“Bajo la bandera del leninismo, el Partido de los Trabajadores dé Vietnam ha ganado la confianza de nuestro pueblo y está considerado como su partido de vanguardia Nuestro partido ha sabido cómo utilizar las capacidades y la iniciativa creadora de nuestro pueblo, que nunca resignó a soportar la esclavitud y el colonialismo.
Lenin personificó la unidad de mente dentro del partido, la solidaridad de sus filas, el respeto a la disciplina revolucionaria, la fe inquebrantable en la gran causa del comunismo y la firme confianza en la victoria final. Todo esto es ahora un estímulo para el Partido de los Trabajadores de Vietnam, que ha aplicado día tras día y hora tras hora el principio de la crítica y la autocrítica, y lo ha considerado como el método milagroso para corregir los error y debilidades y para luchar contra las manifestaciones del subjetivismo y de la complacencia. Nuestro partido no tiene otros intereses que los de nuestro pueblo y de nuestra patria por eso da una gran importancia a elevar el nivel de su trabajo. Nuestro partido, mientras hace lo indecible para cumplir con sus tareas, estudia constantemente el leninismo para mejorar su combatividad, su dinamismo político, la unidad en la organización y el nivel ideológico de los miembros del Partido.
Nuestro pueblo y los miembros del partido fueron forjados en el fuego de la larga y dura lucha para la salvación nacional y soportaron penalidades y sufrimientos indescriptibles. Por mas de 8 anos nuestro pueblo y nuestro partido sostuvieron una lucha heroica que terminó victoriosamente a favor del pueblo vietnamita y del restablecimiento de b paz en Indochina. Los acuerdos de Ginebra demostraron que la lucha de liberación nacional sostenida por el pueblo< vietnamita y por los pueblos hermanos de Laos y Camboya y su alto sacrificio y heroísmo han sido reconocidos internacionalmente. Nuestro partido puede estar orgullos de haber sido durante estos anos resuelto y perseverante y de haber llevado el pueblo a la lucha con un gran espíritu de sacrificio.”
"Para nosotros «Lenin» no es el nombre nostálgico de una vieja certeza dogmática; al contrario, el Lenin que queremos recuperar es el Lenin en devenir, el Lenin cuya experiencia fundamental fue verse arrojado en una constelación nueva de catástrofes en la que los viejos puntos de referencia se revelaban inútiles, y que por ello se vio obligado a reinventar el marxismo."
"Lo que hizo Lenin en 1914, es lo que deberíamos hacer en la actualidad."
Lenin reactivado - Hacía una política de la verdad -
Publicamos la introducción a este libro, editado en 2010, pues a cien años de Octubre que se cumplirán el año entrante, se hace imprescindible revalorar el contenido revolucionario, el significado y la herencia del pensamiento de aquel pueblo obrero y campesino, liderado por Ilich.
Introducción Repetir Lenin Sebastian Stathis,Kouvelakis Budgen y SlavojZizek
El proyecto de este libro comenzó casi como un gesto provocativo, con la conferencia sobre Lenin («Hacia una política de la verdad: la recuperación de Lenin»), celebrada en febrero de 2001 en el Instituto Kulturwissenschaftliches de Essen (Alemania). Para algunos comentaristas de los medios se quedaba en eso: una provocación. Con los ensayos que forman este libro, algunos documentos presentados en la conferencia, otros generosamente ofrecidos por sus autores para ser incluidos en este volumen, queremos mostrar que hay algo más que un intento de alarmar y escandalizar en una época dominada por el «consenso pospolítico».
¿Por qué centrarse hoy día en Lenin? Para nosotros la respuesta está clara: reivindicar el nombre de «Lenin» es una necesidad urgente precisamente ahora, en unos tiempos en que muy poca gente considera seriamente que siga habiendo posibles alternativas al capitalismo. En un momento en el que el capitalismo global aparece como la única alternativa y el sistema liberal democrático como la organización política óptima de la sociedad, realmente se ha vuelto más fácil imaginar el fin del mundo que un cambio mucho más modesto del modo de producción.
Sobre el II Congreso de la Socialdemocracia Rusa en 1903 (POSDR)
En toda lucha larga, tenaz y apasionada, comienzan a diseñarse generalmente, al cabo de cierto tiempo, los puntos de divergencia centrales, básicos, de cuya solución depende el desenlace definitivo de la campaña y, en comparación con los cuales, pasan cada vez más a segundo plano todos y toda clase de pequeños y mezquinos episodios de la lucha.
Esto es lo que sucede también con la lucha que se desarrolla en el seno de nuestro Partido y que hace ya seis meses tiene concentrada sobre sí la atención de todos los miembros del Partido. Y precisamente porque en el esbozo de toda la lucha que ofrezco al lector he tenido que referirme a muchas pequeñeces, que tienen un interés insignificante, a muchas querellas que, en el fondo, no tienen interés alguno, precisamente por ello quisiera, desde el comienzo mismo, llamar la atención de lector sobre dos puntos verdaderamente centrales y básicos que presentan un interés enorme, que tienen indudable valor histórico y constituyen las cuestiones políticas más urgentes en el orden del día de nuestro Partido.
