El Chasque 91
23/06/2023
Julio Castillo
Frente a la crisis hídrica el Cardenal Sturla hace su ruego para que llueva:
“Dios nuestro, en quien vivimos,
nos movemos y existimos, te pedimos
que nos concedas las lluvias necesarias
para que, ayudados por los bienes de la tierra,
anhelemos con más confianza los bienes eternos.
Virgen de los Treinta y Tres
Beato Jacinto Vera, ruega por nosotros.”
No es la primera vez que sucede este acto proveniente de la máxima autoridad eclesiástica de la iglesia Católica de Uruguay, y no podemos criticarlo ya que es claro creyente de los milagros y de la existencia de una fuerza-ser superior que todo lo determina. Podemos estar de acuerdo que trae tranquilidad espiritual el rezo para quienes creen, al igual que el Cardenal Sturla, que la vida y su discurrir se encuentra en manos de “otro”.
Es sabido que dentro de los seguidores al culto católico y creencias en la existencia de un ser superior se encuentran muchos políticos con responsabilidad en los destinos de la patria y que hoy son gobierno. Como respuesta a la actual crisis hídrica por parte de muchos de ellos ha sido desde realizar “cadenas de rezos” a propuesta por ejemplo del Presidente del Honorable Partido Nacional, “rezar un poquito para que llueva”, dejando de lado toda acción práctica o acciones concretas para dar solución a la emergencia que provoca la actual crisis hídrica.
Entendemos que el Cardenal Sturla le rece a Dios para que llueva. Es su trabajo y por lo que le paga el Vaticano. A él no le vamos a exigir una respuesta práctica o científica de cómo solucionar la situación hídrica o respuestas legislativas a la emergencia sanitaria y económica que provoca el no acceder al agua potable.
Sin embargo, sí vamos a exigirle a las personas que entendieron estar a la altura de las circunstancias para hacerse cargo de los destinos de la patria. El asumir la responsabilidad política implica entender que se puede modificar o incidir en los acontecimientos y en la realidad. No vale para ellos la excusa de que la crisis hídrica se explica por la voluntad o estado de ánimo de “algo externo” que hace que no llueva y para que lo haga es necesario ponerse de rodilla y rogarle. Es evidente que toda esta puesta en escena apunta efectivamente a dejar por fuera al gobierno en su responsabilidad de la actual emergencia sanitaria que provoca la no existencia de agua potable en Montevideo y zona metropolitana.
Ante estas actitudes místicas surgen algunas preguntas:¿Para qué asumen responsabilidades políticas si para esos políticos existe “un otro” que determina a priori el derrotero de la vida o el destino de un país? Simplemente rezando resolveríamos todos los problemas. Las otra reflexión lleva a preguntar si Dios es sordo o está enojado con los uruguayos. ¿La crisis hídrica es un adelanto del Apocalipsis o es el castigo por haber votado a los mercaderes del templo?
Por suerte no vivimos la crisis de la central nuclear de Fukushima. Estaríamos literalmente fritos.
No es sequía.
Es real que esta situación que vivimos hoy en el área metropolitana tiene posibilidad de expandirse a todo el territorio si no abordamos el tema del agua en forma integral ya que la actual crisis hídrica relacionada a una sequía extensa en el tiempo no es algo vinculada directamente con la existencia de Dios, sino provocada como consecuencias de la actividad humana en el territorio y a nivel global.
El cambio climático negado por los ultracapitalistas como Trump o Bolsonaro no es un cuento imaginario sino que es resultado de un modelo de desarrollo productivo realizando desde hace mucho tiempo sobre el planeta.
Uruguay vivió un crecimiento acelerado de la actividad productiva en el último período, principalmente de la mano de la agroindustria. Tanto la expansión de la producción agraria de la soja, la forestación, la instalación de las primeras pasteras (actualmente son tres) y la tradicional producción ganadera creció a la luz del importante impulso de los precios internacionales de los comodities. De esta forma Uruguay ingresó a la famosa “revolución verde” con la soja, así como la industrialización de la pulpa de celulosa con amplia extensión de las áreas forestales.
La producción ganadera, agrícola, forestación, pasteras y actualmente del hidrógeno verde necesitan un recurso vital para su realización: el agua. Mientras estas actividades económicas acceden al agua en forma gratuita, la mitad de los uruguayos no cuentan con agua potable para su consumo.
El modelo extractivo sin límites y sin controles implica un aumento en la presión negativa sobre el medio ambiente, particularmente sobre los cursos de agua dulce provocando mayores niveles de contaminación. Esa contradicción entre “desarrollo-medio ambiente” que veíamos en programas televisivos sobre otros países, con consecuencias nefastas, hoy se terminó instalando en Uruguay mostrando un adelanto de lo que será si no cambiamos la forma de acceder a los recursos naturales y particularmente el agua dulce.
La crisis hídrica la pagan los pobres y los trabajadores.
