El Dr. Tabaré Vázquez con los trabajadores de la cultura

Montevideo, 4 de Octubre de 2004

Teatro El Galpón   

 Queridas compañeras, Queridos compañeros:

Gracias por hacer posible este encuentro para intercambiar opiniones, demandas, propuestas y compromisos en torno a lo que por comodidad de lenguaje podríamos llamar “cultura” en tanto actividad creativa del ser humano.

Gracias por recibirme en “El Galpón”, uno de los lugares más emblemáticos de la cultura uruguaya.
Gracias por las palabras que en nombre de todos ustedes expresó Margarita (Musto).

 Y gracias por estar aquí esta noche como han estado siempre en todos lados: con recuerdos y sueños; con esperanzas y tareas; con identidad propia y sentido de nación.
Queridas compañeras, Queridos Compañeros:

Hace algunos años, al inaugurar uno de los tantos encuentros de intelectuales que se realizan cada año en los más diversos lugares del mundo, Gabriel García Márquez sostuvo que la UNESCO –Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura- arrastra por el mundo una grave inexactitud derivada de su propio nombre que da por hecho que la educación, la ciencia y la cultura son cosas distintas cuando en realidad son una sola pues la cultura es la fuerza totalizadora de la creación, el aprovechamiento social de la integración humana.
O como también hace algunos años sostuvo Jack Lang [*1] sin dar rodeos innecesarios: “...la cultura es todo...”

YO COMPARTO TAL OPINIÓN. CREO QUE “...LA CULTURA ES... TODO...”

Todo lo que todos los hombres y todas las mujeres hemos aportado al mundo natural.
La cultura es el espacio imprescindible de dignidad, crecimiento, integración y convivencia en la sociedad humana.
Cultura es la construcción colectiva de la identidad de un pueblo, la articulación conjunta de sus valores primordiales. Cultura es, también, uno de los cauces más sólidos para la proyección internacional de una nación.
Por eso no hay estrategia de país sin políticas culturales con sentido de nación.

Es sencillamente imposible un “Uruguay social”, un “Uruguay productivo”, un “Uruguay innovador”, un “Uruguay democrático” o un “Uruguay integrado” –por citar apenas cinco aspectos de la estrategia de país que propone eL Encuentro Progresista -Frente Amplio -Nueva Mayoría- sin lo que podríamos llamar el “Uruguay cultural” en el sentido de creatividad humana a la que aludíamos al principio de esta intervención.

Y si en materia social y productiva el Uruguay actual está en situación de emergencia, en materia cultural está en peligro.

Está en peligro porque a pesar de los veinte años transcurridos desde la apertura democrática, todavía padece graves consecuencias no revertidas del autoritarismo de la dictadura y, aún más allá, de los años previos a la dictadura.
Es cierto que la cultura uruguaya, fiel a su rica trayectoria en defensa de las causas populares y democráticas, fue un bastión en la resistencia al autoritarismo; un bastión que no sufrió deserciones significativas.

Pero también es cierto que tal resistencia no fue fácil ni gratuita: nuestra cultura tuvo que pagar un alto precio en sacrificios personales e institucionales, en bloqueos de la trasmisión intergeneracional y,¿porqué no decirlo claramente si los artistas no son seres aislados de la realidad en que viven?, también en términos de confianza, de creatividad y de desarrollo de una teorización crítica de la sociedad y de las condiciones de existencia de la personas y los grupos que la integran.

Una de las diferencias entre los dictadores y las dictaduras es que los dictadores suelen durar menos que las dictaduras. Y otra diferencia es que las dictaduras siempre dejan en la sociedad (y especialmente en la cultura) rastros menos visibles pero más duraderos que los dictadores .....

Pero nuestra cultura también está en peligro porque no es ajena a la realidad mundial.
Vivimos un tiempo de revolución científica y tecnológica que a diferencia de anteriores transformaciones, no tiene todavía un correlato en el campo de las ideas. Esto no es un nuevo renacimiento ni una nueva revolución industrial... Fukuyama no es Rousseau.

Sobrevivimos al siglo XX, el más violento de la historia, el que al decir del músico Yehudi Menuhin “despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad y destruyó todas las ilusiones e ideales...”  [*2].

Ahora transitamos por un siglo XXI signado por una exacerbación de la globalización, cuyas fuerzas predominantes procuran reducir la cultura a un rol desembozadamente mercantilista, como un mero rubro de la industria del ocio.
Y de un ocio decididamente decadente, a juzgar por ciertas expresiones del llamado “postmodernismo”, como es la standarización a nivel planetario de los productos culturales masivos.
No podemos resignarnos ni permanecer indiferentes ante esta situación de peligro en que está la cultura uruguaya.