La primera de estas cuestiones es la de la significación política de la división de nuestro Partido en "mayoría" y "minoría", división que ha tomado forma en el II Congreso del Partido y que ha dejado muy atrás todas las anteriores divisiones de los socialdemócratas rusos. La segunda cuestión es la del valor de principio de la posición de la nueva Iskra en las cuestiones de organización, en tanto en cuanto esta posición es efectivamente de principios.
Un conocido aforismo dice que si los axiomas geométricos chocasen con los intereses de los hombres, seguramente habría quien los refutase. Las teorías de las ciencias naturales, que chocaban con los viejos prejuicios de la teología, provocaron y siguen provocando hasta hoy día la lucha más rabiosa. Nada tiene de extraño, pues, que la doctrina de Marx, que sirve directamente a la educación y a la organización de la clase de vanguardia de la sociedad moderna, que señala las tareas de esta clase y demuestra la sustitución inevitable - en virtud del desarrollo económico - del régimen actual por un nuevo orden de cosas: nada tiene de extraño que esta doctrina haya tenido que conquistar en lucha cada paso dado en la senda de la vida. No hablemos de la ciencia y la filosofía burguesas, enseñadas de un modo oficial por los profesores oficiales para embrutecer a las nuevas generaciones de las clases poseedoras y "amaestrarlas" contra los enemigos de fuera y de dentro. Esta ciencia no quiere ni oír hablar de marxismo, declarándolo refutado y destruido; tanto los hombres de ciencia jóvenes, que hacen carrera refutando el socialismo, como los ancianos caducos, que guardan el legado de toda clase de anticuados "sistemas", se abalanzan sobre Marx con el mismo celo. Los avances del marxismo, la difusión y el afianzamiento de sus ideas entre la clase obrera, provocan inevitablemente la reiteración y la agudización de estos ataques burgueses contra el marxismo, que de cada una de sus “destrucciones” por obra de la ciencia oficial, sale más fortalecido, más templado y más vital. Pero, entre las doctrinas vinculadas a la lucha de la clase obrera y difundidas predominantemente entre el proletariado, el marxismo tampoco afirmó su posición de golpe, ni mucho menos. Durante el primer medio siglo de su existencia (desde la década del 40 del siglo XIX) el marxismo luchó contra las teorías que le eran profundamente hostiles. En la primera mitad de la década del 40, Marx y Engels ajustaron cuentas con los jóvenes hegelianos radicales, que se situaban en el punto de vista del idealismo filosófico. A fines de esta década pasa a primer plano la lucha, en el campo de las doctrinas económicas, contra el proudhonismo 1 . Esta lucha llega a su final en la década del 50: crítica de los partidos y de las doctrinas que se habían revelado en el turbulento año de 1848. En la década del 60, la lucha se desplaza del campo de la teoría general a un campo más cercano al movimiento obrero propiamente dicho: expulsión del bakunismo de la Internacional. A comienzos de la década del 70, se destaca en Alemania, por breve tiempo, el proudhonista Mühlberger; a fines de este período, el positivista Dühring. Pero la influencia de uno y otro sobre el proletariado es ya sumamente insignificante. El marxismo triunfa ya, incondicionalmente, sobre todas las demás ideologías del movimiento obrero. Hacia la década del 90 del siglo pasado, este triunfo, en sus rasgos fundamentales, estaba ya consumado. Hasta en los países latinos, donde por más tiempo se habían mantenido las tradiciones del proudhonismo, los partidos obreros estructuraron, de hecho, sus programas y su táctica sobre bases marxistas. Al reanudarse - en forma de congresos internacionales periódicos - la organización internacional del movimiento obrero, esta se colocó inmediatamente y casi sin lucha, en todo lo esencial, en el terreno del marxismo. Pero, cuando el marxismo hubo desplazado a todas las doctrinas más o menos completas hostiles a él, las tendencias que se albergaban en estas doctrinas comenzaron a buscar otros caminos. Cambiaron las formas y los motivos de lucha, pero la lucha continuó. Y el segundo medio siglo de existencia del marxismo (década del 90 del siglo pasado) comenzó con la lucha de la corriente hostil al marxismo, en el seno de este.
