Escrito en 1899
El Chasque 128
8/03/2024
Introducción
Este panfleto fue escrito hace mucho tiempo, en 1899, en el pueblo siberiano de Shushenskoye, en la región de Minusinsk, en la provincia de Yeniséi, donde estuve exiliada con Vladimir Ilich [Lenin]. Como era mi primer panfleto, me ponía muy nerviosa saber si podría manejarlo. Vladimir Ilich me animó. En aquella época el panfleto no podía ser publicado abiertamente, pues podías ser arrestada por ello. Sólo podía ser publicado clandestinamente. En el año 1900, junto con Plejánov, Axelrod, Zasúlich, Mártov y Potrésov, Vladimir Ilich viajó al extranjero para editar Iskra como periódico nacional para la distribución ilegal en Rusia. Yo me quedé exiliada en la ciudad de Ufá. Vladimir Ilich enseñó el manuscrito de La mujer trabajadora a Vera Ivánovna Zasúlich, una vieja revolucionaria a la que apreciaba mucho y cuya opinión respetaba. El comentario de Vera Ivánovna fue: «El panfleto tiene varias inexactitudes, pero coge el toro por los cuernos», y recomendó su publicación. Iskra imprimió el panfleto y fue reimprimido en una imprenta clandestina en Rusia. Hasta el año 1905 no pudo ser imprimido y distribuido abiertamente. Se firmó como «Sablina», un seudónimo que a veces se utilizaba para mí. Después, fue prohibido de nuevo.
Han pasado veinticinco años desde 1900, y desde entonces han ocurrido muchas agitaciones. Tuvieron lugar las revoluciones de febrero y de octubre. La clase obrera ha llegado al poder. Las condiciones de la clase obrera han cambiado y, de muchas maneras, también han cambiado las condiciones de la mujer trabajadora y de la campesina. Vladimir Lenin ha escrito con pasión y maravillosamente bien sobre las condiciones de la mujer trabajadora, sobre sus derechos y la necesidad de atraerla hacia la gestión del Estado. Mucho delo que es bueno también has ido tratado por otros camaradas. Las Secciones Femeninas del Partido Comunista [Zhenotdels] han expandido considerablemente su actividad, y cada día que pasa las mujeres trabajadoras y campesinas tienen más conciencia política, más confianza y participación en la construcción de una nueva vida.
Las líneas de La mujer trabajadora se han desdibujado con el tiempo. Se han quedado en el pasado.
No obstante, releyendo el panfleto, pensé que debía acceder a la propuesta de los camaradas de reeditar este viejo librillo. Cuando se compara la descripción de las condiciones de la mujer trabajadora de entonces con las de ahora, se ve cuán lejos hemos avanzado. Pero también se ve la otra cara, que todavía queda mucho por hacer, y con cuánto empecinamiento se debe trabajar para lograr la completa emancipación de la mujer trabajadora.
Echa la vista atrás sobre tu vida, sobre la vida de las mujeres trabajadoras que conozcas, y dirás, en las palabras de [Nikolái] Nekrásov:
Oh, pero es duro el destino de la mujer, difícilmente se puede encontrar un destino más duro que el de la mujer.
Ya sea en el pueblo o en la ciudad, la mujer obrera permanece como «una eterna, perpetua trabajadora». A ella le recae no menos trabajo, sino tal vez más, que al hombre. Comparte la misma pobreza, malnutrición y falta de sueño, pero halla más aflicción y humillación.
Nekrásov tiene un poema llamado Quién vive bien en Rusia. En él, mientras una campesina habla de su amarga vida, dice que una vez una mujer le contó que un peregrino le reveló que «las claves de la felicidad de la mujer, de la gozosa felicidad de la libertad, fueron olvidadas y perdidas por el mismo Dios… ¡Perdidas! Solo piénsalo, un pez se las tragó… En cuanto a qué pez fue el que se tragó esas preciosas llaves y en qué mares vaga, ¡Dios lo ha olvidado!». Lo único que podía hacer la sierva era quejarse y vivir con la esperanza de que tal vez Dios recordara dónde están escondidas esas llaves. La trabajadora fabril renunció a esa esperanza y sólo ahora está comenzando, tanteando a ciegas y casi subconscientemente, a buscar esas llaves por sí misma. En cuanto a dónde debería la mujer buscar esas claves, las llaves de la felicidad, de la jubilosa felicidad de la libertad, de eso trata precisamente este folleto. Examinaremos las condiciones de la mujer trabajadora, de la campesina que trabaja en la industria artesanal, en la fábrica o en el taller. Veremos que las condiciones de la mujer trabajadora son particularmente difíciles porque es miembro de la clase obrera, cuyas condiciones están estrechamente unidas a las condiciones de toda la clase trabajadora y que sólo la victoria de la clase obrera, del proletariado, pueden liberar a las mujeres. Asimismo, examinaremos el estado de dependencia al que la mujer trabajadora está sujeta en la familia, la subyugación de las mujeres por los hombres. Señalaremos las razones de tal dependencia y mostraremos que la mujer sólo puede llegar a una posición de total independencia simultáneamente con la victoria del proletariado.
Finalmente, demostraremos que, como madre, la mujer trabajadora tiene interés en esa victoria. Sólo en la lucha, tomadas del brazo por la causa de los trabajadores, pueden las mujeres encontrar la llave para «la alegre felicidad de la libertad».
I. La mujer como miembro de la clase trabajadora
Examinemos las condiciones de la mujer trabajadora, comenzando por la campesina. Debe abordar todo tipo de pesado trabajo de campo, sin descanso durante la cosecha pues, en muchos lugares, las mujeres aran y recolectan junto a los hombres. Además de ello, soportan la carga de ocuparse de las aves de corral y el ganado, las tareas domésticas, la confección de ropa y el cuidado de los hijos; de he-cho, es imposible enumerar todas las tareas que recaen en la mujer campesina.
La vida es particularmente dura para la mujer en una familia pobre. Aparte del trabajo pesado, debe sufrir constantemente miseria, preocupaciones, humillación y dolor. Al mismo tiempo, la ruina de los pueblos ha avanzado en los últimos años. Pocas familias están relativamente mejor,y la mayoría se ha empobrecido de una u otra manera. Incluso aquéllas que estaban en una posición intermedia se están empobreciendo. La gente se está volviendo más baja, más débil, envejece antes cada año y el número de familias que no tienen ni un caballo o sólo tienen uno está en aumento.
Hoy en día, en Rusia, hay alrededor de tres millones de familias sin caballos y el mismo número de familias con un solo caballo, de un total de diez millones de familias. ¿Qué clase de familia es una que no tiene caballo o sólo tiene uno? ¿Cómo se puede trabajar la tierra adecuadamente sin un caballo? La tierra mal trabajada y mal abonada proporciona unos rendimientos muy pobres. Un terreno sobre-explotado no puede alimentar a un campesino y su familia. El campesino tiene que conseguir pan para alimentar a la familia y dinero para pagar impuestos perseguido por la necesidad, por lo que se convierte en un deudor insolvente del kulak. Se ve obligado a firmar contratos de trabajo, que lo empujan a trabajar para saldar su deuda. Atado de pies y manos, se convierte en una suerte de trabajador asalariado para la persona que le prestó grano o dinero. En realidad, es propietario sólo de palabra, pues se convierte en un trabajador contratado por otros para alimentarse así mismo y a su familia. Y no vive mejor que un trabajador, comiendo sólo pan y casi muerto de hambre. La constante malnutrición drena su fuerza y lleva casi siempre a la ruptura de la familia, desperdigándose sus miembros para buscar trabajo remunerado. A menudo, la familia vive en la penumbra, en cabañas sin calefacción… No hay reservas previstas para los días de lluvia, y la gente sobrevive día a día, por lo que cada mala cosecha trae hambre y desastre.
A lo largo de los últimos 100 años el pueblo ruso ha sufrido 51 hambrunas, es decir, cada dos años como mínimo ocurre una mala cosecha. El hambre se convierte en un as-pecto normal de la vida. El hambre de las últimas décadas se ilustra por los horrores de la ruina completa, el escorbuto, las enfermedades del hambre y las consiguientes muertes que traen al campesino pobre.
Millones de personas se mueren de hambre y la vida de la mujer campesina en esas familias tan golpeadas por la pobreza elude toda descripción. Ella, de la misma manera que su esposo, batalla contra el polvo, el barro y el frío por un trozo de tierra labrada, se obliga a trabajar para algún propietario cercano o para su semejante, un campesino adinerado; lucha para ganar un centavo adicional, pasa hambre, cae enferma de hambre, debe cuidar a sus hijos y trabaja infatigablemente, como su esposo. La mujer agradece prácticamente cualquier ganancia como jornalera y viaja a pie a otras provincias en busca de trabajo.