Esta situación no se revierte por sí sola.
Tampoco se supera únicamente con buenas intenciones o reestructurando el Ministerio correspondiente y cambiando al Ministro.
Permítanme decirles que ante el peligro en que está la cultura uruguaya... hay que cambiar.

Pero hay que cambiar en serio. Sin renunciar a la utopía y con sentido de la realidad. Apelando, sí, a la utopía del “para el tiempo de nuestros hijos”, pero transformándola para que, desde ya, sea la “utopía de hoy, mañana y pasado mañana”; una utopía de larga mirada, de carne y hueso, con los pies en la tierra. Una utopía de dilatados horizontes, del paso a paso, de pasos conjuntos, de pasos compartidos.
Porque los cambios culturales verdaderos sólo podrán lograrse si todos los procuramos, si todos nos involucramos.

Queridas compañeras, Queridos compañeros:
Yo no he venido a este encuentro para extenderles una receta, tan luego a ustedes. Tampoco he venido a comunicarles un plan de gobierno en materia cultural. Hacerlo sería una falta de respeto no sólo a ustedes, sino también a la fuerza política en cuyo nombre hablo, y a mí mismo.

Sin embargo, por una razón de elemental respeto a ustedes, a nuestra fuerza política y a mí mismo, y por ese elemental e irrenunciable compromiso que todos los aquí presentes tenemos con el Uruguay, quiero repetirles que cuento con ustedes y que ustedes cuentan conmigo para acordar, diseñar, impulsar y sostener políticas que consoliden a la cultura uruguaya como ámbito de dignidad, realización y convivencia de todas y todos los uruguayos.

Compañeras y compañeros:
En esta tarea no partimos de cero. Tenemos mucho en común y es mucho lo que hemos hecho.
Pero hay algo que debemos hacer de inmediato porque es ineludible e impostergable: promover un debate de ideas sobre la cultura en sí, sobre los fundamentos, la sustancia y los objetivos de las políticas culturales a diseñar e impulsar.

No se trata de “imponer una cultura oficial” ni de “disciplinar” a nadie, sino de reafirmar valores y actualizar principios desde la pluralidad y hacia la nación. Se trata de alcanzar, entre todos y para todos, un marco que apoye, estimule y permita el florecimiento de todas y cada una de las activida culturales.    A tales efectos, y así como en anteriores jornadas y para otras áreas del proyecto nacional de desarrollo productivo sostenible que promueve el Encuentro Progresista- Frente Amplio -Nueva Mayoría hemos planteado la pertinencia de instalar el Consejo Nacional de Economía o el Consejo Ciudadano para el Seguimiento de los Compromisos de Gobierno, en esta ocasión queremos anunciar nuestra disposición a convocar a una Asamblea Permanente de la Cultura, como ámbito consultivo, honorario y representativo de todos los sectores involucrados en la materia para diseñar juntos el mapa cultural de la sociedad uruguaya, detectar las carencias y las debilidades, reconocer las oportunidades, potenciar las fortalezas y articular una visión democrática, integral, dinámica, plural, totalizadora y a la vez atenta a las especificidades..... en fin; para sentar las bases de auténticas políticas de Estado mediante las cuales la cultura llegue a ser, verdaderamente, sinónimo de dignidad democrática, de convivencia, de crecimiento colectivo, de aprendizaje, de pluralidad y (muy importante) de encuentro intergeneracional.

Sin perjuicio de este imprescindible debate de ideas sobre la cultura como servicio público, como condición básica de capacitación incesante para la ciudadanía, y como dimensión que no sólo amplía sino que garantiza la felicidad del ejercicio de las libertades y que favorece la igualdad, quiero compartir con ustedes algunas de las coordenadas que orientan nuestras propuestas de gobierno en materia cultural.

Queridas compañeras, Queridos compañeros:
Aunque resulte redundante, permítanme decirles que así como trabajaremos para “democratizar la democracia” en sus aspectos políticos, económicos y sociales, también nos proponemos profundizar la democracia cultural.

Es imposible el pleno ejercicio de la ciudadanía si la gente, como realizadora o destinataria, no tiene igualdad de oportunidades en el acceso a la cultura.
También en materia cultural hay que erradicar el centralismo, superar el elitismo y generar ciudadanía

Asimismo, hay que respetar y promover la diversidad cultural, porque la diversidad cultural es un factor de inclusión social, de identidad de la nación y de construcción conciente de la soberanía. Si el Uruguay es a la vez Montevideo y el litoral y el Norte del portuñol y la costa atlántica; si igualmente uruguayos son los riverenses, los maragatos o los fernandinos; también igualmente uruguayas son las expresiones artísticas de sus distintas singularidades (territoriales, generacionales, étnicas)

Debemos tener claro que la diversidad no es solamente factor de inclusión social e identidad nacional: también es factor de proyección más allá de las fronteras.