V. I. Lenin Carta al Congreso (22 dic. 1922 - 4 enero 1923)
A fines de diciembre de 1922 el yá invalido Lenin, desde cama, comenzó a dictar una carta al XIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en donde expone sus opiniónes sobre ciertas propuestas, incluyendo la de ampliar el Comité Central del partido y, de interés en vista de la subsiguiente historia, su opinión sobre ciertos miembros propuestos para puestos de liderazgo en el CC y el partido. Esta carta, a la que se ha solido llamar el "testamento" político de Lenin, se leyó a los delegados del Congreso, realizado en mayo de 1924, quienes por verlo como parte de la discusión interna del Congreso no la publicitaron en el momento. Luego, por la opinión negativa de Stalin en que en ella se expresa, la carta fue suprimidaa hasta después del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS en 1956. _____________________________________
Yo aconsejaría mucho que en este Congreso se introdujesen varios cambios en nuestra estructura política.
Desearía exponerles las consideraciones que estimo más importantes.
Lo primero de todo coloco el aumento del número de miembros del CC hasta varias decenas e incluso hasta un centenar. Creo que si no emprendiéramos tal reforma, nuestro Comité Central se vería amenazado de grandes peligros, caso de que el curso de los acontecimientos no fuera del todo favorable para nosotros (y no podemos contar con eso).
También pienso proponer al Congreso que, dentro de ciertas condiciones, se dé carácter legislativo a las decisiones del Gosplán, coincidiendo en este sentido con el camarada Trotsky, hasta cierto punto y en ciertas condiciones.
Por lo que se refiere al primer punto, es decir, al aumento del número de miembros del CC, creo que esto es necesario tanto para elevar el prestigio del CC como para un trabajo serio con objeto de mejorar nuestro aparato y como para evitar que los conflictos de pequeñas partes del CC puedan adquirir una importancia excesiva para todos los destinos del Partido.
Opino que nuestro Partido está en su derecho de pedir a la clase obrera de 50 a 100 miembros del CC, y que puede recibirlos de ella sin hacerla poner demasiado en tensión sus fuerzas. Esta reforma aumentaría considerablemente la solidez de nuestro Partido y le facilitaría la lucha que sostiene, rodeado de Estados hostiles, lucha que, a mi modo de ver, puede y debe agudizarse mucho en los años próximos. Se me figura que, gracias a esta medida, la estabilidad de nuestro Partido se haría mil veces mayor.
Lenin 23.XII.22 Taquigrafiado por M. V.
II Continuación de las notas. 24 de diciembre del 22
Por estabilidad del Comité Central, de que hablaba más arriba, entiendo las medidas contra la escisión en el grado en que tales medidas puedan, en general, adoptarse. Porque, naturalmente, tenía razón el guardia blanco de Rússkaya Mysl (creo que era S. F. Oldenburg) cuando, lo primero, en el juego de esas gentes contra la Rusia Soviética ponía sus esperanzas en la escisión de nuestro Partido y cuando, lo segundo, las esperanzas de que se fuera a producir esta escisión las cifraba en gravísimas discrepancias en el seno del Partido.
Nuestro Partido se apoya en dos clases, y por eso es posible su inestabilidad y sería inevitable su caída si estas dos clases no pudieran llegar a un acuerdo. Sería inútil adoptar unas u otras medidas con vistas a esta eventualidad y, en general, hacer consideraciones acerca de la estabilidad de nuestro CC. Ninguna medida sería capaz, en este caso, de evitar la escisión. Pero yo confío que esto se refiere a un futuro demasiado lejano y es un acontecimiento demasiado improbable para hablar de ello.
Me refiero a la estabilidad como garantía contra la escisión en un próximo futuro, y tengo el propósito de exponer aquí varias consideraciones de índole puramente personal. Yo creo que lo fundamental en el problema de la estabilidad, desde este punto de vista, son tales miembros del CC como Stalin y Trotsky. Las relaciones entre ellos, a mi modo de ver, encierran más de la mitad del peligro de esa escisión que se podría evitar, y a cuyo objeto debe servir entre otras cosas, según mi criterio, la ampliación del CC hasta 50 o hasta 100 miembros.
El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.
Estas dos cualidades de dos destacados jefes del CC actual pueden llevar sin quererlo a la escisión, y si nuestro Partido no toma medidas para impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie lo espere.
No seguiré caracterizando a los demás miembros del CC por sus cualidades personales. Recordaré sólo que el episodio de Zinoviev y Kamenev en Octubre no es, naturalmente, una casualidad, y que de esto se les puede culpar personalmente tan poco como a Trotsky de su no bolchevismo.
En cuanto a los jóvenes miembros del CC, diré algunas palabras acerca de Bujarin y de Piatakov. Son, a mi juicio, los que más se destacan (entre los más jóvenes), y en ellos se debería tener en cuenta lo siguiente: Bujarin no sólo es un valiosísimo y notabilísimo teórico del Partido, sino que, además, se le considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica).
25.XII. Viene después Piatakov, hombre sin duda de gran voluntad y gran capacidad, pero a quien atraen demasiado la administración y el aspecto administrativo de los asuntos para que se pueda confiar en él en un problema político serio.
