Nuestra América

Martí + Che + Otro mundo es posible + Uruguay        


 

INTRODUCCION A SU VIDA Y OBRA
Desde 1764 hasta 1810

     Nacido el 19 de junio de 1764, hijo de Martín José Artigas y Francisca Antonia Arnal, según la partida que luce al folio 209 del Libro Primero de Bautismos de la Catedral de Montevideo, su abuelo, Juan Antonio Artigas, había sido uno de los primeros pobladores de la Ciudad


ARTIGAS EN SU JUVENTUD

Consagración a las faenas rurales

    No queriendo abrazar la carrera eclesiástica, puesto que su ardiente espíritu no se avenía con la vida contemplativa ni con la inacción física, abandonó los estudios que cursaba en el colegio regenteado en Montevideo por los conventuales de San Francisco, único establecimiento particular de enseñanza de primeras letras que funcionaba entonces en la metrópoli uruguaya.


El establecimiento de Chantre

    Arrojado, honesto y laborioso como el que más, llegó su justa fama a oídos de un fuerte ganadero del Queguay, entonces y actualmente jurisdicción de Paysandú, quien pensó en él para confiarle la dirección de los negocios similares que allí explotaba en gran escala, pues consistía en la matanza de sus numerosas haciendas chúcaras, y en el acarreo de ganados, a fin de sacar de ellos el mayor provecho, entrando el corambre como un renglón importante.


Ingreso al Cuerpo de Blandengues

    Con motivo de graves quejas dirigidas el 28 de mayo de 1795 al Cabildo de Montevideo por numerosos vecinos de campaña, los cuales atribuían el malestar de ésta a la desidia, ineptitud y complicidad de la fuerza de línea que había reemplazado a las milicias en la vigilancia rural, el Síndico Procurador don Manuel Nieto aconsejó a dicha autoridad, en informe fechado el 30 de junio, la creación de un Cuerpo de Blandengues. Estos, decía gente toda de campo acostumbrada a sus fatigas y a las del caballo, serían "mucho más a propósito para celar los desordenes de esta campaña que la tropa soberana."

 

En compañía de don Félix de Azara

    La desolación de las grandes extensiones de tierras conquistadas, alimentaba la voracidad insaciable del temible vecino, y para detener en lo factible esa invasión, si bien pacífica, no por eso menos peligrosa y perjudicial que la ejercida por medio de la violencia, concibió la idea, en 1800, el ilustre marino y naturalista hispano don Félix de Azara, de dar colocación en la frontera a las familias patagonas que carecían de destino fijo y que venían costando a la Corona más de cincuenta mil pesos anuales por concepto de manutención. La pérdida de las Misiones era inminente si no se apelaba a un arbitrio tan previsor y sabio como ese.


 

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