Democracia noventista
28/04/2015

Hoy día no hay-salvo excepciones- grupo o partido de izquierda que no rechace o sea-en el mejor de los casos-renuente a cualquier forma de organización y estructura. Por el contrario, lo que es moneda corriente es la apología de la carencia de aquella. “Acá no hay jefes ni dirigentes”, “todo es horizontal”, ”todo es informal” y así por el estilo… Particularmente se observa este tipo de fenómenos en experiencias emergentes, es decir con intentos de constitución o reconstitución, compuestos por ex militantes de otros partidos y grupos. Y cabe remarcar que hablamos del plano político partidario, porque en el movimiento sindical no es así .

Y esto viene muy a propósito por cuanto es una cuestión inherente a la democracia. Concepto éste que no se puede abordar soslayando lo que fue la coyuntura mundial de fines de los 80 y principios de los 90. Veamos.

No hay duda que la conmoción que afectó a las fuerzas de izquierda en el mundo-y obviamente al Uruguay-luego de la desintegración de la URSS y el campo socialista-sin olvidar las profundas  transformaciones en lo tecnológico y la economía, lo que se conoce como globalización-, tuvo una dimensión desconocida hasta entonces e impactó profundamente en varias generaciones.

Una de las primeras reacciones desde la propia izquierda fue, como se sabe, declarar súbitamente el fracaso, casi sin ningún tipo de análisis, tanto del marxismo junto a los demás llamados clásicos, como al socialismo, toda vez que las evidencias y los hechos hablaban por sí solos.

Este fue el contexto que rodeó a un renovadamente recrudecido aunque efímero debate sobre la democracia.
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Así, mientras el tema de la relación Gobierno-fuerza política quedaba pendiente dentro del debate serio que la izquierda nunca encaró en el período posdictadura ni da señales de hacerlo, es bueno recordar lo que en 1990 decía Tabaré Vázquez en su discurso de asunción como intendente de Montevideo:

Romperé el cordón umbilical con mi fuerza política, porque seré el intendente de todos los Montevideanos”. Es casi un éxtasis del sentir ciudadano. En aquel momento arrancó no ya aplausos sino una ovación. ¿Qué más se podía pedir de un gobernante que “ejercerá su mandato para todos los ciudadanos sin distinción”?

Todo sería maravilloso si no fuera por dos pequeños detalles. El primero es que no se conoce gobierno alguno, por mejor que sea, que gobierne para todos y no defienda los intereses de una parte de la sociedad, en detrimento del resto. En una palabra, es falso y demagógico decir que se va a gobernar “para todos”. Y el otro detalle es que, aquel que es electo gobernante, si “rompe el cordón umbilical con su fuerza política”, ¿quiere decir entonces que no piensa rendir cuentas de su gestión ante aquélla? Parecería que no. Y no solo eso sino que, incluso este estilo tan poco democrático parece haber hecho escuela. Que no pretendemos con “la rendición de cuentas” ser demasiado presuntuosos lo comprueba una frase como aquella de Mi autoridad emana de vosotros y cesa ante vuestra presencia soberana.

En el congreso del FA “Héctor Rodríguez”, celebrado previo al primer triunfo del Fa y posterior  asunción de Tabaré Vázquez hubo algunas resoluciones muy claras, que quedaron estampadas  a texto expreso. De las más importantes se destaca la que transmite la voluntad de no encarar -y menos aún concretar- un Tratado de Libre Comercio con EEUU. Luego, como todos sabemos, ya en pleno gobierno, se intentó todo lo contario, es decir se anunció de varias maneras que un tal tratado  era poco menos que inevitable, que era un “tren que sólo pasaba una vez”, etc, etc. Era, una vez más, la teoría del “cordón umbilical”.

Una cosa es pretender que un gobierno, un Poder Ejecutivo, un equipo gobernante actúe absurdamente en asamblea permanente, porque sencillamente no cumpliría con su función ejecutiva, es decir gobernar. Y otra cosa es el desconocimiento liso y llano de las resoluciones fundamentales de la fuerza política por parte de quienes son los elegidos para representar a aquélla.

Es bueno recordar aquí que la vieja derecha de los partidos tradicionales, allá por los 50 y 60,con iniciativa política atacaba a la izquierda con ideas “fuerza” como que “presionar al poder legislativo con movilizaciones de trabajadores era atacar la democracia” o que “…la auténtica democracia era el voto cada cinco años”…

La vida y la experiencia práctica de amplias masas de trabajadores y sectores populares demostraron luego, en profundo proceso de unidad, todo lo contrario, pues las fuerzas de la democracia que enfrentaron el golpe se generaron precisamente en estos actores avanzados de la sociedad.

Claro, acá cabe el dicho popular del “chancho y quien le rasca el lomo”… Porque ni somos discurseadores  baratos ni miramos para otro lado cuando debemos  mirarnos autocríticamente.