Naturalmente, una y otra observación son valederas sólo para el presente, en el supuesto de que estos dos destacados y fieles militantes no encuentren ocasión de completar sus conocimientos y de corregir su unilateral formación.
Lenin 25.XII.22 Taquigrafiado por M. V.
SUPLEMENTO A LA CARTA DEL 24 DE DICIEMBRE DE 1922
Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva.
Lenin Taquigrafiado por L. F. 4 de enero de 1923
III Continuación de las notas. 26 de diciembre de 1922
La ampliación del CC hasta 50 o incluso 100 miembros debe perseguir, a mi modo de ver, un fin doble o incluso triple: cuanto mayor sea el número de miembros del CC, más gente aprenderá a realizar el trabajo de éste y tanto menor será el peligro de una escisión debida a cualquier imprudencia. La incorporación de muchos obreros al CC ayudará a los obreros a mejorar nuestro aparato, que es pésimo. En el fondo lo hemos heredado del viejo régimen, puesto que ha sido absolutamente imposible rehacerlo en un plazo tan corto, sobre todo con la guerra, con el hambre, etc. Por eso podemos contestar tranquilamente a los "críticos" que con sonrisa burlona o con malicia nos señalan los defectos de nuestro aparato, que son gentes que no comprenden nada las condiciones de nuestra revolución. En cinco años es imposible por completo reformar el aparato en medida suficiente, sobre todo atendidas las condiciones en que se ha producido nuestra revolución. Bastante es si en cinco años hemos creado un nuevo tipo de Estado en el que los obreros van delante de los campesinos contra la burguesía, lo que, considerando las condiciones de la hostil situación internacional, es una obra gigantesca. Pero la conciencia de que esto es así no debe en modo alguno cerrarnos los ojos ante el hecho de que, en esencia, hemos tomado el viejo aparato del zar y de la burguesía y que ahora, al advenir la paz y cubrir en grado mínimo las necesidades relacionadas con el hambre, todo el trabajo debe orientarse al mejoramiento del aparato.
Según me imagino yo las cosas, una decenas de obreros incluidos en el CC pueden, mejor que cualquiera otro, entregarse a la labor de revisar, mejorar y rehacer nuestro aparato. La Inspección Obrera y Campesina, a la que en un principio pertenecía esta función, ha sido incapaz de cumplirla y únicamente puede ser empleada como "apéndice" o como auxiliar, en determinadas condiciones, de estos miembros del CC. Los obreros que pasen a formar parte del CC deben ser preferentemente, según mi criterio, no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas (en esta parte de la carta, lo que digo de los obreros se refiere también por completo a los campesinos), porque en ellos han arraigado ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios con los que es deseable precisamente luchar.
Los obreros que se incorporen al CC deben ser, de preferencia, personas que se encuentren por debajo de la capa de los que en los cinco años han pasado a ser funcionarios soviéticos, y deben hallarse más cerca de los simples obreros y campesinos, que, sin embargo, no entren, directa o indirectamente, en la categoría de los explotadores. Creo que esos obreros, que asistirán a todas las reuniones del CC y del Buró Político, y que leerán todos los documentos del CC, pueden ser cuadros de fieles partidarios del régimen soviético, capaces, lo primero, de dar estabilidad al propio CC y, lo segundo, de trabajar realmente en la renovación y mejoramiento del aparato.
Lenin Taquigrafiado por L. F. 26.11.22.
IV Continuación de las notas. 27 de diciembre de 1922
Sobre la concesión de funciones legislativas al Gosplán
Esta idea la sugirió el camarada Trotsky, me parece, hace ya tiempo. Yo me manifesté en contra, porque estimaba que, en tal caso, se produciría una falta de concordancia fundamental en el sistema de nuestras instituciones legislativas. Pero un examen atento del problema me lleva a la conclusión de que, en el fondo, aquí hay una idea sana: el Gosplán se halla algo al margen de nuestras instituciones legislativas, a pesar de que, como conjunto de personas competentes, de expertos, de hombres de la ciencia y de la técnica, se encuentra, en el fondo, en las mejores condiciones para emitir juicios acertados.
Sin embargo, hasta ahora partíamos del punto de vista de que el Gosplán debe presentar al Gobierno un material críticamente analizado, y que las instituciones gubernamentales deben ser las encargadas de resolver los asuntos públicos. Yo creo que en la situación actual, cuando los asuntos públicos se han complicado extraordinariamente, cuando a cada paso hay que resolver así como vienen los problemas en que se necesita el dictamen de los miembros del Gosplán sin separarlos de los problemas en los que no se necesita, e incluso más aún, resolver asuntos en los que unos puntos requieren el dictamen del Gosplán mientras que otros puntos no lo requieren, se debe dar un paso en el sentido de aumentar la competencia del Gosplán.