Cada primavera, decenas de miles de trabajadores, siendo al menos la mitad mujeres jóvenes y menores, dejan esas provincias donde las parcelas de tierra son pequeñas y con una tierra pobre. Se mueven hacia el sur a las regiones del Don, la Táurida, Ekaterinoslav y el Cáucaso. Van a pie, subsisten virtualmente de lo que pueden mendigar, deambulando de ciudad a ciudad hasta que encuentran trabajo. Aquellos que los contratan no les dan nada voluntariamente y se aprovechan de la indefensión de los que buscan empleo, entre los que sufren más las mujeres jóvenes. Hay unas pocas noticias en los periódicos de audiencias en los tribunales que ilustran todos los horrores de las situaciones en que es-tas mujeres jóvenes se encuentran cuando están buscando trabajo.
En la mayoría de las provincias, los pueblos se dedican no sólo a la agricultura, sino también a lo que se llama la industria artesanal. Hacen trabajo manual en casa y la producción es en su mayor parte vendida a un intermediario. Las industrias artesanales son varias: tejido, producción de sombreros, punto, curado, cerámica, producción de lámparas, clavos, cubertería, samovares, ruedas de carretas, cucharas e iconos, cerraduras, y mucho más. Es frecuente que toda la familia del artesano esté involucrada en una determinada industria, incluyendo las mujeres y los niños. Los niños comienzan a trabajar a los cinco u ocho años. También hay industrias específicamente femeninas, como la producción de encaje y el cosido de flecos. Las mujeres desarrollan a menudo operaciones pesadas como el pisado de arcilla, golpeado de lana, fabricación de clavos y martilladoras en forjas, etcétera. Las ganancias en la industria artesanal son irrisorias. Así, los zapateros de Kimry ganan cuatro o cinco rublos al mes y producen su propia comida; los tejedores en la región Medyn de la provincia de Kaluga y los productores de encaje de la provincia de Moscú ganan 10 kopeks al día. El trabajo dura entre 16 y 19 horas al día. Para hacernos una idea de la industria artesanal, pongamos un ejemplo de la producción de tapetes y de la mayoría de calzado para campesinos de fibra vegetal, que está muy extendido en Kaluga, Viatka, Kostroma, Nizhni Nóvgorod y otras provincias. El trabajo dura hasta 18 horas al día e involucra a toda la familia.
Los niños comienzan a recolectar fibra vegetal a los cinco años, y a partir de los ocho años trabajan lo mismo que los adultos. La temporada de invierno dura seis meses, durante los cuales un grupo bien entrenado de cuatro personas gana de 20 a 25 rublos. Para cuando llega la primavera, los trabajadores de la fibra están tan débiles que se van tambaleando como borrachos. La triste y degradada condición del cerrajero que trabaja desde casa del pueblo Pávlov, yendo de un lado a otro, desde el prestamista y de vuelta, es lo que mejor caracteriza la costumbre del pueblo de Pávlov de «empeñar esposas». Incluso trabajando a toda máquina, una familia completa no puede ganar lo suficiente para aguantar desde un lunes de mercado hasta el siguiente, y debe pasarse toda la semana buscando ingresos adicionales. Por tanto, cada semana deben empeñar lo que han conseguido. En día de mercado, el artesano lleva una muestra de sus bienes a un comprador, y cuando se ponen de acuerdo en el precio, entonces se obliga a entregar los bienes antes de cierta hora. Pero los bienes, mientras tanto, han sido empeñados al prestamista y el campesino no tiene los recursos para pagar, así que lleva a su esposa a la tienda, coge los bienes que había prometido entregar a la tienda del comprador y deja a su esposa como garantía para recogerla cuando reciba el pago por los bienes. De esta manera el trabajador y su esposa están forzados a maniobrar de un lado a otro.
Con el paso de los años, la pobreza en aumento lleva al artesano-campesino a las ciudades. Alterna el trabajo en su propio negocio con el trabajo en una fábrica. La misma necesidad lleva también a la artesana-campesina a la ciudad. El trabajo de la mujer es muy demandado en molinos, especialmente con las maquinarias de hilado de algodón y procesado de seda. En los molinos de algodón hay, incluso,más mujeres que hombres. Por otra parte, en algunas industrias, como en las fundiciones de acero, no hay mujeres salvo en ocasiones excepcionales.
El número total de mujeres empleadas en molinos y fábricas en 1890 en la Rusia europea era de aproximadamente un cuarto de millón, y desde entonces el número ha incrementado considerablemente. Allá donde el trabajo femenino se ha vuelto común, por ejemplo, en molinos de algodón, los salarios de las mujeres, a pesar de ser más bajos que los de los hombres, no lo son significativamente. Un investigador ha calculado que el salario de las mujeres es cuatro quintas partes del salario de los hombres en esas industrias.
Las mujeres que trabajan a destajo no producen menos que los hombres. Se debe mencionar, con todo, que en estas industrias a los hombres se les paga un salario relativamente bajo, y que apenas es suficiente para poder vivir.
Donde el trabajo femenino sólo es encontrado esporádicamente, el salario de las mujeres es tan bajo que no se puede vivir de él, por lo que el salario femenino sirve como un mero suplemento a los ingresos de la familia, y si la mujer vive sola entonces la pobreza le obliga a vender no sólo su fuerza de trabajo, sino también a sí misma. La prostitución provee los ingresos adicionales necesarios. Cuando trabaja en una fábrica, la mujer tiene las mismas horas que el hombre (según una ley del 2 de junio es de 11 horas y media). La ley no especifica un límite en la duración de la jornada laboral para las mujeres. Sólo hay un decreto sobre el trabajo femenino en nuestra legislación, que prohíbe el trabajo nocturno de las mujeres en la industria textil.11 Pero si la mujer trabaja en el mismo establecimiento que el cabeza de familia, por ejemplo, el padre o el marido, entonces se le permite trabajar por la noche. Trabajan a menudo en edificios sofocantes, polvorientos o húmedos, con un trabajo agotador y monótono. Este trabajo tan extremadamente dañino lastima la salud de las mujeres, al mismo nivel que su pobre alimentación y viviendas. La comida tosca, que puede ser tolerada más fácilmente cuando se desarrollan trabajos físicos en el exterior, es dañina para el ya debilitado organismo del trabajador de fábrica. Del mismo modo, las mujeres generalmente comen aún peor que los hombres.
Organizan su propia cooperativa de preparación de comida para mujeres, donde la comida es peor que la que tienen los hombres, y si entran en una cooperativa masculina, gastan menos, pero renuncian a la carne.
El salario de la mujer es más bajo que el del hombre, y se ve forzada a reducir el consumo de comida. La vivienda en los distritos industriales es mala, sucia y extremadamente cara. Hay tantas personas abarrotadas por la noche que los dueños de los barrios, a menudo, no saben cuánta gente vive en ellos. El hedor es impactante. Por ejemplo, en los distritos industriales de San Petersburgo las viviendas son más caras que en la Avenida Nevski. El precio del alquiler por una noche en una habitación para dos personas va de 1 rublo y 25 kopeks a 4 rublos al mes. Las cosas no son mejores en las residencias de las fábricas. A nadie le sorprenderá que, en estas condiciones, la mujer trabajadora de fábrica sufra todo tipo de enfermedades. Las mujeres sufren más las condiciones perjudiciales de la fábrica que los hombres, y los médicos de las fábricas se dan cuenta de que las mujeres trabajadoras enferman más a menudo y con mayor seriedad que los hombres.
Además del trabajo en el molino, las mujeres trabajadoras aceptan empleos en la ciudad, de costureras, sombrereras, floristas y fabricantes de corsés. Pero para asegurar ingresos de la artesanía, se debe haber sido aprendiz durante años, y eso se debe pagar, por lo que queda fuera del alcance de muchos. Además, incluso con formación se gana poco. Lo mejor es encontrar trabajo en los talleres grandes que suministran a las tiendas. Pero los salarios ahí son extraordinariamente bajos. Las horas de trabajo no son más cortas que en el molino. Hay una ley de 1785 que establece que los aprendices comienzan a las seis de la mañana y trabajan hasta las seis de la tarde, con un descanso de una hora y media para la cena y media hora para el desayuno, lo que resulta en un total de 10 horas de trabajo, pero esta ley es sobre el papel y no se cumple en ningún sitio. No hay supervisión en las escuelas de aprendizaje y la mayoría de los aprendices nunca ha oído hablar de tal ley. Sólo en la zona occidental del país, donde los aprendices están más unidos y actúan juntos, ha habido algunos casos en que los propietarios han sido forzados por las huelgas a mantener la norma de la jornada de 10 horas. Generalmente, sin embargo, el trabajo en las escuelas de aprendizaje durante la «temporada alta» continúa virtualmente durante toda la noche. Los trabajadores cualificados no trabajan durante las 11 horas y media que se trabajan en los molinos, sino mientras les duren las fuerzas, durmiendo en los bancos o en el suelo desnudo. Las «temporadas altas» van seguidas de bajas involuntarias, las cuales deben ser «disfrutadas» por las mujeres trabajadoras sin un centavo en sus bolsillos. Por tanto, la posición de la mujer trabajadora es extremadamente dura en todo el país, pues sufre lo mismo que el hombre trabajador. Como él, trabaja sin aliento, sufre pobreza y, justo como él, pertenece a la clase más desfavorecida y oprimida de la sociedad. La mujer trabajadora es un miembro de la clase obrera, y todos sus intereses están estrechamente atados a los intereses de esa clase.
