El reciente spot que publicamos en Hemisferio Izquierdo sobre la distribución del ingreso en el agro ha despertado todo tipo de críticas, apoyos, insultos, elogios y otros mimos. Uno de los más bellos nos los dedicó Pablo Roselli, socio de Deloitte, una de las consultoras que se dedican a asesorar empresarios y hace años viene pregonando a favor de la desindexación salarial y la congelación del gasto, quién nos invitó a respetar la “legítima propiedad privada”.
Para tratar de comprender la crisis del agro es necesario el análisis en profundidad y desde el punto de vista de los distintos intereses en pugna, de la lucha de clases. Para ello comenzamos reproduciendo un artículo de hace poco más de un año publicado en Hemisferio Izquierdo. QueHacer.com.uy
¿Y dónde está la renta? Los terratenientes agrarios en el Uruguay contemporáneo(1) 7 Nov 2016 Por: Gabriel Oyhantçabal*
Durante los últimos 15 años Uruguay transitó un intenso proceso de crecimiento económico ligado a un contexto internacional de altos precios de los “commodities” y al flujo de capital extranjero que recibió el país. La acumulación de capital, que se expresó en altas tasas de inversión en comparación con la media histórica, se produjo en varios sectores de la economía, con especial protagonismo del sector agropecuario.
"En el corto y mediano plazo es inviable que Uruguay renuncie a los dólares que resultan de sus exportaciones primarias, por lo que lo que se llama “extractivismo” continuará siendo una realidad que se impone por la fuerza de la actual división internacional del trabajo. Oponer a ello una propuesta basada en la pequeña propiedad semi artesanal sería insostenible política y económicamente. El problema planteado es cómo le oponemos a la deriva del capital un proyecto de base productiva capaz de sostener un país con su gente adentro. Esto no se resuelve en el campo de la política económica. En última instancia la llave maestra de la cuestión económica está en la agenda dura de la política: el problema del poder, la propiedad y la matriz productiva. No es un asunto de tecnócratas o gestores. La forma de reproducción de la economía uruguaya contiene en si misma su propio límite. Al dinamizar la acumulación cambiando renta del suelo por bienes importados abaratados a través de un dólar bajo se inhiben las posibilidades del desarrollo de sectores productivos capaces de competir internacionalmente. Lo que dinamiza al capitalismo uruguayo al mismo tiempo lo confina a reproducir su matriz productiva. Es un problema congénito del cual solo puede salirse con una redefinición del poder político de clase que sea capaz de apropiarse de la renta del suelo y ponerla al servicio de sectores con capacidad de una inserción sostenible a escala mundial, algo que es solo posible en el marco de la agregación de una escala continental, por lo que la integración regional es fundamental.
Desde 2015 hasta el momento a mediados de 2017 se implementó una política de ajuste que tuvo como objetivos prioritarios declarados la reducción del déficit fiscal y la inflación; los objetivos no se alcanzaron en 2016, la inflación y el déficit fiscal fueron mayores que en los dos años anteriores. Sin embargo el apoyo del FMI y de las empresas calificadoras de riesgo se mantuvo.
Esta situación permite considerar que los objetivos reales no eran los declarados. Lo que se logró en estos dos años fue el aumento de la deuda externa, se mantuvieron altas las ganancias y los intereses, los acreedores externos cobraron puntualmente y las Inversiones Extranjeras Directas (IED) pudieron enviar ganancias al exterior. En síntesis, se logró la seguridad y la rentabilidad del capital financiero
Se utilizaron como instrumentos la contracción de la demanda interna con un consumo privado estable y caída de la inversión pública, aumentos de tarifas de empresas públicas para aumentar los ingresos públicos, contención de los aumentos de salarios y pasividades reales. Se aceptó la reducción del número de personas trabajando, el aumento del desempleo, el deterioro de la calidad del empleo y la estabilización del número de personas pobres.
Era posible una política alternativa compensando la caída de la demanda externa con un aumento de la demanda interna, priorizando los niveles de actividad y de empleo, lo que podría lograrse con mayores impuestos al capital y sus ingresos, aumentos de salarios y de la inversión pública.
El presidente Tabaré Vázquez continúa su cruzada por inversiones mientras nuestros grandes empresarios, cuya riqueza vemos en un impresionante estudio de Jorge Notaro, se ocupan en protestar. Sábado 24 de diciembre de 2016 Por Carlos Luppi
¿Porqué el presidente Tabaré Vázquez recorre el mundo, desde Argentina y España hasta China, en busca de inversionistas que financien los ferrocarriles que no sólo harán viable la instalación de la segunda planta de UPM, sino que diseñarán una nueva infraestructura nacional, distinta de la que construyó el sanguinettismo? ¿Por qué esos recursos, que implican el mayor impulso keynesiano (más de 10% del PIB) en los últimos 50 años, deben buscarse en el exterior y no en el ahorro nacional, que es cuantioso, tal como lo demuestra el economista Jorge Notaro en su trabajo Los ingresos del capital. Uruguay 2008-2013? El esclarecedor texto afirma en su parte medular: “El promedio anual de ingresos del capital comprobados, después del pago de impuestos, durante los últimos cuatro años del período investigado fue de 10.306,9 millones de dólares, algo más del 20% del PIB, de los cuales 8.257,7 [son] del capital nacional. Una estimación preliminar para 2014 de los ingresos del capital después del pago de impuestos los ubica en el 19,5% del PIB, lo que representa 11.161 millones de dólares de los cuales 8.970 [son] del capital nacional (que son más de 13 veces superiores a los captados por la Encuesta Continua de Hogares en el mismo período) y 2.191 millones [son] del capital extranjero. La presión fiscal sobre los ingresos del capital fue 10,5%. Del total de ingresos del capital nacional sólo el 7,8% es captado por la Encuesta de Hogares, lo que cuestiona los Índices de Gini calculados con información de esa fuente. […] Después del pago del IRAE [Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas] y del IRPF [Impuesto a la Renta de las Personas Físicas], los ingresos del capital son algo más del 21% del PIB y antes del pago de impuestos representan algo más del 23% del PIB. Si se establecen hipótesis de evasión y se consideran los ingresos de patrones, directivos y gerentes se llega a 16.879 millones de dólares anuales, que representan algo más del 30% del PIB”.