Este paso lo concibo de tal manera que las decisiones del Gosplán no puedan ser rechazadas según el procedimiento corriente en los organismos soviéticos, sino que para modificarlas se requiera un procedimiento especial; por ejemplo, llevarlas a la reunión del CEC de toda Rusia, preparar el asunto cuya decisión deba ser modificada según instrucciones especiales, redactándose, según reglas especiales, informes por escrito con objeto de sopesar si dicha decisión del Gosplán debe ser anulada; marcar, en fin, plazos especiales para modificar las decisiones del Gosplán, etc.
En este sentido creo que se puede y se debe coincidir con el camarada Trotsky, pero no en lo de que la presidencia del Gosplán debe ocuparla una personalidad destacada, uno de nuestros jefes políticos, o el Presidente del Consejo Supremo de la Economía Nacional, etc. Me parece que en este asunto el factor personal se entrelaza hoy día demasiado íntimamente con el problema de principio. Creo que los ataques que ahora se escuchan contra el Presidente del Gosplán, camarada Krzhizhanovski, y el Vicepresidente, camarada Piatakov, y que se lanzan contra los dos, de tal manera que, de una parte, escuchamos acusaciones de extremada blandura, de falta de independencia y de carácter, mientras que, de otra parte, escuchamos acusaciones de grosería, de trato cuartelero, de falta de una sólida preparación científica, etc., creo que estos ataques son expresión de los dos aspectos del problema, desorbitándolos hasta el extremo, y que lo que nosotros necesitamos realmente en el Gosplán es una acertada combinación de los dos tipos de carácter, modelo de uno de los cuales puede ser Piatakov y del otro Krzhizhanovski.
Creo que a la cabeza del Gosplán debe haber una persona con preparación científica en el sentido técnico o agronómico, que posea una experiencia larga, de muchas decenas de años, de trabajo práctico, bien en la técnica, bien en la agronomía. Creo que esa persona debe poseer no tanto aptitudes administrativas como amplia experiencia y capacidad para atraerse a la gente.
Lenin 27.XII.22 Taquigrafiado por M. V.
V Continuación de la carta acerca del carácter legislativo de las decisiones del Gosplán. 28.XII.22
He advertido que ciertos camaradas nuestros, capaces de influir decisivamente en la orientación de los asuntos públicos, exageran el aspecto administrativo, el cual, naturalmente, es necesario en su lugar y en su tiempo, pero que no hay que confundir con el aspecto científico, con la amplia comprensión de la realidad, con la capacidad de atraerse a la gente, etc.
En toda institución pública, particularmente en el Gosplán, se necesita la unión de estas dos cualidades, y cuando el camarada Krzhizhanovski me dijo que había incorporado al Gosplán a Piatakov y se había puesto de acuerdo con él acerca del trabajo, yo di mi consentimiento, reservándome, por una parte, ciertas dudas, y confiando a veces, por otra parte, que lograríamos en este caso la combinación de ambos tipos de hombre de Estado. ¿Se ha cumplido esta esperanza? Ahora hay que aguardar y ver algún tiempo más lo que resulta en la práctica, pero en principio yo creo que no puede ponerse en duda que esta unión de caracteres y tipos (de personas, de cualidades) es indudablemente necesaria para el buen funcionamiento de las instituciones públicas. Me parece que en este punto la exageración del "celo administrativo" es tan nociva como toda exageración en general. El dirigente de una institución pública debe poseer en el más alto grado la capacidad de atraerse a la gente y unos conocimientos científicos y técnicos lo bastante sólidos como para controlar su trabajo. Esto es lo fundamental. Sin ello el trabajo no puede ir por buen camino. Por otro lado, es muy importante que sepa administrar y que tenga un digno auxiliar o auxiliares en este terreno. Es dudoso que estas dos cualidades puedan encontrarse unidas en una sola persona, y es dudoso que ello sea necesario. Lenin Taquigrafiado por L. F. 28.XII.22
VI Continuación de las notas sobre el Gosplán. 29 de diciembre de 1922
Por lo visto, el Gosplán va convirtiéndose en todos los sentidos en una comisión de expertos. A la cabeza de tal institución no puede por menos de figurar una persona de gran experiencia y de amplios conocimientos científicos en el terreno de la técnica. La capacidad administrativa debe ser en el fondo una cosa secundaria. El Gosplán debe gozar de cierta independencia y autonomía desde el punto de vista del prestigio de esta institución científica, y el motivo de que así sea es uno: la honestidad de su personal y su sincero deseo de hacer que se cumpla nuestro plan de construcción económica y social.