Cuando cambie la suerte de la clase obrera, la posición de la mujer trabajadora cambiará. Si se mantiene en la ignorancia miserable y sin derechos, entonces la mujer trabajadora continuará arrastrando la misma existencia miserable que tiene hoy en día. Por tanto, la mujer trabajadora no puede ser indiferente a si la clase obrera cambia su des-tino. La causa obrera es su propia y preciada causa vital. Está tan ligada a ella como lo está el hombre trabajador. Entonces, ¿en qué consiste esta «causa de los trabajadores»?
Los trabajadores están insatisfechos con sus condiciones, pues ven que toda la riqueza es creada por sus manos, y, sin embargo, por su trabajo sólo reciben lo justo para ali-mentarse a sí mismos y mantener su fuerza de trabajo. No trabajan para sí mismos, sino para los dueños de los molinos, de la tierra, de las minas, de las tiendas y del resto, o, como se suele llamar a estas clases, la burguesía.
Todas las leyes están redactadas para servir a las clases propietarias, y el país entero está dirigido en función de los intereses de la burguesía. Los trabajadores no forman parte de la redacción de las leyes, ni de la administración del país. Su labor es trabajar, trabajar para otros infatigablemente, pagar impuestos y tasas, mantenerse en silencio y soportar dócilmente el frío y el hambre, y sufrir la degradación de su dignidad personal.
Los trabajadores quieren cambiar este orden de cosas. Quieren que no haya clases, que no haya ricos ni pobres, que la tierra, los molinos y fábricas, los talleres y las minas pertenezcan no a particulares sino al conjunto de la sociedad, y que todo esté administrado por ella. Hoy en día, los propietarios sólo piensan en cómo enriquecerse. No piensan en la salud, la comodidad y la prosperidad de los obreros que trabajan para ellos. La vida de los seres humanos que trabajan no vale nada para ellos, el beneficio es su principal objetivo.
Cuando el control de la producción pase de las manos de los propietarios particulares a las manos de la sociedad, entonces cambiarán las cosas. La sociedad se preocupará de hacer lo posible para que todo el mundo viva bien, asegurándose de que cada persona tenga lo necesario, con el suficiente tiempo libre para disfrutar una vida plena, para disfrutar toda la felicidad y placer que existe. Los trabajadores saben que no deben temer que no haya suficientes bienes.
Desde la introducción de las máquinas, que han incrementado tanto la productividad del trabajo humano, y las nuevas formas de cultivar el suelo que han incrementado tanto su fertilidad, no hay razón para tener miedo de eso. Habrá suficiente para todo el mundo. Bajo las condiciones existentes, la gente vive en la pobreza, pero no porque no haya suficiente grano, ropa… El grano permanece cargado en las vías férreas, y se pudre esperando a compradores, mientras, junto a él, las masas trabajadoras se hinchan por el hambre y mueren. Los almacenes de las fábricas de los propietarios revientan de bienes sin vender, mientras a sus puertas se amontonan los trabajadores buscando empleo.
Cuando la producción sea gestionada por la sociedad, todo el mundo tendrá que trabajar, pero el trabajo no será tan arduo como lo es hoy en día, pues se hará todo lo posible para aligerar los aspectos más desagradables del trabajo, y no será en fábricas sofocantes, apestosas e infectas, sino que será en edificios bien iluminados, espaciosos, secos y bien ventilados. El trabajo no durará tanto como hoy en día,por-que todo funcionará y, a diferencia de hoy en día, no se verá a algunos trabajadores, incluyendo niños y mujeres embarazadas, haciendo sobre esfuerzos por su carga de trabajo mientras otros se ven obligados a estar ociosos, desocupa-dos y buscando un trabajo desesperadamente… todo el mundo tendrá que trabajar, pero no será el trabajo forzado, agotador y degradante al que está condenada la clase obrera actualmente.
La sociedad se hará cargo del cuidado de los débiles, los enfermos y los ancianos. El futuro no contendrá miedo, el miedo a morirse en cualquier lugar, en un patio trasero, o a vivir como un mendigo dependiente de otros. La gente no tendrá miedo, si enferma, de que su familia se vea desamparada, pues la sociedad en su conjunto será responsable de la crianza de los niños, su cuidado y de hacerlos crecer para convertirse en individuos fuertes, sanos e inteligentes, útiles y cultos, presentables como buenos ciudadanos.
Aquellos que quieren este estado de cosas y que luchan para conseguirlo son llamados socialistas.
Particularmente entre los trabajadores hay muchos socialistas. En Alemania, Bélgica, Francia y algunos otros países hay millones de socialistas y están organizados en partidos obreros, que actúan al unísono y defienden sus intereses comunes juntos, y han logrado grandes avances. Cada día que pasa el número de socialistas crece.
Los trabajadores no pueden esperar que una mejora en sus condiciones les sea concedida por otros: ni el zar ni Dios los ayudará. El zar contempla todo a través de los ojos de los capitalistas y de la nobleza, colmándolos de favores y garantizándoles todo tipo de derechos. Les cede la administración del país y considera a los obreros que se alzan en defensa de sus derechos como alborotadores, mientras expresa pomposamente su gratitud a las tropas por abatir a trabajadores desarmados en huelga. Así ocurrió en 1895 con los disturbios en el molino textil de Korzinkin en Yaroslavl. Es cierto que el zar dice que el bienestar de los dueños de las fábricas y el bienestar de los trabajadores ocupan el mismo lugar en su corazón, pero sólo un ciego podría dejar de ver que son palabras vacías.
Dios no ayuda a los pobres. Sus sirvientes sólo sermonean a los oprimidos, a aquellos que apenas pueden alimentarse, sobre las virtudes de la paciencia y la humildad, el amor a sus opresores, y el pecado de la codicia; a las personas que trabajan de 16 a 18 horas al día, sobre el pecado de la pereza; y hablan sobre el reino de los cielos mientras hacen lo posible por distraer toda idea que puedan tener los obreros sobre unir fuerzas para conseguir una vida mejor en la tierra. También es un pecado pensar en esta tierra y quejarse, y los pecados son castigados por Dios misericordioso. No, los trabajadores no pueden esperar nada de Dios o del zar. También es una pérdida de tiempo esperar que los capitalistas cambien de opinión y dejen de explotarlos, igual que sería una pérdida de tiempo esperar que los lobos dejen de comerse a las ovejas o que los pájaros renuncien a capturar insectos. Los capitalistas viven de explotar la fuerza de trabajo y nunca renunciarán a explotarla.
Los trabajadores del mundo saben que sólo pueden con-fiar en sí mismos, y que deben conseguir un mejor destino en la tierra,que por sí solos están completamente desamparados e indefensos, pero que una vez estén todos unidos en un gran ejército, serán un poder irresistible, un poder que vendrá por sí solo. Cuanto más actúan de común acuerdo los trabajadores, cuanto más contundentemente luchan por sus derechos, más claramente llegan a apreciar la línea de lucha y reconocer su objetivo, y más grande es el poder que representarán. No es casualidad que los lemas «¡Proletarios 2 del
mundo, uníos!» y «¡Uno para todos y todos para uno!» sean repetidos en las reuniones de trabajadores. Los trabajadores tienen que llevar a cabo una larga y decidida lucha. Se debe luchar por cada paso hacia delante.
Primero los trabajadores luchan por las reivindicaciones más próximas a ellos; por aumentos de sueldo, por una menor jornada laboral, por la eliminación de todas las formas de abuso que les prohíben hacer huelga, celebrar reuniones para discutir sus asuntos y formar sindicatos. No se les permite escribir a los periódicos sobre sus necesidades y sus demandas. En todas las confrontaciones entre patrones y trabajadores, el Gobierno toma partido por los patrones. Los trabajadores se dan cuenta de que para tener una organización adecuada en aras de luchar contra los dueños de las fábricas necesitan tener libertad de huelga, de reunión y de sindicación, tener libertad de expresión y de prensa. Sin embargo,también ven que los altos funcionarios siempre se ponen del lado de los potentados y los ricos, y siempre promulgan leyes en contra de los trabajadores para mantener-los en la oscuridad y en la ignorancia. Imponen cada vez más impuestos y deducciones. Todo esto continuará hasta que los trabajadores, a través de sus representantes electos,
tengan voz y voto en las leyes y el gobierno de la sociedad. Los trabajadores,por lo tanto,demandan que el país sea gobernado según las leyes aprobadas por el Parlamento (una asamblea de representantes populares), que el funcionariado que controla el país tenga que responder ante el Parlamento por sus acciones, para que ningún impuesto o deducción pueda ser impuesto a la gente sin la aprobación del Parlamento, y que el Parlamento decida el uso del dinero recaudado de la gente.