Uruguay hizo un plebiscito constitucional que devino en una reforma que establece el marco legal sobre el uso del agua y que hoy están violando.
ARTÍCULO 47:
El agua es un recurso natural esencial para la vida. El acceso al agua potable y el acceso al saneamiento, constituyen derechos humanos fundamentales.
La política nacional de Aguas y Saneamiento estará basada en:
a) el ordenamiento del territorio, conservación y protección del Medio Ambiente y la restauración de la naturaleza.
b) la gestión sustentable, solidaria con las generaciones futuras, de los recursos hídricos y la preservación del ciclo hidrológico que constituyen asuntos de interés general. Los usuarios y la sociedad civil, participarán en todas las instancias de planificación, gestión y control de recursos hídricos; estableciéndose las cuencas hidrográficas como unidades básicas.
c) el establecimiento de prioridades para el uso del agua por regiones, cuencas o partes de ellas, siendo la primera prioridad el abastecimiento de agua potable a poblaciones.
d) el principio por el cual la prestación del servicio de agua potable y saneamiento, deberá hacerse anteponiéndose las razones de orden social a las de orden económico.
Toda autorización, concesión o permiso que de cualquier manera vulnere estos principios deberá ser dejada sin efecto.
Las aguas superficiales, así como las subterráneas, con excepción de las pluviales, integradas en el ciclo hidrológico, constituyen un recurso unitario, subordinado al interés general, que forma parte del dominio público estatal, como dominio público hidráulico.
El servicio público de saneamiento y el servicio público de abastecimiento de agua para el consumo humano serán prestados exclusiva y directamente por personas jurídicas estatales.
La ley, por los tres quintos de votos del total de componentes de cada Cámara, podrá autorizar el suministro de agua, a otro país, cuando éste se encuentre desabastecido y por motivos de solidaridad.«
Para Uruguay contar con agua potable fue durante mucho tiempo un orgullo y una garantía para evitar enfermedades que en otros países eran devastadoras. Actualmente ese distintivo ya no existe, Montevideo y el área metropolitana no tiene agua potable. Más de la mitad de la población. Poco a poco vamos perdiendo aquello que a todo uruguayo nos orgullecía y que había sido acumulado en el tiempo como políticas de Estado.
Hoy la única medida que ha tomado el Gobierno ante esta situación de falta de agua potable es bajar los impuestos a las aguas embotelladas. Por otro lado hay una negativa a bajar la tarifa de OSE con el argumento insólito que si aplican esa medida se va a incrementar el uso del agua cuando en realidad hay que ahorrar. Lo cierto es que no garantizan agua potable y además pagamos un servicio que no es tal empujando a que la gente compre agua embotellada. La baja de impuestos no se va a sentir en forma inmediata por los stock existentes en los comercios. Quienes terminan pagando el pato son los trabajadores y los sectores más pobres de la población que no tienen otra que beber y usar un agua que no es potable.
Es capitalismo.
El agua dulce a nivel mundial se encuentra comprometida por el mal uso y por el impacto de la actividad productiva sobre ese recurso natural esencial para la vida.
El capitalismo y los modelos extractivos no se detienen ante nada, no tienen sentimientos y lo único que los mueve es obtener la mayor ganancia posible.
Y para eso también necesitan un marco político, jurídico y social que los avale. Basta recordar el ataque brutal durante el gobierno de Bolsionaro sobre la Amazonia por parte de las empresas mineras y ganaderas, incendiando extensiones enorme de bosques naturales. ¿Cuánto puede impactar esta acción devastadora sobre el pulmón del mundo? No lo sabemos, pero va a participar en los cambios futuros de las corrientes marítimas que son responsables de los climas en los diferentes continentes y países. Períodos más largos de sequías o grandes inundaciones, modificaciones en los diferentes sistemas ecológicos, etc.
En el caso de Uruguay el crecimiento y la instalación de industrias de la celulosa, la extranjerización de la tierra, la producción de la soja en grandes superficies de territorio, la Ley de riego que permite el embalse de los cursos de agua se realizó, y nos duele decirlo, bajo los gobiernos del Frente Amplio. Se promovió la inversión extranjera sacando de arriba de la mesa barreras impositivas y ambientales con las consecuencias sabidas. Actualmente este gobierno apunta a profundizar ese modelo y por ende agravar la situación hacia el futuro inmediato.
Lo que decidamos hoy definirá si Uruguay será un país viable para vivir.
Es imprescindible tomar partido con respecto a que modelo productivo queremos desarrollar y como vamos a preservar ese recurso vital para la vida: el agua dulce.
No podemos ser complacientes o mirar para el costado.
Le exigimos al Frente Amplio una definición programática al respecto y convocar a la lucha concreta junto a las sociedad civil y organizaciones sociales en defensa del agua.
Le exigimos al PIT-CNT que levante la bandera de la defensa del agua y lo incluya dentro de los temas de debate hacia el Congreso del Pueblo.
En esto se nos va la vida.