Esta última cualidad, naturalmente, ahora sólo se puede encontrar como excepción, porque la inmensa mayoría de los hombres de ciencia, de los que como es lógico se compone el Gosplán, se hallan inevitablemente contagiados de opiniones y prejuicios burgueses. Controlar su labor en este aspecto debe ser tarea de una cuantas personas, que pueden formar la dirección del Gosplán, que deben ser comunistas y seguir de día en día, en toda la marcha del trabajo, el grado de fidelidad de los hombres de ciencia burgueses y cómo abandonan los prejuicios burgueses, así como su paso gradual al punto de vista del socialismo. Este doble trabajo, de control científico y de gestión puramente administrativa, debería ser el ideal de los dirigentes del Gosplán en nuestra República. Lenin Taquigrafiado por M. V. 29 de diciembre del 22
¿Es racional el dividir en tareas sueltas el trabajo que lleva a cabo el Gosplán? o al contrario, ¿no debe tenderse a formar un círculo de especialistas permanentes a quienes controle sistemáticamente la dirección del Gosplán y que puedan resolver todo el conjunto de problemas que son de incumbencia suya? Yo creo que es más racional lo último, y que se debe procurar la disminución del número de tareas sueltas temporales y urgentes.
Lenin 29 de dic. del 22 Taquigrafiado por M. V.
VII Continuación de las notas. 29 de dic. de 1922
(PARA EL APARTADAO RELATIVO AL AUMENTO DEL NUMERO DE MIEMBROS DEL CC)
Al mismo tiempo que se aumenta el número de los miembros del CC, deberemos, a mi modo de ver, dedicarnos también, y yo diría que principalmente, a la tarea de revisar y mejorar nuestro aparato, que no sirve para nada. Para este objeto debemos valernos de los servicios de especialistas muy calificados, y la tarea de proporcionar estos especialistas debe recaer sobre la IOC (Inspección Obrera y Campesina).
La tarea de combinar a estos especialistas de la revisión con conocimientos suficientes y a estos nuevos miembros del CC, debe ser resuelta en la práctica.
Me parece que la IOC (como resultado de su desarrollo y de nuestras perplejidades acerca de su desarrollo) ha dado en resumen lo que ahora observamos: un estado de transición de un Comisariado del Pueblo especial a una función especial de los miembros del CC; de una institución que lo revisa todo por completo a un conjunto de revisores, escasos en número, pero excelentes, que deben estar bien pagados (esto es particularmente necesario en nuestro tiempo, en que las cosas se pagan, y atendiendo a que los revisores se colocan donde mejor les pagan).
Si el número de miembros del CC es debidamente aumentado y un año tras otro se capacitan en la dirección de los asuntos públicos con la ayuda de estos especialistas altamente calificados y de los miembros de la Inspección Obrera y Campesina, prestigiosos en todos los terrenos, yo creo que daremos acertada solución a este problema que durante tanto tiempo no podíamos resolver.
En resumen: hasta 100 miembros del CC y todo lo más de 400 a 500 auxiliares suyos, miembros de la IOC, que revisen según las indicaciones de los primeros.
Lenin 29 de dic. del 22 Taquigrafiado por M. V.
Continuación de las notas. 30 de diciembre de 1922
ACERCA DEL PROBLEMA DE LAS NACIONALIDADES O SOBRE LA "AUTONOMIZACION"
Me parece que he incurrido en una grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber intervenido con la suficiente energía y dureza en el decantado problema de la autonomización, que oficialmente se denomina, creo, problema de la unión de las repúblicas socialistas soviéticas.
Este verano, cuando el problema surgió, yo me encontraba enfermo, y luego, en el otoño, confié demasiado en mi restablecimiento y en que los plenos de octubre y diciembre me brindarían la oportunidad de intervenir en el problema. Pero no pude asistir ni al Pleno de octubre (dedicado a este problema) ni al de diciembre, por lo que no he llegado a tocarlo casi en absoluto.
He podido sólo conversar con el camarada Dzerzhinski, que ha vuelto del Cáucaso y me ha contado cómo se halla este problema en Georgia. También he podido cambiar un par de palabras con el camarada Zinoviev y expresarle mis temores sobre el particular. Lo que me ha dicho el camarada Dzerzhinski, que presidía la comisión enviada por el Comité Central para "investigar" lo relativo al incidente de Georgia, no ha podido dejarme más que con los temores más grandes. Si las cosas se pusieron de tal modo que Ordzhonikidze pudo llegar al empleo de la violencia física, según me ha manifestado el camarada Dzerzhinski, podemos imaginarnos en qué charca hemos caído. Al parecer, toda esta empresa de la "autonomización" era falsa e intempestiva en absoluto.
Se dice que era necesaria la unidad del aparato. ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de ese mismo aparato ruso que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético?
Es indudable que se debería demorar la aplicación de esta medida hasta que pudiéramos decir que respondemos de nuestro aparato como de algo propio. Pero ahora, en conciencia, debemos decir lo contrario, que nosotros llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por completo y constituye una mezcla burguesa y zarista que no ha habido posibilidad alguna de superar en cinco años, sin ayuda de otros países y en unos momentos en que predominaban las "ocupaciones" militares y la lucha contra el hambre.