Los trabajadores demandan el sufragio universal e igualitario, lo que les permitiría enviar a sus propios representantes al Parlamento. Dicho de otra manera, lo que los trabajadores demandan es libertad política. Sin libertad política y sin participación en el gobierno del país, los trabaja-dores nunca podrán obtener el preciado objetivo de un orden social socialista. Por lo tanto, los trabajadores de todos los países luchan por la libertad política, y ya hay parlamentos en todos los países europeos donde los trabajadores tienen cierta voz en su administración. No obstante, en muchos países la participación es todavía muy débil, pero sólo en Rusia no hay ninguna participación, sólo en Rusia hay trabajadores y otros ciudadanos que están completamente excluidos de participar en la elaboración de las leyes y en la administración del país, pues todo es decidido por los funcionarios zaristas que sólo responden ante sí mismos. En esos países donde hay libertad política, los trabajadores están organizados en partidos y ya han podido conseguir mu-cho, y sus condiciones son notablemente mejores que en Rusia. En Rusia, la lucha por la causa de los trabajadores está apenas comenzando, y el movimiento obrero está en estado embrionario, pero en todos los rincones de Rusia hoy en día se han plantado las semillas de la lucha, y cada año que pase el movimiento obrero crecerá y se hará más fuerte. Entonces, ¿cómo debería la mujer trabajadora relacionarse con la lucha para lograr la causa obrera? ¿Debería formar parte de ella?
A menudo ocurre que la mujer adopta una actitud muy negativa frente al involucramiento de su marido en la causa obrera. Malinterpreta completamente en qué está participando, y sólo ve peligros en ello. A menudo no sabe nada en absoluto de la causa o del movimiento obrero y, por tanto, no entiende a su marido ni simpatiza con él. Trata de cualquier manera de interferir con sus estudios y es hostil con sus amigos. Los jóvenes obreros políticamente conscientes a menudo declaran que es difícil encontrar una esposa que simpatice con ellos en sus actividades, y a que no quieren casarse con alguien que las pueda arruinar.
También hay obreros políticamente conscientes que piensan que las mujeres no deberían involucrarse en la lucha por la causa obrera, que no les concierne y que sería mucho mejor que sólo los hombres continuaran la lucha. Éste es un enfoque equivocado. Sería difícil que los hombres ganaran por sí mismos. Si las mujeres no se unen al movimiento obrero, si son hostiles hacia él, siempre serán un obstáculo. Digamos que los hombres trabajadores organizan una huelga y que el empleador está dispuesto a ceder, pero las mujeres se ofrecen a hacerse cargo del trabajo de los hombres; entonces, la huelga está perdida. ¡Quién sabe el alcance del daño que las mujeres que no están organiza-das, que no participan en el movimiento obrero, pueden crear! Impedir a las mujeres unirse a la lucha es lo mismo que dejar a la mitad del ejército obrero sin organizar.
La mayoría de los obreros políticamente conscientes comprenden que es esencial que, en la lucha por la causa obrera, las mujeres vayan codo con codo con los hombres para aumentar el número de las tropas del ejército militante obrero, y para conseguir la victoria. Y las mujeres no serán excluidas. En la medida en que comienzan a participar en el trabajo productivo,ven cada vez más claramente que sus intereses son los mismos que los del hombre trabajador, y entienden que su propia liberación está estrechamente ligada a la liberación de la clase obrera. Ven que no tienen otra opción que luchar por la causa obrera.
En la parte occidental del Imperio ruso, las mujeres más comprometidas políticamente ya están afiliadas al movimiento. Ayudan a los trabajadores en su lucha y siguen atentamente lo que se dice y lo que se escribe sobre el movimiento obrero. Participan en encuentros de masas, celebran el Primero de Mayo y se organizan y fundan sus propios periódicos femeninos. El movimiento femenino crece cada año.
En algunas partes de Rusia las mujeres también están comenzando a participar en la lucha. Por ejemplo, podemos mencionar la huelga de mujeres en la fábrica de tabaco Laferme en San Petersburgo en 1895, las fábricas de cigarrillos de Brest-Litovsk y Belostok en 1897, y más recientemente en la fábrica de cigarrillos Katz en Kiev, los fabricantes de calcetines en Vilna, y las huelgas en Riga y Sérpujov en los talleres Konshin, y otros. Además de todos ellos, hombres y mujeres abandonan juntos los molinos de algodón.
II. Las condiciones de las mujeres trabajadoras en la familia
Por supuesto, las mujeres trabajadoras sufren no sólo porque salen a trabajar, sino también por ser mujeres, por depender de los hombres.
Desde la edad más temprana, la campesina trabaja en la familia de sus padres como jornalera. Es vista como mera propiedad de sus padres, que la pueden hacer trabajar desde la mañana hasta la noche, la pueden mandar fuera a trabajar y quitarle todas sus ganancias. Veamos un ejemplo de hasta qué punto la campesina es vista como la propiedad de su padre. Ha habido cierto número de casos en los que la comunidad de un pueblo ha prohibido a una chica casarse hasta que su padre pague todos los atrasos de sus deudas. En este caso, la chica no cuenta en absoluto, pues es vista como propiedad que puede ser retenida por deudas. Las chicas a menudo son casadas con personas a las que ni siquiera conocen. El ritual de la lamentación,que sobrevive en todas partes y se representa en la fiesta para mujeres en la víspera de la boda, muestra qué poca felicidad les espera. Cuando una novia es elegida, las cualidades que se buscan en ella es que sea sana,que trabaje bien y sea fuerte, ágil y robusta. La chica deja la familia de su padre por la de su marido. Ahí, como antes, trabaja sin respiro, y, como antes, continúa subordinada. Sí que ocurre, por supuesto, que el hombre y la mujer se lleven bien y acaben amándose, pero incluso entonces la mujer no es protegida contra lo que se conoce como la «instrucción marital». La campesina que no ha sufrido una paliza de su marido es una rareza y la mujer, por tanto, se acostumbra a ver las palizas como una cuestión de rutina a no ser que el marido sea particularmente brutal. Pero incluso entonces no se le permite a la mujer dejar a su marido. Él tiene todo el poder para no permitirle un pasaporte propio,y donde quiera que vaya puede hacer a traer de vuelta bajo custodia.
¿Cómo se puede explicar este estado de subordinación de las mujeres? El hombre como patrón da todas las órdenes y la mujer sólo está ahí para cumplirlas. El hombre decide todo: cuándo se comienza a arar y a sembrar, qué trabajos se aceptan o no; es el hombre quien recibe el dinero para pagar impuestos, y vender grano y ganado también es su responsabilidad. Decidir todos los entresijos del trabajo le corresponde a él. Como es el hombre el que dirige el hogar, es él quien forma parte de los debates sobre los asuntos de la comunidad que son decididos en reuniones sobre la tierra y la asignación de los impuestos, etcétera. La mujer es excluida de todos los asuntos sociales, está atada a los asuntos domésticos y de los niños. El marido es el cabeza de familia porque el hogar depende de él. El marido es el cabeza de familia también porque toda la propiedad, la tierra, la casa, el ganado y todo lo demás le pertenece.
A la mujer se la «mete en casa». Por eso es tan poco valorada, y por eso la mujer, según la costumbre campesina, es vista como propiedad, apreciada únicamente por su capacidad para trabajar.
En la industria artesanal, donde este negocio sólo es un suplemento a la agricultura, la posición de la mujer apenas cambia y, aunque ayuda a su marido, eso no la hace más in-dependiente. Pero allá donde la agricultura retrocede y las ganancias de la industria artesanal son la principal fuente de ingresos, cuando la mujer gana lo suficiente para tener una vida fuera de la familia, entonces cambian las cosas. La voz de la mujer adquiere más importancia en la familia y el divorcio es más fácil. Allá donde la mujer, gracias a jugar un rol en la producción, consigue independencia y puede obtener a veces una parcela de tierra, gana entonces el derecho a poseer la tierra plenamente y en los mismos términos que un hombre. En esas ramas de la industria, donde el trabajo de las mujeres es habitual, la mujer que trabaja en fábricas sólo recibe un poco menos salario que los hombres, y puede alimentarse a sí misma. El hombre deja de ser el sostén de la familia, ella se vale por sí misma y, cuando el marido no trabaja, ella lo mantiene. Trabaja en la fábrica de manera completamente separada e independiente de su marido en lugar de bajo su mando como las campesinas. Todo esto, es decir, el trabajo independiente de la mujer con unos ingresos independientes, no hace más que cambiar las relaciones entre marido y mujer.
