Por Jorge Notaro, Carlos Viera y Ernesto Domínguez (integrantes de Frenteamplistas por un Debate Programático).

La política contra la inflación puede expresar los intereses de trabajadores y pasivos y no precisa apoyarse en la congelación de sus ingresos.

La preocupación compartida por la inflación

La suba continua de los precios no consiste solo en que crecen, sino que lo hacen a distitnta velocidad, algunos precios suben mucho y otros puede bajar. Si los que más suben son los precios de la canasta básica, la inflación es un mecanismo perverso de distribución regresiva del ingreso, ya que los que más tienen no consumen tanto de dichos artículos en relación a sus ingresos y tienen otras formas de defenderse del efecto inflacionario, por ejemplo especulando.

Suele suceder eso con el salario y las pasividades con las cuales sobreviven otra gran parte de la Población. Los precios los marcan los empresarios capitalistas, quienes buscan su máxima utilidad y al Gobierno no se le hace fácil controlar el remarque.

Ha podido negociar, por algún tiempo corto, algunos precios de los miles posibles (una tira de asado antes; 144 artículos ahora), pero dependiendo siempre de la buena voluntad ( ¡?) y lealtad( ¡?) de los Gerentes de los supermercados… pero quedando afuera miles de medianos y pequeños comerciantes y muchos productos de consumos popular. Por ejemplo las frutas y verdudas no entraron en el acuerdo con los supermercados y el mes de noviembre aumentaron más de 4%

Es lógico que también preocupe a los trabajadores y sus familias. Porque si hay un tema que preocupa a la Central Obrera es la desigualdad en la distribución de la riqueza. Hay menos pobres, pero los ricos…son muchísimo mas ricos Y la inflación aumenta la desigualdad.

Esta preocupación es creciente, porque los diagnósticos y pronósticos oficiales han sido sistemáticamente… errados (ver Brecha 8-4-2011 p.6). Y cuando un sector de trabajadores organizados ( FOEB) logra acomodar un poco el cuerpo, con el compromiso de la empresa de no trasladar el aumento de salarios al precio de los productos, se objeta al acuerdo por parte del Gobierno, para que no se generalice ” el ejemplo”, con el argumento de que no  hay un aumento correlativo de la productividad. Se excluye asi la posibilidad de conseguir aumentos financiados por las súper ganancias de las empresas (que hay muchas que si las tienen). Pero esto tiene una historia detrás.

Inflación y política de clase

Cuando en junio de 2005 el entonces Ministro de Economía Cr. D. Astori firmó el acuerdo con el FMI, se fijó como meta la reducción de la inflación, que en ese momento era del 6% anual. al 3,5 en 2008-El programa para el período 2005-2008 proyectaba también un crecimiento del PBI al 4 %, un aumento de las exportaciones al 9 % anual y de las reservas en U$ 1.500 millones al fin del período. La meta de superávit fiscal era del 4 % del PBI para reducir la relación deuda pública- producto del 60 % en 2008 al 50 % en 2012. El correr del tiempo demostró que reducir la inflación no era tan fácil ni tan importante.

Transcurrido algo más de 7 años del acuerdo , la inflación es mas del doble de la meta y los precios aumentaron por encima de lo proyectado el Producto, la exportaciones ,las reservas y el empleo. Salió todo al revés. Como señalaba Marx ” En Economía Política, la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones mas violentas, mas mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano”(5ta ed. FCE).

Los diagnósticos sobre la inflación asi como las políticas para combatirla son ejemplos de esta afirmación y las propuestas que se presentan como técnicas, son expresión de intereses de clase. Por eso no sorprende que los empresarios y sus asesores tengan la misma receta para combatir la inflación: bajar los salarios.

Un enfoque desde la clase trabajadora

Es posible otra política, con otro punto de vista de clase, que cargue los costos sobre la burguesía y reduzca la plusvalía, con otro diagnóstico y con otras propuestas.

Se puede empezar por tener en cuenta que los precios de los alimentos que el Uruguay produce, exporta y consume fueron relativamente estables hasta el 2006 y desde ese momento iniciaron una tendencia ascendente solo interrumpido en algunos meses del 2009.Tomando como base el valor promedio del 2006, hasta octubre del 2012, el IPC creció un 54,4 %, y en ese índice,  el rubro Alimentos y Bebidas no alcohólicas creció 79,7, Educación 83,3., y Vivienda 68,3.

Si los precios internacionales de la carne vacuna, los lácteos y el trigo aumentan, la política macroeconómica permite que se transmitan esos aumentos al consumidor uruguayo, impacto amplificado si aumenta el tipo de cambio. Si los salarios bajaran a la mitad, y los trabajadores no compraran carne, igual los precios seguirían cambiando al alza.

La gestión del Ministro Lorenzo ante los supermercados parece que tuvo mas éxito que el instrumental monetarisa neoclásico; aumentar la tasa de interés, controlar la oferta monetaria, topear el gasto público y los salarios. Un nuevo fracaso de los seguidores del FMI.

Estabilización de precios y transición al Socialismo

Es condición necesaria pero no suficiente para acercarnos al socialismo quitarle el carácter de mercancía a algunos medios de producción y crear oportunidades de sustituir la explotación por la cooperación.

Con este enfoque, una forma de estabilizar los precios sería la creación de empresas que operen en el centro de las cadenas de producción de alimentos con un esquema similar al que se proyecta para PLUNA, propiedad estatal de los medios de producción y gestión participativa. Se lograría con un frigorífico, un molino de trigo   una planta para envasar frutas y vegetales; la gestión estaría a cargo de un directorio integrado por representantes de los proveedores de la materia prima, los trabajadores, el comercio minorista y el Estado. Regularían los precios articulando intereses contradictorios y deberían tener prioridad en las compras públicas, así como en las negociaciones para exportar, cuotas para el abastecimiento del mercado interno (por ejemplo: exclusividad hacia carnicerías y almacenes) y facilidades impositivas.

Esto supone asumir otro rumbo. Estamos en eso.