En estas condiciones es muy natural que la "libertad de separarse de la unión", con la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender a los no rusos de la invasión del ruso genuino, chovinista, en el fondo un hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso. No cabe duda que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos y sovietizados se hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como la mosca en la leche.
En defensa de esta medida se dice que han sido segregados los Comisariados del Pueblo que se relacionan directamente con la psicología de las nacionalidades, con la instrucción en las nacionalidades. Pero a este respecto nos surge una pregunta, la de si es posible segregar estos Comisariados por completo, y una segunda pregunta, la de si hemos tomado medidas con la suficiente solicitud para proteger de veras a los no rusos del esbirro genuinamente ruso. Yo creo que no las hemos tomado, aunque pudimos y debimos hacerlo.
Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de Stalin, así como su saña contra el decantado "social-nacionalismo". De ordinario, la saña siempre ejerce en política el peor papel.
Temo igualmente que el camarada Dzerzhinski, que ha ido al Cáucaso a investigar el asunto de los "delitos" de esos "social- nacionales", se haya distinguido en este caso también sólo por sus tendencias puramente rusas (se sabe que los no rusos rusificados siempre exageran en cuanto a sus tendencias puramente rusas), y que la imparcialidad de toda su comisión la caracterice suficientemente el "guantazo" de Ordzhonikidze. Creo que ninguna provocación, incluso ninguna ofensa puede justificar este guantazo ruso, y que el camarada Dzerzhinski es irremediablemente culpable de haber reaccionado ante ello con ligereza.
Ordzhonikidze era una autoridad para todos los demás ciudadanos del Cáucaso. Ordzhonikidze no tenía derecho a dejarse llevar por la irritación a la que él y Dzerzhinski se remiten. Al contrario, Ordzhonikidze estaba obligado a comportarse con un comedimiento que no se puede pedir a ningún ciudadano ordinario, tanto más si éste es acusado de un delito "político". Y la realidad es que los social-nacionales eran ciudadanos acusados de un delito político, y todo el ambiente en que se produjo esta acusación sólo así podía calificarlo.
A este respecto se plantea ya un importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo.
Lenin 30.XII.22 Taquigrafiado por M. V.
Continuación de las notas. 31 de diciembre de 1922
ACERCA DEL PROBLEMA DE LAS NACIONALIDADES O SOBRE LA "AUTONOMIZACION" (Continuación)
En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña.
Con relación al segundo nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre somos culpables en el terreno práctico histórico de infinitos actos de violencia; e incluso más todavía: sin darnos cuenta, cometemos infinito número de actos de violencia y ofensas. No tengo más que evocar mis recuerdos de cómo en las regiones del Volga tratan despectivamente a los no rusos, de cómo la única manera de llamar a los polacos es "poliáchishka", de que para burlarse de los tártaros siempre los llaman "príncipes", al ucraniano lo llaman "jojol", y al georgiano y a los demás naturales del Cáucaso los llaman "hombres del Cápcaso".
Por eso, el internacionalismo por parte de la nación opresora, o de la llamada nación "grande" (aunque sólo sea grande por sus violencias, sólo sea grande como lo es un esbirro) no debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya comprendido esto, no ha comprendido la posición verdaderamente proletaria frente al problema nacional; en el fondo sigue manteniendo el punto de vista pequeñoburgués, y por ello no puede por menos de deslizarse a cada instante al punto de vista burgués.
¿Qué es importante para el proletario? Para el proletario es no sólo importante, sino una necesidad esencial, gozar, en la lucha proletaria de clase, del máximo de confianza por parte de los componentes de otras nacionalidades. ¿Qué hace falta para eso? Para eso hace falta algo más que la igualdad formal. Para eso hace falta compensar de una manera o de otra, con su trato o con sus concesiones a las otras nacionalidades, la desconfianza, el recelo, las ofensas que en el pasado histórico les produjo el gobierno de la nación dominante.
Creo que no hacen falta más explicaciones ni entrar en más detalles tratándose de bolcheviques, de comunistas. Y creo que en este caso, con relación a la nación georgiana, tenemos un ejemplo típico de cómo la actitud verdaderamente proletaria exige de nuestra parte extremada cautela, delicadeza y transigencia. El georgiano que desdeña este aspecto del problema, que lanza desdeñosamente acusaciones de "social-nacionalismo" (cuando él mismo es no sólo un "social-nacional" auténtico y verdadero, sino un basto esbirro ruso), ese georgiano lastima, en esencia, los intereses de la solidaridad proletaria de clase, porque nada retarda tanto el desarrollo y la consolidación de esta solidaridad como la injusticia en el terreno nacional, y para nada son tan sensibles los "ofendidos" componentes de una nacionalidad como para el sentimiento de la igualdad y el menoscabo de esa igualdad por sus camaradas proletarios, aunque lo hagan por negligencia, aunque la cosa parezca una broma. Por eso, en este caso, es preferible exagerar en cuanto a las concesiones y a la suavidad para con las minorías nacionales, que pecar por defecto. Por eso, en este caso, el interés vital de la solidaridad proletaria, y por consiguiente de la lucha proletaria de clase, requiere que jamás miremos formalmente el problema nacional, sino que siempre tomemos en consideración la diferencia obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña) hacia la nación opresora (o grande).