La mujer deja de ser esclava del marido y se convierte en un miembro igual de la familia. La dependencia total res-pecto del marido deviene igualdad. Ya no es tan fácil que los padres «vendan» en matrimonio a una chica de fábrica que se mantiene a sí misma desde joven. Puede elegir un esposo que encaje con ella. En los entornos industriales, las bodas son celebradas más por el mutuo acuerdo que por cálculos materiales. Cuando el marido y la mujer no se llevan bien, es más fácil que se separen que en el campo, pues en caso de que se separen no destruirían un negocio familiar porque cada uno de ellos puede obtener sus propios ingresos.
El divorcio es mucho más común entre obreros fabriles que entre campesinos. Es más, entre ellos las relaciones libres entre hombres y mujeres son la regla general. Hombres y mujeres trabajan juntos y las condiciones de las residencias de las fábricas contribuyen a que las relaciones extra-matrimoniales sean fáciles, incluso demasiado fáciles. ¿Cómo podría ser de otro modo? En las residencias de las fábricas, la separación de sexos en las habitaciones no es la norma, y en la gran mayoría de fábricas prevalece la completa mezcla de sexos y edades. Niños y adultos, hombres y mujeres, solteros y casados, comparten los mismos dormitorios y literas. ¿Cómo van a poder averiguar quién está «legalmente» casado o no? Entre los trabajadores, aquellos que están en relaciones extramatrimoniales tienen los mismos derechos que los que están legalmente casados. En este tipo de relaciones, la mujer es más libre que si fuera la «esposa de su marido», pues no está subordinada al hombre con el que vive. Él no tiene derechos sobre ella y no puede, por ejemplo, negarse a permitirle tener un pasaporte o forzarla a vivir con ella… Dicho de otra manera, unos ingresos independientes liberan a la mujer del poder de los hombres. Pero si la mujer gana demasiado poco como para poder subsistir, pues el salario de la mujer es muy bajo en todas las ramas de la industria donde el trabajo femenino no es todavía frecuente, y también en ciertos comercios, tiene que vivir con sus padres o su marido. Y si no tiene ni una cosa ni la otra, se ve forzada a buscar ingresos adicionales en la prostitución. Recientemente, en mayo de 1899 en Riga, hubo grandes disturbios por esta cuestión. Comenzaron por el hecho de que unas mujeres en un molino de yuta habían pedido un aumento de salario y partieron como grupo a la oficina del gobernador para quejarse de la gestión de la fábrica. Por el camino, las mujeres fueron detenidas y encerradas en el parque Aleksándrov. Cuando salieron del trabajo, los hombres trabajadores de la fábrica Phoenix y algunos otros comenzaron a liberar a las mujeres por la fuerza. El gobernador llamó al ejército y del 5 al 15 de mayo, Riga se convirtió en un campo de batalla donde los soldados disparaban contra los trabajadores, y los trabajadores respondían tirando piedras a los militares, rompían ventanas y prendían fuego a edificios. Pero la mayor parte de la furia de los trabajadores se dirigió contra los burdeles, y once de ellos fueron destruidos en una sola noche. ¿Por qué atacaron los trabajadores a los burdeles? ¿Qué tenían que ver con la huelga y los disturbios de los trabajadores? ¿Qué tenían que ver los burdeles? Resulta que cuando los trabajadores anunciaron que era imposible que sus esposas pudieran subsistir con los ingresos que recibían, las autoridades les dijeron cínicamente que podían obtener ingresos adicionales de los burdeles. De esa manera, la prostitución fue declarada como la única manera en que una mujer que vivía de sus ingresos podía complementar su lamentable sueldo. ¿Quién puede culpar a una mujer golpeada por la pobreza por venderse a sí misma, por preferir los únicos ingresos de fácil acceso a la existencia miserable, el hambre y en ocasiones la muerte por hambre? Hay que tener en cuenta que no hay nada placentero en ser prostituta. Uno no tiene más que escuchar con qué desprecio los burgueses y sus mujeres hablan de las degeneradas trabajadores fabriles, y con qué hipócrita repugnancia estas mujeres que nunca han conocido la pobreza pronuncian la palabra «prostituta». ¡Los académicos burgueses aseguran que las prostitutas no son esclavas, sino personas que han escogido ese camino! Es la misma hipocresía que lleva a insistir que nadie impide a un trabajador dejar cierta fábrica donde es imposible respirar con el polvo, los vapores tóxicos, etcétera. Siguen trabajando ahí «voluntariamente» de 16 a 18 horas al día.
Pero si una mujer recibe unos míseros centavos por su trabajo y no está forzada a venderse a sí misma, si todavía permanece sostenida por su marido o sus padres, sigue sin tener la independencia de una mujer que no necesita la ayuda de nadie. Debe estar subordinada a aquellos que la mantienen, pues le es imposible subsistir sin su ayuda.33
Por tanto, vemos que unos ingresos independientes liberan a la mujer trabajadora, como mujer, y la hacen igual al hombre. Sólo cuando está contratada en una gran industria puede ser libre. Uno debe, sin embargo, remarcar que, en primer lugar, hay relativamente pocas mujeres que ganen salarios en la fábrica y el molino. Como hemos visto, en 1890 había sólo alrededor de un cuarto de millón. Hoy ese número es mucho más alto, pero, a pesar de ello, probablemente no sea más de medio millón. En segundo lugar, en muchas ramas de la industria el trabajo femenino está tan mal pagado que la mujer trabajadora no puede subsistir sólo con ese dinero. Además, incluso cuando la mujer recibe un salario relativamente bueno, debe estar preparada para la eventual introducción de maquinaria o para un retraso en la producción que la pongan en la calle en un suspiro. ¿Entonces, qué? O se convierte otra vez en una carga para su marido y sus parientes, de nuevo siendo dependiente, o sobrevive con la prostitución.
Sólo la victoria completa de los trabajadores que luchan para sustituir el orden actual por un orden socialista puede liberar completamente a las mujeres. Ya hemos dicho que, bajo el socialismo, en un sistema socialista, todas las personas adultas y sanas trabajarán y, por lo tanto, eso incluye a las mujeres, exceptuando, por su puesto, a las embarazadas y las lactantes. Pero, a cambio, todos compartiremos los beneficios producidos, a todos se les garantizarán los medios de subsistencia, y por tanto también a las mujeres. La de-pendencia de las mujeres respecto de los hombres hoy en día se debe a que los hombres mantienen a las mujeres, ya sea a la esposa, a la amante o a la hija. Cuando eso cese, las mujeres serán libres respecto de los hombres. Por lo tanto, vemos que la mujer tiene un doble interés en el éxito de la causa de los trabajadores: como trabajadora y como mujer. Las palabras «¡Proletarios del mundo, uníos!» no pueden dejar de encontrar una respuesta en el corazón de la mujer. Ella no puede hacer más que unirse a las filas de los lucha-dores por un sistema socialista, por un futuro mejor.
III. Las mujeres y la crianza de los hijos
Para la mujer trabajadora, la vida familiar supone estar ligada al cuidado incesante de los niños. No hay posibilidad de que ella eduque al niño, sólo puede alimentarlo.
Con el nacimiento de un hijo, la mujer campesina se enfrenta atareas adicionales. Al fin y al cabo, no se puede salir a trabajar y cuidar de los niños a la vez. El trabajo no espera a nadie y la campesina sale a trabajar dejando a los niños al cuidado de alguna anciana endeble o de los hijos mayores. Cualquiera que haya vivido en un pueblo sabe lo que significa cuidarlos. Antes de ser destetado, a un bebé se le mete en la boca un cuerno de alimentación agrio y se le da de comer todo tipo de verduras junto con pan negro masticado, luego es envuelto en una piel de oveja, es mecido en una cuna hasta que pierde el conocimiento, se le mantiene en una cabaña mal ventilada y por la noche se le saca fuera casi desnudo. La madre lo alimenta de vez en cuando. Todavía se sigue escuchando la historia de una «niñera» de entre seis y ocho años que dejó caer o golpeó a un bebé, o lo quemó o le hizo otra cosa, lo que sea que le venga a la mente a una niña de seis años… Pero incluso si la madre misma está cuidando al niño, las cosas apenas son mejores. No tiene ni idea de cómo se forma un organismo humano, cómo se desarrolla un niño, qué necesita para crecer fuerte, robusto y saludable. La mujer campesina se guía principalmente por la costumbre y la superstición. Pero incluso si supiera cómo criar a un hijo, entonces, ni siquiera con la mejor voluntad del mundo podría hacer lo que se necesita. Un niño necesita limpieza, calor y aire fresco, pero hay diez personas viviendo en una casa de campo, que no tiene cale-facción, y hay pieles de oveja, terneros y todo lo demás alrededor. Quiera o no, lo abandona como a un trabajo incómodo. Cuando el niño está enfermo, la madre no tiene idea de qué hacer y, a menudo, no hay dónde ir para recibir tratamiento. Lo peor de todo es cuando la enfermedad es infecciosa, como la viruela, la escarlatina, etc. Cuando el niño necesita estar aislado, ¿cómo se puede hacer si toda la familia vive en la cabaña? Así, los niños se infectan unos a otros y mueren por falta de ayuda. No es de extrañar que en los pueblos la mitad de los niños mueran antes de los cinco años. Sólo los más resistentes sobreviven.