Al respecto, consideramos totalmente válido el texto socio-político de la prof. Marisa Battegazore, Historia,Marxismo y Política (1), del cual extraemos algunos de los pasajes que refieren a este aspecto:

 “La afirmación del marco representativo y el rechazo a las formas de democracia directa aparecían con fuerza, a fines de los ’80, en la revista Zeta, órgano del PGP: la modernización de la política reclamaba los “partidos de opinión” por oposición al “encuadramiento” en organizaciones partidarias”

Haciendo un paréntesis, dicho sea de paso y a propósito del PGP, recordemos que Rafael Michelini-entre otros- , lejos de ocultar, actualiza, cada tanto su concepto de democracia “moderna”:” El FA no soporta más esta cantidad de partidos, pero particularmente el excesivo peso que tiene la representación de las bases (50%)en el plenario nacional y la mesa política…”(D.A.)

Y retomando el trabajo citado,

“…Es posible que tampoco se percibieran las limitaciones, en el tiempo y en el contenido, de las alianzas políticas y sociales anudadas en la lucha contra la dictadura. Hubo demasiadas ilusiones rotas por la realidad de la “restauración democrática”. La izquierda uruguaya, si bien fue inmediatamente excluida del pacto de gobernabilidad, se mantuvo apegada a una táctica de “concertación” con los partidos burgueses que, prolongada más allá de su contexto original, la colocó, de hecho, en una situación subordinada(subrayado mío). Las sucesivas “actualizaciones ideológicas” respondieron, entre otros factores, a esa circunstancia. Que grupos con raíces reformistas se plegaran a esta corriente de modernización conservadora y adoptaran capítulos del catecismo neo liberal con decorados posmodernos y nacional-desarrollistas, no fue tan impactante, objetiva y subjetivamente, como el proceso de “renovación” emprendido dentro del PCU, que condujo a su debilitamiento orgánico y a la escisión. Ignorando o tergiversando su propia herencia teórica y práctica, hubo asombrosos actos de contrición por inconsecuencia democrática y empeñosas glorificaciones de la democracia “en general”…”

Y sigue luego…

En el Uruguay de esos años el discurso político se puebla de llamados a pensar con la propia cabeza e invocaciones a la nueva forma de hacer política, la credibilidad, las ideas-fuerza, las políticas de Estado, el gobierno para todos o para la gente. Las condiciones y circunstancias, hasta las relaciones de fuerzas y el propio Estado, son enunciados como escenarios. La categoría “gente”, por otra parte, es legitimada por Gorbachov, ingresándola en la terminología del marxismo oficialmente renovado. El concepto de alianzas de clase es suplantado por unas indiscriminadas mayorías nacionales, noción cuantitativa, apta para confundirse con mayorías electorales.

En la medida que se diluía el reconocimiento del carácter policlasista del frente político, cobraba relevancia el elemento pluripartidario, el carácter de coalición en desmedro de su dimensión de movimiento. La contradicción dialéctica de la definición del FA como coalición y movimiento, con su expresión práctica, los Comités de Base, dejó de ser comprendida. La unidad como adición predominó sobre la organicidad. Esto contribuyó al retroceso de la actividad de las bases, sustituida por mecanismos de representación, en beneficio de los acuerdos y decisiones de cúpula, acrecentando el personalismo en los liderazgos. En la medida de la indefinición programática, aumenta la importancia de la persona que ocupa el puesto de decisión. El quién lo hace prevalece sobre el qué se hace”.    

Suscribir estos conceptos no debe interpretarse como una mirada acrítica sobre experiencias como el centralismo democrático(CD). Precisamente porque ello no ha ocurrido colectivamente, es decir, no ha habido hasta ahora un abordaje franco, abierto y generalizado, como reclamaron figuras de la talla de José L. Masera :

Pese al papel histórico innegable de muchos logros de la Revolución de Octubre, a escala nacional e internacional, y pese a que es imprescindible hacer un implacable y profundo análisis crítico y autocrítico, para poder llevar a cabo una síntesis científica de toda su historia, una conclusión global se impone: no es ese el modo de llevar a la práctica una revolución auténticamente socialista” (2)

Y aquí está  la génesis de la situación actual. Porque, en lugar de este análisis que planteaba Masera-modestamente, creemos que habría que hablar de un gran proceso de debate- se instalaron dos discursos; uno mayoritario y predominante por el cual el CD, junto a toda la experiencia del socialismo del SXX fue inhabilitado y marginado-por no decir demonizado- por “anacrónico” y-por supuesto-“antidemocrático”.

Y otro, confinado al consumo de un colectivo implosionado y endémico que dice “discutir todo menos…los principios”, entre ellos, claro está, el CD, en abierta contradicción con lo planteado por Masera.

En síntesis, las tareas planteadas hoy, entre las cuales está la democratización de la sociedad uruguaya y con ella, la del FA, se ven dimensionadas en términos de multiplicación. Ya sea porque debemos denunciar por antidemocráticos a los izquierdistas “modernos”o “progresistas”, ya relacionándonos entre quienes combatimos esas  prácticas sin caer en su reproducción, ya abriendo un camino de investigación de los orígenes dictatoriales de la llamada destrucción del tejido social:

(1)Historia, Marxismo y Política, Revista Estudios nº 120,marzo de 2008,pág 70.

(2)Artículo de José Luis Massera, a los 80 años de la Revolución de Octubre, publicado en la revista uruguaya Tesis XI, Nº 5, de noviembre de 1997, en su pag. 51/52).