo programa y un solo candidato nacional a la presidencia de la República!).
Bastaría preguntarse, ¿existe en el P. Colorado o en el P. Nacional algo parecido al comité de base frenteamplista? Es más, ¿podría existir?. Recordemos: cuando, ya sea por afinidades familiares, o por compromisos derivados de aquel viejo clientelismo, alguien se acercaba a un club blanco o colorado, en realidad iba al club blanco o colorado del caudillo fulano, barrial, local, departamental o nacional. No existió nunca, ni existe hoy, un club o un comité partidario, tanto colorado como blanco, que incluyera en su seno a todas las vertientes o sectores pertenecientes a ese partido. No funcionan así esos partidos. La vía de ingreso al caudal electoral de colorados y blancos es el caudillo, el que ha conformado un cierto grupo de amigos, que ha abierto un club, que ha conformado una lista, que es o ha sido edil, diputado, o jerarca público. ¿O no? ¿O no sigue siendo así hoy en gran medida? Es lo que explica que un partido, el Nacional en este caso, por ejemplo, haya registrado cerca de 1500 listas en todo el país para una elección interna en la que sólo debía decidir si su candidato a la Presidencia era Lacalle o Larrañaga. Para peor, además, candidatos no propuestos por ningún organismo de su partido, sino auto-propuestos por ellos mismos y avalados en todo caso por sus respectivos sectores. ¿O no?. Así funciona la “operación rastrillo”. Quienquiera que haya escuchado radios del interior lo habrá comprobado. Con toda naturalidad, los informativistas enumeraban los votos del diputado tal, o del intendente cual, o de caudillos locales aspirantes a ello. Y luego, casi como de paso, nos informaban cómo cada una de esas vertientes terminaba sumando sus votos a uno de los candidatos nacionales a la presidencia de la República, aunque la disputa local fuera más bien por la diputación departamental, a dilucidar en octubre, o la futura intendencia, a decidir en mayo del año que viene.
Y ahora yo me pregunto: ¿Queremos parecernos a eso?. No!, no queremos parecernos a eso. También en esto somos el partido del cambio. Pretendemos democratizar de verdad la vida social y política del país, hacerla participativa y auténticamente representativa, en todos los ámbitos, y por supuesto en el sistema político. Y sólo pretendemos predicar con el ejemplo, sin ánimo de imponer a nadie nuestros principios o nuestros procedimientos, y respetando siempre las normas constitucionales que a todos, las hayamos votado o no, nos obligan.
Aspiramos a que cuando el hombre o la mujer de nuestro pueblo se acerquen a un comité de base del FA, lo sigan haciendo como hasta ahora, no en la búsqueda de una recomendación para un cargo público o una jubilación, sino interesados en una forma distinta y nueva de la política, concebida como una construcción colectiva en la que todos se sienten protagonistas, que cuando entran a un comité de base frenteamplista no entran al “club de amigos de...”, sino a un local que reúne a todos los frenteamplistas, sea cual sea el sector político del FA al que pertenezcan o que no pertenezcan a ninguno.
Entonces, permítanme ahora un poco de autocrítica. Entre las explicaciones mas o menos plausibles acerca de lo que nos pasó el 28, ¿no habrá que preguntarse si realmente es así, si realmente estamos predicando con el ejemplo? ¿Es verdad que procuramos hacer cada vez mas participativa y democrática la vida de nuestro Frente? ¿Que todos hemos comprendido y respetado su doble condición de coalición y movimiento precisamente como la aplicación práctica de esa democracia participativa y auténticamente representativa que pregonamos? ¿Que nuestros comités de base son los organismos básicos del Frente, la fuente generadora del frenteamplismo, de la unidad en la diversidad, de la búsqueda de los consensos, tanto como de la práctica política, del contacto con el pueblo, con el vecino, con el compañero de trabajo o de estudio?
Que va! Hace ya unos cuantos años que venimos advirtiendo contra el decaecimiento “sin prisa pero sin pausa”, de los comités de base, contra su marginación del debate político real de nuestro Frente, contra la falta de respeto que significa el no concebir el comité de base como un lugar común a todos los partidos y a los frenteamplistas no sectorizados, y como tal un eficaz articulador, y sustituirlo muchas veces por el atajo de utilizarlo como fuente de poder de las estructuras sectoriales. ¿O no es así?.
Me parece que debiéramos mirar también estas cosas a la hora de buscar explicaciones a la falta de entusiasmo con que los frenteamplistas abordamos esta reciente elección interna. Queremos y defendemos a nuestro gobierno y su obra, nos sentimos protagonistas del proceso de cambios puesto en marcha. No está allí la fuente de nuestra disconformidad. En estos tiempos de encuestas, ¿dónde está, como se conforma, si no, ese 60% de apoyo popular a Tabaré y su gobierno que registran, punto más o punto menos esas encuestas? Allí estamos los frenteamplistas en masa, más no pocos votantes colorados y blancos que han apreciado en estos casi 5 años como la izquierda en el gobierno es capaz de sacar al país del caos económico, la desocupación y la marginación social y devolverle la esperanza. No, lo que no nos satisface no es el gobierno, estamos orgullosos de él. Lo que no nos satisface es el funcionamiento de nuestra fuerza política. No ha cumplido con su tarea central, la de construir la base social y política, expresión organizada de las grandes mayorías nacionales, capaz de consolidar el proceso de cambios iniciado desde el gobierno e impulsarlo hacia delante. No se ha puesto a la cabeza de ese proceso, no nos ha puesto a los frenteamplistas de cara a esa tarea, cualquiera sea el ámbito de nuestra militancia, no ha generado entusiasmo ni ha convocado a la acción.
Entre todos, y con la vista puesta en Octubre, tenemos la responsabilidad de devolver a nuestro FA la capacidad de cumplir ese su rol histórico. Eso es ganar en Octubre y asegurar el mañana.