Veamos ahora cómo están las cosas con la escolarización de los niños campesinos. Muy a menudo no hay escuela en el pueblo y aprender a leer y escribir es una cuestión de suerte. Pero incluso cuando hay una escuela en la aldea, los campesinos a menudo no pueden permitirse el lujo demandar allí a sus hijos. Los niños son necesarios en casa para cuidar a los hermanos y hermanas menores, atender en la tienda y ayudar con todo tipo de tareas domésticas. A veces no hay ropa para ir a la escuela, especialmente si es en algún lugar de un pueblo vecino. Esos niños que van a la escuela aprenden más o menos a leer, escribir y contar, pero mal. Las escuelas en Rusia son muy malas y los maestros tienen prohibido enseñar algo que no sea lo básico.
El gobierno se beneficia de mantener a la gente en la ignorancia, y por ello está prohibido en las escuelas describir o dar a los niños libros para que lean sobre cómo otros pueblos han conseguido la libertad y cómo son sus leyes y sus sistemas. Está prohibido explicar por qué algunas personas
tienen tales y cuales reglas mientras que otras tienen otras, por qué algunas personas son pobres y otras son ricas. En suma, las escuelas tienen prohibido decir la verdad y los maestros sólo deben enseñara los niños a honrar a Dios y al zar. La gente que está en el poder se cuida mucho de que ningún maestro deje escapar ciertas verdades, y escoge a los maestros de entre los que no entienden nada. Por tanto, el niño sale de la escuela sabiendo tan poco como cuando entró. Por lo general, la madre tampoco puede enseñarle nada, ya que ella misma es ignorante.4 Así habla León Tolstói de la ignorancia del campesino ruso en la boca de un soldado en su obra El poder de las tinieblas:
“Y entonces, ¿qué saben ustedes, las mujeres? Son como cachorros ciegos que meten la nariz en estiércol. Un hombre al menos pasa un tiempo en el ejército, monta en tren y va a la ciudad, pero ¿tú qué has visto? Aparte de tus asquerosos trucos de mujer, no sabes nada.”
Lo mejor que puede esperar es enseñar a su hijo a guardar ayuno y a respetar los rituales de la iglesia, a temer a Dios y a sus ancianos, a respetar a los ricos y a enseñarle humildad y paciencia… De esta manera es poco probable que sus hijos sean más felices y más libres o puedan entender el significado de las palabras: «Todos para uno y uno para todos», y es dudoso si serán mejores para conseguir justicia y tomar partido por la justicia.
Todo lo que hemos dicho sobre la mujer campesina como educadora se puede aplicar a la mujer como madre que trabaja en la industria artesanal. Sabe tan poco como la campesina abrumada por el trabajo y es igual de impotente para educar a sus hijos. Los niños son atraídos a las artesa-nías caseras entre los cinco y los ocho años,cuando se les da algunas tareas simples para llevar a cabo, pero trabajan como adultos y, a menudo, las mismas horas. Dicho trabajo es destructivo para el organismo del niño, socava su salud y embota sus capacidades mentales. Sin moverse, sin aire limpio en una cabaña sofocante, el niño se vuelve enfermizo. El trabajo monótono de la mañana a la noche afecta a su intelecto, no lo desarrolla, y así el niño se vuelve perezoso y estúpido. No puede haber escolarización de ningún tipo. Los trabajadores a domicilio sólo pueden alimentarse en cierto modo cuando toda la familia, los ancianos y los niños trabajan sin descanso. ¿Qué escolarización puede haber en esas circunstancias?
La mujer que trabaja en el molino se caracteriza por su mala salud. El organismo de la mujer sufre más por las condiciones nocivas del trabajo fabril. Y una mujer débil o enferma engendra hijos débiles. Un estudio ha hallado que:
Cuando una mujer en la industria cerillera se casa ─y teniendo en cuenta que las mujeres y los niños constituyen la mayor parte de la fuerza laboral en esta industria─, se convierte en el caldo de cultivo para una generación enfermiza y sólo viva a medias, similar a la suya, empeorada por una serie de enfermedades que conducen a una muerte temprana.
En nuestra legislación fabril no existen leyes que limiten o aligeren el trabajo de las mujeres embarazadas. Única-mente en las normas que rigen la custodia y dispensación del dinero recaudado en concepto de multas a los trabaja-dores de la fábrica se establece que ese dinero «podrá ser utilizado», entre otras cosas, para pagar subsidios a las trabajadoras en la última etapa del embarazo y que dejen de trabajar hasta una quincena antes de dar a luz. No hay, por tanto, ninguna prestación obligatoria, sino una mera previsión de que tal pago «puede» hacerse; es decir, dicha contingencia se deja totalmente al arbitrio del propietario de la fábrica. De hecho, tales prestaciones no se otorgan casi en ninguna parte. Sin ayuda y con miedo a perder su trabajo, la trabajadora sigue adelante casi hasta la víspera del parto, y regresa al trabajo antes de recuperarse por completo. Es por eso por lo que las mujeres de las fábricas sufren a me-nudo abortos espontáneos, partos prematuros y todo tipo de dolencias femeninas. La vida con hijos es muy difícil para la mujer trabajadora. Al llegar a casa cansada de la fábrica tiene que ponerse a lavar la ropa, coser, limpiar, alimentar y lavar al niño. A veces la madre se llena de alegría cuando una vecina le da la idea de alimentar al niño con una bebida hecha con semilla de amapola, con la que el niño duerme tranquilo y la madre está feliz. No tiene idea de que con esa bebida está envenenando a su hijo, ya que hay mucho opio en las amapolas y el opio es un veneno aterrador, que puede convertir al niño en un completo idiota.
Cuando sale a trabajar durante el día, la trabajadora de la fábrica deja a los niños al cuidado de una vecina anciana, y cuando han crecido un poco se quedan sin nadie que los supervise. Los niños prácticamente crecen al aire libre. No comen bien, tienen frío, andan andrajosos y sucios desde pequeños y se cansan de ver borracheras, libertinajes, peleas y mucho más. Así es como crecen los niños de edad preescolar. Hay escuelas en la ciudad, pero suelen estar abarrotadas, por lo que es difícil ingresar en ellas y las fábricas y los molinos no siempre tienen sus propias escuelas. La ley «permite» a los dueños de las fábricas crear escuelas para los hijos de los trabajadores, pero no les obliga a hacerlo. Así que no todos los hijos de los trabajadores van a la escuela. Cuando los ni-ños alcanzan la edad en que son aceptados en las fábricas (según nuestra legislación fabril, los niños comienzan a los 12 años), comienzan a valerse por sí mismos y pronto se vuelven completamente independientes. En general, la trabajadora de la fábrica sufre mucho por sus hijos y experimenta muchas preocupaciones, pero rara vez los ve y los ni-ños crecen como prácticamente extraños para ella.
Si tenemos en cuenta lo difícil que es ser una obrera fabril con hijos, sobre todo si el hijo es ilegítimo y su mantenimiento recae enteramente en la madre, entonces entenderemos por qué muchas veces la mujer se ve obligada a entregar a sus hijos a un hospital de expósitos o a una mujer que se especialice en el cuidado de niños. Los periódicos a veces publican historias de que en ésta o aquella gran ciudad industrial se ha descubierto una «obra de ángeles». Esto es cuando una mujer se gana la vida cobrando por criar bebés en brazos y luego, a través la inanición, alimentándolos con opio y de otras maneras, los envía tan pronto como sea posible al otro mundo, convirtiéndolos, por así decirlo, en«ángeles». Después de una vista en el juzgado, la fabricante de«ángeles»es sentenciada a trabajos forzados,pero luego, en otro lugar, las mismas condiciones dan lugar a otras «obras de ángeles»; a una trabajadora de fábrica le resulta imposible alimentar a un niño.