Lenin Taquigrafiado por M. V. 31.XII.22
Continuación de las notas. 31 de diciembre de 1922
¿Qué medidas prácticas se deben tomar en esta situación?
Primera, hay que mantener y fortalecer la unión de las repúblicas socialistas; sobre esto no puede haber duda. Lo necesitamos nosotros lo mismo que lo necesita el proletariado comunista mundial para luchar contra la burguesía mundial y para defenderse de sus intrigas.
Segunda, hay que mantener la unión de las repúblicas socialistas en cuanto al aparato diplomático, que, dicho sea de paso, es una excepción en el conjunto de nuestro aparato estatal. No hemos dejado entrar en él ni a una sola persona de cierta influencia procedente del viejo aparato zarista. Todo él, considerando los cargos de alguna importancia, se compone de comunistas. Por eso, este aparato se ha ganado ya (podemos decirlo rotundamente) el título de aparato comunista probado, limpio, en grado incomparablemente mayor, de los elementos del viejo aparato zarista, burgués y pequeñoburgués, a que nos vemos obligados a recurrir en los otros Comisariados del Pueblo.
Tercera, hay que castigar ejemplarmente al camarada Ordzhonikidze (digo esto con gran sentimiento, porque somos amigos y trabajé con él en el extranjero, en la emigración), y también terminar de revisar o revisar nuevamente todos los materiales de la comisión de Dzerzhinski, con objeto de corregir el cúmulo de errores y de juicios parciales que indudablemente hay allí. La responsabilidad política de toda esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, claro, sobre Stalin y Dzerzhinski.
Cuarta, hay que implantar las normas más severas acerca del empleo del idioma nacional en las repúblicas de otras nacionalidades que forman parte de nuestra Unión, y comprobar su cumplimiento con particular celo. No hay duda que, con el pretexto de unidad del servicio ferroviario, con el pretexto de la unidad fiscal, etc., tal como ahora es nuestro aparato, se deslizará un sinnúmero de abusos de carácter ruso puro. Para combatir esos abusos se necesita un especial espíritu de inventiva, sin hablar ya de la particular sinceridad de quienes se encarguen de hacerlo. Hará falta un código detallado, que sólo tendrá alguna perfección en caso de que lo redacten personas de la nacionalidad en cuestión y que vivan en su república. A este respecto, de ninguna manera debemos afirmarnos de antemano en la idea de que, como resultado de todo este trabajo, no haya que volver atrás en el siguiente Congreso de los Soviets, es decir, de que no haya que mantener la unión de las repúblicas socialistas soviéticas sólo en sentido militar y diplomático, y en todos los demás aspectos restablecer la autonomía completa de los distintos Comisariados del Pueblo.
Debe tenerse presente que el fraccionamiento de los Comisariados del Pueblo y la falta de concordancia de su labor con respecto a Moscú y los otros centros, pueden ser paralizados suficientemente por la autoridad del Partido, si ésta se emplea con la necesaria discreción e imparcialidad; el daño que pueda sufrir nuestro Estado por la falta de aparatos nacionales unificados con el aparato ruso es incalculablemente, infinitamente menor que el daño que representaría no sólo para nosotros, sino para todo el movimiento internacional, para los cientos de millones de seres de Asia, que debe avanzar al primer plano de la historia en un próximo futuro, después de nosotros. Sería un oportunismo imperdonable si en vísperas de esta acción del Oriente, y al principio de su despertar, quebrantásemos nuestro prestigio en él aunque sólo fuese con la más pequeña aspereza e injusticia con respecto a nuestras propias nacionalidades no rusas. Una cosa es la necesidad de agruparse contra los imperialistas de Occidente, que defienden el mundo capitalista. En este caso no puede haber dudas, y huelga decir que apruebo incondicionalmente estas medidas. Otra cosa es cuando nosotros mismos caemos, aunque sea en pequeñeces, en actitudes imperialistas hacia nacionalidades oprimidas, quebrantando con ello por completo toda nuestra sinceridad de principios, toda la defensa que, con arreglo a los principios, hacemos de la lucha contra el imperialismo. Y el mañana de la historia universal será el día en que se despierten definitivamente los pueblos oprimidos por el imperialismo, que ya han abierto los ojos, y en que empiece la larga y dura batalla final por su emancipación.
Lenin 31.XII.22 Taquigrafiado por M. V.
Escrito: Dictado entre 22 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923. Primera edición: En 1956 en el núm. 9 de la revista Kommunist y como folleto, en ruso. Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.