El gobierno progresista de una nación moderna debe gestionar la “multiculturalidad” en clave de integración regional e inserción planetaria. Es más: el éxito definitivo y realmente perdurable de una auténtica y eficaz integración regional se juega esencialmente en la honda y entrañable dimensión de la cultura y de sus puentes. Sólo se conformará una identidad regional, coexistente con las actuales –y maltrechas- identidades nacionales, si nuestros pueblos comienzan a reconocerse como partes diversas de una única y dinámica unidad, que compartieron en el pasado, que los vincula en el presente y que los proyecta a un futuro que les será más venturoso, cuanto mejor sepan compartirlo.

Otro factor fundamental para la democratización cultural es la descentralización.
Basta observar cualquier agenda cultural para comprobar la desigualdad entre Montevideo y las demás capitales departamentales o entre éstas y otras localidades de sus respectivos departamentos. Tal desigualdad no es casual: es la consecuencia lógica de políticas culturales centralistas.
La asunción democrática del derecho a la cultura requiere la desconcentración de recursos públicos, como parte de un proceso de descentralización cultural que la gente reclama y merece.
Descentralizar la cultura no es transferir a las periferias los productos culturales gestados en el centro. De ninguna manera. Descentralizar es estimular, permitir el desarrollo autónomo e incluyente de todas las comunidades culturales, para que entre todas ellas se genere un diálogo genuino en pie de igualdad.

En esta materia, contamos con la rica experiencia del Gobierno Departamental de Montevideo. Y yo, particularmente, no puedo olvidarme del resurgimiento del Museo Juan Manuel Blanes, de las Bibliotecas modernizadas en cada barrio, del Museo de Historia del Arte, la reconstrucción del viejo y querido Teatro Florencio Sánchez o aquellas primeras actuaciones de la Orquesta Filarmónica y la Banda Municipal en los barrios montevideanos... Mozart en el Cerrito, Tchaikovsky en la Unión, Piazzolla en la explanada, Los Beatles y Duke Ellington en el Parque Rodó...

No fue fácil concretarlo ni es fácil mantenerlo. Pero hoy podemos decir que Mozart, Tchaikovsky, Piazolla y Ellington, son tan patrimonio de los montevideanos, como Alfredo Zitarrosa, el Maestro Tosar o Carlitos Gardel.

De igual modo el Teatro Solís es una magnífica realidad para el disfrute de la ciudad, del país y de toda la región y para su inserción en los circuitos internacionales.
Reiteramos: la cultura no solamente es todo, sino que también a todos pertenece y a todos nos incumbe.

Queridas compañeras, Queridos compañeros.
El art. 34 de la Constitución de la República establece “toda la riqueza artística o histórica del país, sea quien fuere su dueño, constituye el tesoro cultural de la Nación; estará bajo la salvaguardia del Estado y la ley establecerá lo que estime oportuno para su defensa”.
Ello significa que el Estado tiene insoslayables deberes culturales, como promotor, como articulador, como regulador o como actor. ¿De qué manera?:

• generando condiciones para el trabajo artístico
• atendiendo los niveles de ocupación y retribución de los trabajadores de la cultura
• atesorando e incrementando el patrimonio artístico y cultural de la nación
Ello, seguramente, requerirá actualizaciones legislativas y coordinaciones institucionales tendientes a fortalecer el rol del Estado como articulador, actor y promotor.

Como articulador por cuanto entendemos imprescindible la combinación de esfuerzos públicos y privados, sociales y empresariales, para producir cultura, para vivir la cultura y para fortalecer las industrias culturales
En tal sentido, entendemos necesaria la articulación de políticas e instrumentos: definición de prioridades, líneas crediticias, estímulos fiscales, estrategias de distribución o marcos legales para atraer inversiones en el sector.
El Estado como actor debe revisar sus inercias. El Estado debe procurar una transformación que garantice calidad y eficiencia en los servicios culturales; adecuación y profesionalidad competitiva en términos culturales; reorganización de sus recursos humanos y materiales para implementar políticas verdaderamente nacionales e integradoras.

El Estado como promotor deberá estimular la creación naciente, generar posibilidades para que las manifestaciones emergentes sean conocidas. También habrá de contemplar la consolidación de aquellas expresiones que han ido conformándose como parte del patrimonio cultural. Habrán de implementarse fondos concursables, con reglas de juego sólidas y transparentes que atiendan las diferencias de posibilidades y la pluralidad de orientaciones estéticas y alternen el premio de la obra cultural ya producida, con el otorgamiento de apoyos significativos para la concreción de proyectos rigurosamente seleccionados.