Al hijo de una sirvienta interna le espera el mismo des-tino. Se supone que una sirvienta no debe tener familia. En todas partes, una condición de empleo para las sirvientas es que no deben recibir visitas de hombres, y la mujer casada es aceptada de mala gana si su esposo la visita. Una sirvienta con hijos nunca es empleada. Así, al asumir su puesto, la sirvienta ha concluido un contrato a plazo sobre todo su futuro. En este aspecto, su situación es peor que la de la obrera fabril, ya que esta última trabaja un número determinado de horas y después de ellas es dueña de sí misma. Una sirvienta interna nunca puede disponer de sí misma, ya que todo su tiempo pertenece a sus amos. Éstos normalmente no le permiten tener tiempo para estar con los niños y, por lo tanto, le guste o no, tiene que entregar a su hijo a un hospital para expósitos.
Así, vemos que en la mayoría de los casos la mujer trabajadora se encuentra en una situación en la que le es totalmente imposible criar adecuadamente a sus propios hijos. No está preparada en absoluto para cumplir el papel de criar a sus hijos, ya que no sabe lo que es perjudicial o bueno para un niño y no sabe cómo educarlo. «Sin aprender, no puedes ni reparar un zapato», tal y como escribió la socialista alemana [Clara] Zetkin5 en su conocido folleto sobre el movimiento femenino en Alemania. ¿Es realmente posible creer que para criar a un ser humano no es necesario estar debidamente preparado? Pero incluso si la mujer trabaja-dora fuera formada para el papel de educadora en sus condiciones actuales, esto sería casi una pérdida de tiempo. No tendría tiempo suficiente, ni los medios para educar a sus hijos. Lo único en lo que puede pensar es en asegurarse de que sus hijos estén alimentados y vestidos. Pero a menudo no está en condiciones siquiera de garantizar que los estómagos de sus hijos estén llenos y se ve obligada a dejarlos a merced del destino. Tal es el estado de cosas bajo el actual sistema social.
¿Cómo será la crianza y la educación de los niños en un sistema socialista? Ya hemos dicho que los socialistas defienden la educación social de los niños. El burgués indignado exclama: «¡Esos terribles socialistas quieren destruir la familia y alejar a los niños de sus padres!». Eso es, por supuesto, una sandez, ya que tal cosa está fuera de discusión. Nadie en ninguna parte ha tenido en mente quitarles los hijos a sus padres. Cuando se habla de una crianza social de los niños se quiere decir, en primer lugar, que las preocupaciones de mantenerlos serán alejadas de los padres y que la sociedad proporcionará al niño no sólo los medios de subsistencia, sino que se preocupará de velar de que tiene todo lo necesario para su pleno desarrollo, en todos los sentidos. El momento más difícil para criar a los niños es antes de que tengan la edad suficiente para ir a la escuela. En los países de Europa occidental ya existen los llamados «jardines de infancia». Cuando una madre va a trabajar, se lleva a sus hijos pequeños y los deja en el jardín de infancia hasta que termina. Puede estar relajada en el trabajo porque sabe que ninguna desgracia sobrevendrá a sus hijos pequeños, ya que están en manos de numerosos maestros y su afectuoso cuidado. Las risas y el sonido de las voces de los niños anuncian la presencia de la casa y el patio del jardín de infancia. A primera vista puede parecer que no hay ningún orden allí, pero eso es sólo una apariencia. Hay programas establecidos para sus actividades. Se dividen en grupos y cada grupo se pone con sus tareas. Cavan la tierra, riegan y desmalezan las hileras de plantas, limpian las verduras en la cocina, la-van los platos, cepillan la madera, pegan cosas, cosen, dibujan, cantan, leen y juegan. Todo juego y cualquier otra actividad enseña algo, y lo principal es que el niño sea educado para ser ordenado, laborioso, aprenda a no pelearse con sus amigos y a ceder terreno a los demás sin caprichos ni lágrimas. Los maestros saben cómo mantener ocupados a los ni-ños de tres y cuatro años, cómo hacerlos comer y acostarlos a tiempo. Extienden colchones anchos en el suelo y los niños se acuestan uno al lado del otro, cubiertos por una manta común. ¡Qué diferente es esa forma de pasar el tiempo en el jardín de infancia del deambular sin rumbo de esquina en esquina al que están condenados los niños que no tienen a nadie con tiempo para ocuparlos! «¡No interrumpas! ¡No estorbes! ¡Limpia!», es lo que les dicen a los niños en casa todo el tiempo. Sin embargo, hay que decir que todavía hay muy pocos jardines de infancia buenos, incluso en Europa occidental. Hemos dado la descripción de un jardín de infancia sólo para mostrar que la educación de los niños puede comenzar desde una edad temprana y que en un jardín de infancia social los niños pueden pasar su tiempo con grandes beneficios para sí mismos, y mucho más felices que en casa. Si incluso hoy en día hay buenos jardines de infancia, éstos serán mucho mejores en una sociedad socialista. Dado que los hijos de todos los miembros de la sociedad serán cuidados en dichos jardines de infancia, será del interés de todos velar por que se organicen de la mejor manera posible. Luego, los niños pasan del jardín de infancia a la es-cuela. En una sociedad socialista las escuelas, por supuesto, no serán como las de hoy en día. En las escuelas del futuro los alumnos adquirirán muchos más conocimientos y también se acostumbrarán al trabajo productivo. La característica principal de estas escuelas es que no sólo enseñarán, sino que también desarrollarán su potencial espiritual y físico, para que sean educados como ciudadanos útiles y enérgicos.
El burgués, que no tiene que preocuparse por cómo ali-mentar y educar a los niños,que puede poner varias habitaciones bien iluminadas a disposición de sus propios hijos, que puede proporcionar todo tipo de comodidades, contratar a todo tipo de nodrizas, doncellas, institutrices, sirvientes y maestros, puede mirar con indignación la provisión social de la educación. Las mujeres trabajadoras no pueden dejar de reconocer todos los beneficios de la educación social. Los sentimientos maternales le hacen desear la educación social de los niños, un sistema socialista, ¡y la victoria de la causa obrera!
Hemos observado que a pesar de lo duro que puede resultar el trabajo fabril para la mujer trabajadora, éste tiene su lado positivo: un salario independiente libera a la mujer del dominio de un hombre, pues ella se vuelve mucho más independiente de él. El trabajo en la fábrica tiene otro lado positivo, ya que despierta la conciencia de clase de la mujer. Expliquemos lo que esto significa. Cuando una mujer entra en una fábrica ve que hay presión sobre ella para que trabaje todo lo posible por la menor recompensa imagina-ble, a través de la reducción de sus tasas de pago, multas y siendo engañada. El capataz, el gerente y otros superiores le gritan todo el tiempo. Los conflictos cotidianos suscitan en la trabajadora una conciencia de que sus intereses y los del dueño dela fábrica son completamente opuestos. Él está interesado en hacer que ella trabaje tanto como sea posible por el salario más bajo. Además de eso, es en la fábrica donde la mujer trabajadora se encuentra cara a cara con la clase patronal e involuntariamente compara sus condiciones con las del patrón. Él tiene en sus manos todo el trabajo, mientras que ella no tiene nada.
El patrón vive en el lujo, y ella medio muerta de hambre. Él da órdenes a todos los trabajadores, los maltrata y los despide. Su destino está en sus manos, mientras ella vive con la expectativa de que en cualquier momento la pueden echar a la calle. Ella es consciente su impotencia total, de que está indefensa frente al dueño. Cada pequeño conflicto con el capataz o el empleado saca a relucir la amargura de ser un ser humano oprimido, y eso la indigna. Y no es la única que se siente así. A su lado están cientos de otras mujeres y hombres trabajadores en la misma posición que ella. Todo que le afecta les afecta también a ellos; lo que le enoja a ella también los enoja a ellos. Y lo que es más, no puede permanecer indiferente ante cualquier ofensa o injusticia infligida a cualquiera de sus camaradas trabajadores.
Todo esto le preocupa profundamente, y lo tiene claro. Poco a poco comienza a darse cuenta de que las mujeres y los hombres que trabajan junto a ella no son sólo compañeros de trabajo, sino compañeros en espíritu, y de que comparte con ellos intereses y sentimientos comunes. Ellos son sus camaradas porque son trabajadores. El significado de las palabras «todos para uno y uno para todos» se vuelve cada vez más claro para la mujer trabajadora. Cuando se producen enfrentamientos con la gerencia, ve que sus camaradas siempre están listos para respaldarla y ella lista para apoyarlos. Los mismos conflictos le muestran que si bien es débil cuando está sola, deja de serlo cuando actúa junto con sus camaradas. Ella cada vez entiende mejor que «la unión hace la fuerza».
Los choques con la policía y con todo tipo de autoridades, los exilios y las persecuciones a los trabajadores, la prohibición de discutir sus problemas y de formar sindicatos… dejan claro que el gobierno está del lado de los encumbrados y los ricos. Le enseñan la necesidad de la lucha política y la necesidad de conquistar para los trabajadores el derecho a participar en la elaboración de las leyes y en la forma de dirigir el país.
