Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz (fragmento),  en la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas. La Habana, 4 de abril de 2010.

El lema que preside este Congreso es "Todo por la Revolución" y ello significa, en primer lugar, fortalecer y consolidar la economía nacional

La batalla económica constituye hoy, más que nunca, la tarea principal y el centro del trabajo ideológico de los cuadros, porque de ella depende la sostenibilidad y preservación de nuestro sistema social.

Sin una economía sólida y dinámica, sin eliminar gastos superfluos y el derroche, no se podrá avanzar en la elevación del nivel de vida de la población, ni será posible mantener y mejorar los elevados niveles alcanzados en la educación y la salud que gratuitamente se garantizan a todos los ciudadanos.

Sin una agricultura fuerte y eficiente que podemos desarrollar con los recursos de que disponemos, sin soñar con las grandes asignaciones de otros tiempos, no podemos aspirar a sostener y elevar la alimentación de la población, que tanto depende todavía de importar productos que pueden cultivarse en Cuba.

Sin que las personas sientan la necesidad de trabajar para vivir, amparadas en regulaciones estatales excesivamente paternalistas e irracionales, jamás estimularemos el amor por el trabajo, ni solucionaremos la falta crónica de constructores, obreros agrícolas e industriales, maestros, policías y otros oficios indispensables que poco a poco van desapareciendo.

Sin la conformación de un firme y sistemático rechazo social a las ilegalidades y diversas manifestaciones de corrupción, seguirán no pocos, enriquecidos a costa del sudor de la mayoría, diseminando actitudes que atacan directamente a la esencia del socialismo.

Si mantenemos plantillas infladas en casi todos los ámbitos del quehacer nacional y pagamos salarios sin vínculo con los resultados, elevando la masa de dinero en circulación, no podemos esperar que los precios detengan su ascenso constante, deteriorando la capacidad adquisitiva del pueblo. Sabemos que sobran cientos de miles de trabajadores en los sectores presupuestado y empresarial, algunos analistas calculan que el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas y este es un asunto muy sensible que estamos en el deber de enfrentar con firmeza y sentido político.

La Revolución no dejará a nadie desamparado, luchará por crear las condiciones para que todos los cubanos tengan empleos dignos, pero no se trata de que el Estado se encargue de ubicar a cada uno tras varias ofertas laborales. Los primeros interesados en encontrar un trabajo socialmente útil deben ser los propios ciudadanos.

En resumen, continuar gastando por encima de los ingresos sencillamente equivale a comernos el futuro y poner en riesgo la supervivencia misma de la Revolución.

Nos enfrentamos a realidades nada agradables, pero no cerramos los ojos ante ellas. Estamos convencidos de que hay que romper dogmas y asumimos con firmeza y confianza la actualización, ya en marcha, de nuestro modelo económico, con el propósito de sentar las bases de la irreversibilidad y el desarrollo del socialismo cubano, que sabemos constituye la garantía de la independencia y soberanía nacional.

No ignoro que algunos compañeros a veces se desesperan, deseando cambios inmediatos en múltiples esferas. Naturalmente me refiero ahora a aquellos que lo hacen sin la intención de prestarse al juego del enemigo. Comprendemos esas inquietudes que por lo general se originan en el desconocimiento de la magnitud de la tarea que tenemos por delante, la profundidad y complejidad de las interrelaciones entre los diferentes factores del funcionamiento de la sociedad que deberán modificarse.

Los que piden avanzar más rápido, deben tener en cuenta el rosario de asuntos que estamos estudiando, de los cuales solo les he mencionado hoy algunos. Debemos evitar que por apresuramiento o improvisación, tratando de solucionar un problema, causemos otro mayor. En asuntos de envergadura estratégica para la vida de toda la nación no podemos dejarnos conducir por emociones y actuar sin la integralidad requerida. Esa es, como ya explicamos, la única razón por la cual decidimos posponer unos meses más la celebración del Congreso del Partido y la Conferencia Nacional que lo precederá.

Este es el mayor y más importante desafío que tenemos para asegurar la continuidad de la obra construida en estos 50 años, que nuestra juventud ha asumido con total responsabilidad y convicción. El lema que preside este Congreso es "Todo por la Revolución" y ello significa, en primer lugar, fortalecer y consolidar la economía nacional.

Hoy más que nunca se requieren cuadros capaces de llevar a cabo una labor ideológica efectiva.

La juventud cubana está llamada a tomar el relevo de la generación fundadora de la Revolución y para conducir la gran fuerza de las masas requiere de una vanguardia que convenza y movilice, a partir de la autoridad que emana del ejemplo personal, encabezada por dirigentes firmes, capaces y prestigiosos, líderes de verdad, no improvisados, que hayan pasado por la insustituible forja de la clase obrera, en cuyo seno se cultivan los valores más genuinos de un revolucionario. La vida nos ha demostrado con elocuencia el peligro de violar ese principio.

Fidel lo expresó claramente en la clausura del Segundo Congreso de la UJC, el 4 de abril de 1972, cito:

"Nadie aprenderá a nadar sobre la tierra, y nadie caminará sobre el mar. Al hombre lo hace su medio ambiente, al hombre lo hace su propia vida, su propia actividad". Y concluyó:

"Aprenderemos a respetar lo que crea el trabajo, creando. Enseñaremos a respetar esos bienes, enseñándolo a crear esos bienes".

Esta idea, pronunciada hace 38 años y que seguramente fue ovacionada en aquel congreso, es otra muestra evidente de los asuntos que acordamos y que luego no cumplimos.

Hoy más que nunca se requieren cuadros capaces de llevar a cabo una labor ideológica efectiva, que no puede ser diálogo de sordos ni repetición mecánica de consignas; dirigentes que razonen con argumentos sólidos, sin creerse dueños absolutos de la verdad; que sepan escuchar, aunque no agrade lo que algunos digan; que valoren con mente abierta los criterios de los demás, lo que no excluye rebatir con fundamentos y energía aquellos que resulten inaceptables.

Fomentar la discusión franca y no ver en la discrepancia un problema, sino la fuente de las mejores soluciones. La unanimidad absoluta generalmente es ficticia y por tanto dañina. La contradicción, cuando no es antagónica como es nuestro caso, es motor del desarrollo. Debemos suprimir, con toda intencionalidad, cuanto alimente la simulación y el oportunismo. Aprender a colegiar las opiniones, estimular la unidad y fortalecer la dirección colectiva, son rasgos que deben caracterizar a los futuros dirigentes de la Revolución.

Jóvenes con la actitud y capacidad necesarias para asumir tareas de dirección existen a lo largo y ancho del país. El reto es descubrirlos, prepararlos y asignarles paulatinamente mayores responsabilidades. Las masas se encargarán de confirmar que la selección fue correcta.

Apreciamos que continúa avanzándose en cuanto a la composición étnica y de género. Es una dirección en la que no podemos permitirnos retrocesos ni superficialidades y en la que la UJC debe trabajar de manera permanente. De paso, recalco que es otro de los acuerdos que adoptamos, en este caso hace 35 años en el Primer Congreso del Partido, cuyo cumplimiento después dejamos a la generación espontánea y no controlamos como correspondía, siendo este además uno de los primeros pronunciamientos de Fidel en reiteradas ocasiones, desde el triunfo de la Revolución.