Creemos indispensable, sustancial, fomentar el diálogo de la creación y de la interpretación artística con el desenvolvimiento de la EDUCACIÓN, de las CIENCIAS y de las COMUNICACIONES, tanto a nivel nacional como regional.

Con la educación porque no basta con preparar alumnos para el trabajo, también hay que capacitarlos para que gesten, con plena libertad y autonomía, su propia personalidad. Hay que lograr que nuestros alumnos sepan pensar por sí mismos en los demás.                                                                                         Con las ciencias por la razón que sintetizó notablemente el poeta Saint John Perse [*3] al recibir el Premio Nobel de Literatura: “... que poetas y científicos no sigan siendo considerados como amigos/enemigos pues la interrogación de ambos es la misma sobre un mismo abismo...”

Con la comunicación porque los medios de comunicación son espacios públicos –aunque sean gestionados por privados- y como tales determinantes para las aspiraciones de la diversidad cultural y la igualdad de oportunidades en el desarrollo cultural.

Y todo ello en el marco de la región porque, como ya se dijo, pero conviene repetir no habrá MERCOSUR hasta que se concrete el encuentro cultural entre los mercosureños. La Patria Grande sólo se concretará, cuando se acompasen los cerebros y los corazones de todos los habitantes de su inmenso territorio.

Sabemos que estas inquietudes, opiniones y propuestas que estamos compartiendo, aún siendo preliminares y abiertas, implican una transformación trascendente de nuestra actitud en este tiempo: considerar a la cultura como el más importante motor del cambio.

Es más, implica considerar a las expresiones culturales, como decía maravillosamente bien Joao Guimaraes Rosa, como un acto de resistencia a la ética del egoísmo y de la insolidaridad y, también, a la mercantilización salvaje y global de todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.

Sabemos perfectamente, por experiencia realizada, que un cambio no se reduce a la sola voluntad de llevarlo a cabo, sino que sólo se puede emprender entre todos, juntos, la sociedad y su gobierno.
Un cambio, queridas compañeras, queridos compañeros, que en cierta medida ya estamos transitando y del cual quiero compartir con ustedes un logro muy especial.

En efecto, durante nuestra estadía en Madrid en julio de este año, a través de gestiones realizadas por la Compañera Hortensia Campanella en coordinación con el Compañero Gonzalo Fernández, la Sra Dorotea Muhr de Onetti nos ha prometido que de ganar el Encuentro Progresista- Frente Amplio- Nueva Mayoría las próximas elecciones nacionales, ella donará a nuestra Biblioteca Nacional todo el archivo privado de Juan Carlos Onetti.

Hemos recibido este gesto de nobleza con tremenda emoción, por el enorme valor que significa recuperar para el Uruguay tan valioso acervo documental, de uno de los mayores escritores contemporáneos, que murió –como todos ustedes saben- en el exilio, lejos de su tierra.

Recibimos el compromiso de la querida Dolly con emoción por lo que este fondo documental significa en términos de valor literario, de instrumento imprescindible para la profundización del análisis y estudio de su obra novelística.
Cuando logremos concretar este acto, si somos Gobierno, estaremos realizando el sueño de que, de un modo simbólico, Onetti vuelva a la patria que tanto amó.

Sí, compañeras y compañeros, el Maestro volverá a Monte, donde –según él escribiera- “hay en esta ciudad un cementerio marino más hermoso que el poema” Y “hay o había o hubo allí, entre verdores y el agua, una tumba en cuya lápida se grabó el apellido de mi familia. Luego, en algún día repugnante del mes de agosto, lluvia, frío y viento, iré a ocuparlo con no sé qué vecinos. La losa no protege totalmente de la lluvia y, además, como ya fue escrito, lloverá siempre...”.

Pero ese día dejará de llover, pese a lo que vaticinaba Onetti en el final de “Cuando ya no importe”, su última novela, y como lo escribió antes Carlos Denis Molina, de donde fuera extraída la frase.

Dejará de llover, sí, porque Onetti quedará protegido en nuestra querida Biblioteca Nacional entre los grandes de las letras uruguayas, sus nuevos vecinos, para que los jóvenes y las futuras generaciones puedan internarse, recorriendo los preciados archivos, en los arcanos de un ser humano y de una obra literaria irrepetible, ejemplo paradigmático de la cultura uruguaya, de aquel hermoso país que fue y que –no tengan dudas, queridas compañeras y queridos compañeros, volverá a ser. Un Uruguay más hermoso que el poema –como escribía el Maestro-, el Uruguay del entusiasmo y la esperanza, enclavado definitivamente entre sus verdores y el agua Muchas gracias.

Montevideo, 4 de Octubre de 2004            Teatro El Galpón