Poco a poco, la mujer va comprendiendo que la libertad política es necesaria para que la clase obrera consiga un destino mejor, y que sin la organización de la clase trabaja-dora un sistema socialista es imposible. Así, poco a poco, la conciencia de clase nace en la mujer trabajadora. Por su-puesto,todo esto no sucede en un santiamén, ya que a veces hacen falta años para ello, y no todas las mujeres que traba-jan en una fábrica son capaces de apreciar sus condiciones con el mismo grado de conciencia. A pesar de ello, trabajar en una fábrica prepara a las mujeres para la lucha por la causa de los trabajadores de la misma manera de la que prepara a los hombres para la batalla.
Pastores austríacos, sacerdotes católicos belgas y suizos y muchos amables caballeros se encargan de tratar de tener leyes que prohíban a las mujeres trabajar en las fábricas. Culpan al trabajo en las fábricas de alejar a las mujeres de la familia y argumentan que es perjudicial para su salud. Todo esto es así, pero olvidan una cosa: que la pobreza empuja a las mujeres a las fábricas, y que las mujeres que fueran expulsadas de las fábricas tendrían que buscar otras fuentes de ingresos. Se volverían a llevar el trabajo a casa y se verían atrapadas en industrias artesanales, y estarían obligadas a esforzarse aún más en ese trabajo. Otra posibilidad es que no tuvieran más opción que venderse a sí mis-mas. Esos amables caballeros sienten pena por la mujer trabajadora, pero no aprecian la posición en la que se encuentra. Tampoco comprenden el efecto liberador del trabajo fabril en las mujeres. Creen que luchar por la causa de los trabajadores es malo y que sería mucho mejor para una mujer quedarse en casa y no participar. Las propias trabajadoras ven las cosas de manera algo diferente. Se pronuncian en contra de prohibir a las mujeres trabajar en las fábricas.
Las mujeres suelen cobrar menos que los hombres. Por lo tanto, a los dueños de las fábricas les complace tener mano de obra femenina en sus fábricas y, a veces, reemplazar a los hombres por mujeres. Es por eso que muchos hombres trabajadores querrían leyes para mantener a las mujeres fuera de las fábricas. Ven a las mujeres como competidoras peligrosas que reducen el precio del trabajo al ofrecer su trabajo por debajo de las tasas de subsistencia. Pero ¿qué pasaría si los trabajadores obtuvieran tal prohibición? ¿Serían capaces de ocupar el lugar de las mujeres desplazadas? No.
Los dueños de las fábricas nunca estarían de acuerdo con reemplazar el trabajo barato de las mujeres con hombres más caros. Sabemos por la historia de la legislación fabril que cuando se introdujo una ley que limitaba el uso del trabajo infantil, los empleadores no sustituyeron el trabajo infantil por el trabajo más caro de los adultos. Introdujeron maquinaria nueva y actualizada con la ayuda de la cual podían prescindir del trabajo infantil. Sería lo mismo si alguna ley prohibiera el trabajo de las mujeres. Los patrones introducirían nuevas máquinas y los hombres habrían conseguido muy poco. No, para evitar que las mujeres hagan reducir sus salarios, los hombres no deben exigir leyes que excluyan a las mujeres, sino insistir en la igualdad de remuneración para hombres y mujeres. Entonces el dueño de la fábrica no tendría base para preferir el trabajo de las mujeres al de los hombres.
Hoy en día, el empleador prefiere el trabajo de la mujer al de los hombres no sólo porque la mano de obra femenina es más barata sino también porque las mujeres son más obedientes y comprometidas que los hombres, y los patrones pueden explotarlas a su antojo. Por lo tanto, los hombres deben ayudar a las trabajadoras a organizarse, a despertar la conciencia de clase en ellas, ya que las mujeres conscientes y organizadas serán menos receptivas a las exigencias [del patrón] y no se dejarán retorcer por el dedo meñique del jefe.
Si la trabajadora no puede aceptar que se prohíba el trabajo de la mujer, entonces no puede sino querer leyes fabriles que protejan su vida, su salud y sus intereses.
Los representantes de los sindicatos de trabajadores de todos los países se reunieron en un congreso internacional en 1897 en Zúrich, Suiza. Discutieron medidas para la protección de la salud y la seguridad en todos los países y, con respecto a la protección del trabajo femenino, resolvieron hacer campaña en todas partes para:
1. La protección legal integral y efectiva de la salud y la seguridad de todas las mujeres que trabajan en fábricas y de las trabajadoras de oficina en industrias grandes y pequeñas,en artesanías, establecimientos comerciales, oficinas de Correos, agencias de telégrafos y teléfonos, en los ferrocarriles, en el transporte marítimo y en otros lugares, y para cubrir también las industrias artesanales. La protección efectiva se define como que la que existe no sólo en papel, sino que se aplica en la realidad. Para que ése sea el caso, debe haber un castigo severo para los dueños de las fábricas que no cumplan con la ley, y el nombramiento de una inspección de fábrica bien dotada e independiente para garantizar la aplicación de la ley.
2. El Congreso ha resuelto que, por encima de todo, la jornada laboral de todas las mujeres trabajadoras de fábrica y otras trabajadoras no debe exceder las ocho horas y las 44 horas a la semana. El trabajo debe terminar al mediodía los sábados para que las mujeres tengan garantizado el tiempo libre hasta el lunes, un descanso de al menos 42 horas.
3. Que se prohíba estrictamente a los empresarios asignar a las trabajadoras fabriles y de cualquier otro lugar trabajo extra para llevar a casa después de completar sus turnos.
4. Alrededor de la fecha de salida de cuentas, las madres no pueden dedicarse al trabajo manufacturero durante un total de ocho semanas antes y después del parto; y que haya en todos los casos un mínimo de seis semanas para ser despedidas después del nacimiento. La ley debe enumerar las ramas de la industria en las que no debe emplearse a mujeres embarazadas. Durante el permiso por embarazo, la mujer debe recibir una compensación por la pérdida de salario que nunca debe ser inferior a su salario habitual, a cargo del Estado o el municipio.
5.Deben existir leyes especiales de salud y protección para cubrir a las trabajadoras de las aldeas y a las sirvientas que brinden niveles de protección que no sean peores que para otras categorías de mujeres empleadas. 6. El Congreso demanda que se pague de manera igual el trabajo de hombres y mujeres que realicen el mismo trabajo.
Entonces, ¿cómo van a asegurar los trabajadores la implementación de las demandas del Congreso? Se discutirán públicamente, en forma impresa y en reuniones. Las de-mandas se formularán como peticiones al parlamento, peticiones firmadas por muchas personas, a veces por miles. Los representantes de los trabajadores exigirán en el parlamento que se decreten las leyes correspondientes y así asegurar la implementación de las demandas del Congreso.
Aquí en Rusia no se puede discutir abiertamente las condiciones de los trabajadores ni presentar peticiones, y no tenemos parlamento. Es ridículo esperar que el gobierno implemente las demandas del Congreso. Toda ley que favorezca a los trabajadores debe ganarse en la lucha, tal como se ganó en las luchas de 1885 y 1887; pero incluso cuando se gana, su implementación es constantemente ignorada y no implementada. Para ganar una protección laboral genuina, los trabajadores deben ganar la libertad política, como lo han hecho sus hermanos, los trabajadores europeos. La lucha política es la única vía para que los trabaja-dores logren mejoras en sus condiciones. En la lucha por mejores condiciones de trabajo, por la libertad política y por un futuro mejor, la mujer trabajadora irá codo con codo con hombre trabajador.
1 La industria textil es aquella que abarca el procesamiento de di-versos materiales fibrosos: lino, lana, algodón, goma espuma.
2 Con «proletario» nos referimos a una persona que no tiene posesiones y que vive sólo de lo que recibe por trabajar contratado por otras personas, o, como dicen los libros, vive de vender su fuerza de trabajo. Un trabajador es un proletario, pues sólo vive de vender su fuerza de trabajo.
3 Lo mismo puede decirse del trabajo de una mujer en lo que se conoce como «industria doméstica». Muchas fábricas están felices de asignar trabajo para que se haga en casa. Por ejemplo, los dueños de las fábricas dan, por trabajo externo, el encolado de tubos de cigarrillos y envoltorios de dulces, etc. Para asegurar ese trabajo, quienes lo toman reducen al mínimo lo que cobran. Son trabajadoras a destajo y reciben salarios tan bajos que, incluso trabajando desde la mañana hasta la noche, sin descanso, sólo obtienen centavos. Aceptan ese trabajo ya que no hay alternativa, y hasta las ganancias más míseras sirven de sustento a la familia. Pero, claramente, ese trabajo a domicilio no le da independencia a la mujer, sino que sólo le resta fuerza.
4 La mujer es una esclava en la casa y ser dependiente es lo que la define.
5 Zetkin es una de las líderes más destacadas y talentosas del movimiento de mujeres trabajadoras en Alemania