80 Años de la revolución de Octubre
José Luis Massera

Se cumplen en estos días los 80 años de la Revolución de Octubre. El 7 de noviembre de 1917 (como se sabe la diferencia de fechas se debe a que el calendario ruso no había sido reformado), destacamentos de soldados y obreros rusos asaltaron y tomaron posesión del Palacio de Invierno de San Petersburgo, residencia de los zares y capital del inmenso Imperio, iniciando el más formidable movimiento revolucionario de izquierda de la historia moderna (1)

El poder del Estado recayó en una multitud de "soviets" (en ruso: consejos) que habían sido espontáneamente creados desde mucho antes por las masas populares con la participación de varios partidos y organizaciones políticas de izquierda, entre las cuales pasó a jugar un papel principal la fracción "bolchevique" del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, cuyo dirigente principal era Lenin.

La base principal del ingente movimiento -millones de personas- que desembocó en esos acontecimientos históricos giraba en tomo a la consigna "Pan, Paz y Tierra". Ella reflejaba el hambre que padecían las masas de pobres de las ciudades, las fábricas y los campos, el reclamo de tierras de los campesinos pobres, el cese de los sufrimientos que la guerra imponía a los soldados y a todo el pueblo. Se creó así una situación revolucionaria radical que finalmente adoptó como metas el socialismo y el comunismo, pese a que Rusia era un país enormemente atrasado económica social y culturalmente, contra lo que habían previsto Marx y Engels.

Lenin era agudamente consciente de esta grave contradicción y durante años esperó ansiosamente que la revolución estallara y se consolidara en alguno de los países occidentales de Europa -en particular Alemania-, que pudieran servir de puntos de apoyo para la revolución rusa. De hecho, aquéllos habían previsto esta posibilidad: la última frase del Prefacio a la edición rusa del Manifiesto (1882) dice: "si la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente ( ... ) la actual propiedad común de la tierra en Rusia podría servir de punto de partida a una evolución comunista."

No habiéndose realizado esa esperanza y estando sin embargo el poder estatal de una manera sui generis en manos del pueblo -los soviets-, al mismo tiempo que Rusia estaba exhausta como consecuencia de la guerra y de la propia revolución, y cercada por las potencias capitalistas, ¿cómo debía abordarse la transición al socialismo en circunstancias tan adversas? La dificilísima pregunta tuvo dos respuestas.

Una, la de Lenin, fue la llamada Nueva Política Económica (NEP). Sin abandonar el contenido esencial de esa transición, había que pasar por un período previo en que lo principal era consolidar la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre, constituían la inmensa mayoría de la población, y eran la base de la producción de los medios de subsistencia de todo el pueblo. Por otro lado, la producción industrial estaba por el suelo (13% de la de 1913); había que restablecerla y luego desarrollarla mucho.

Esas situaciones debían ser enfrentadas con realismo, y contradecía el espíritu de la economía de guerra. Era imprescindible un repliegue transitorio, probablemente no demasiado breve. Por eso la NEP implicaba el restablecimiento parcial del capitalismo y del mercado capitalista, que debían coexistir con las grandes empresas estatales (plan GOELRO de electrificación de Rusia, fábricas de turbinas, tractores, etc.) En su informe al X Congreso del PC (b) (marzo de 1921) Lenin afirmó que era imprescindible la libertad de intercambio de mercancías , esto es: "La libertad comercio, y esto significa un retroceso hacia el capitalismo"(3). Inclusive se entregó en carácter de concesiones a capitales rusos y extranjeros (alemanes, de los EE UU, suecos, etc. Años 1926- 1930) para la explotación de yacimientos minerales, para montar fábricas de cojinetes, etc. y de empresas comerciales capitalistas. El plan de Lenin incluía también destacadamente objetivos culturales imprescindibles para combatir el enorme atraso de la Rusia de los zares, a la cabeza de las cuales figuraba la alfabetización de todo el pueblo (meta que se alcanzó en unos pocos años) con un acento especial puesto en el desarrollo de la ciencia y el arte.

El 20 de enero de 1924 murió Lenin, lo que afectó decisivamente el curso de la NEP, que en pocos años dejó de aplicarse. Pasó a dominar la orientación política y los métodos autoritarios de Stalin, que había sido designado Secretario General del Partido poco después del XI Congreso (1922) .

En esencia, la nueva orientación era opuesta a la NEP, tendía a acelerar al máximo las transformaciones socialistas, que no eran ya el fruto de discusiones verdaderamente democráticas, luego de escuchar y sopesar las diversas opiniones, para llegar a consensos aceptables para las grandes mayorías.

Por el contrario, cada vez más se adoptaban con insuficiente discusión medidas impuestas, de hecho, por resoluciones estatales o de los órganos dirigentes del Partido.

Se creaba así !el clima favorable a un falso monolitismo en que las opiniones -de los "disidentes" llevaban de la mano a la expulsión del Partido, cuando no a las condenas a muerte o a la reclusión indefinida en los campos de exterminio, los tristemente famosos "gulags".

En ese clima político repudiable y malsano, y pagando esos atroces precios se aprobaron los Planes Quinquenales que dieron un enorme impulso al desarrollo de la URSS. No cabe duda de que ello permitió elevar considerablemente el nivel de vida de la gente, los niveles de desarrollo de la ciencia y la tecnología, y afrontar con éxito la dificilísima prueba de la guerra antinazi. Muerto Stalin, se reunió el XX Congreso del PCUS, con Jruschov como Secretario General. Por primera vez, en un célebre informe suyo, comenzó un análisis crítico del stalinismo, que luego retomaron Andropov (que vivió un muy breve período) y Gorbachoy, cuya perestroika (reconstrucción) era un intento positivo por superar constructivamente la malsana situación del PCUS, de la URSS y de los gravísimos vicios políticos y morales que la enfermaban gravemente y en todos los terrenos. El derrumbe era inevitable y se produjo en muy poco tiempo sin que ninguna fuerza popular significativa pudiera impedirlo.

Pese al papel histórico innegable de muchos logros de la Revolución de Octubre, a escala nacional e internacional, y pese a que es imprescindible hacer un implacable y profundo análisis crítico y autocrítico, para poder llevar a cabo una síntesis científica de toda su historia, una conclusión global se impone: no es ese el modo de llevar a la práctica una revolución auténticamente socialista.

1 E. Hobsbawn, En dos Extremos, Ed. Schwa?rz, Sio Paulo, 1996, p. 62
2 C. Marx y F. Engels, Manifiesito del Partido Comunista, prefacio a la edición rusa de 1882, Obras escogas en dos tomos. Tomo l, Ed. en lenguas Moscú 1951, p. 18
3 VI. Lenin, Discurso pronuncido al inaugurarse el X Congreso del PC(b) de Rusia, Obras escogidas en tres tomos Ed. Progreso, T 3, Moscú, 1961, p.607.

(Artículo de José Luis Massera, a los 80 años de la Revolución de Octubre, publicado en la revista uruguaya Tesis XI, Nº 5, de noviembre de 1997, en su pag. 51/52)