ESPACIO COMUNISTA
BASES PARA UN DEBATE NECESARIO
¿Porqué nos seguimos definiendo como comunistas?
¿Es acaso por hábito, por rutina, por pereza mental a los cambios?
¿Es por tozudez, por no dar el brazo a torcer?
¿Es por un primario sentimiento de fidelidad a las viejas banderas?
No.
1) SOMOS COMUNISTAS porque creemos y luchamos por una sociedad comunista, una
sociedad libre de hombres libres, una sociedad sin clases, sin explotados ni explotadores,
sin discriminaciones en razón de raza, ideologías, edad o género, en la que el trabajo
deja de ser un factor alienante para recuperar su condición como rasgo vital de la
especie, en la que la humanidad, como lo definiera Federico Engels, pasa finalmente del
reino de la necesidad al reino de la libertad y el hombre sustituye la depredación de la
naturaleza propia del capitalismo por su uso racional, armónico y preservador de la vida.
Formamos parte del movimiento real de la humanidad hacia la superación positiva del
régimen económico-social capitalista, intentamos en todo momento impulsar los intereses
de dicho movimiento en su conjunto y hacemos el esfuerzo por tener y desarrollar hasta sus
últimas consecuencias la conciencia científica, práctico-crítica, del mismo.
2) ESTA META NO ES UNA ILUSION O UNA UTOPIA INALCANZABLE. Hace ya 140 años,
Carlos Marx supo prever, genialmente, como se irían gestando en el seno mismo del
capitalismo las condiciones de su propia superación. El desarrollo impetuoso de las
fuerzas productivas, con transformaciones radicales en su estructura, generado por los
avances de la ciencia y su incorporación creciente y directa a la producción, ha puesto
de relieve una insalvable contradicción del sistema, que se muestra incapaz de resolver:
un enorme crecimiento de la productividad del trabajo, que engendra ya las condiciones
materiales para el desarrollo libre y pleno de los productores (condiciones materiales del
comunismo), en tanto la regla de oro del capitalismo, esto es, la obtención de la tasa
máxima de ganancia, conduce a la miseria de los más, a la concentración de la riqueza
generada por esa productividad creciente en los menos, a la desocupación y a la
marginación de sectores cada vez más amplios de la población humana, y en definitiva al
freno, a la utilización caótica y al despilfarro de esas enormes fuerzas productivas que
la inteligencia del hombre ha desatado.
Profundos cambios se producen al mismo tiempo en las clases sociales. Cada vez más,
científicos, tecnólogos, investigadores, se incorporan a los procesos productivos y
modifican la estructura del mundo de los asalariados. Más allá incluso de las
contradicciones de clase, se generan en torno a problemas como la ecología, los derechos
de sectores discriminados en razón de género o raza, los problemas éticos de la ciencia
y la cultura, fuertes movimientos cuestionadores del sistema, que adquieren cada vez más
clara conciencia que en la esencia del mismo existen "umbrales de viabilidad"
que lo hacen incapaz de resolverlos.
Por otra parte, se agudiza el abismo entre el centro y la periferia, entre el mundo
altamente desarrollado y las extensas zonas del mundo subdesarrollado y explotado por
aquél, generando en unos y otros situaciones sociales explosivas y potencialmente
revolucionarias.
La humanidad tiene ante sí, por tanto, la superación histórica del capitalismo. Y
repetimos la afirmación de Marx, de que "la humanidad no se propone nunca, más que
tareas que ella misma puede resolver" para reafirmar que se trata, no de una simple
expresión de ideales, sino de una conclusión acorde con el desarrollo de la historia.
También reafirmamos con Marx que los "supuestos objetivos" de la superación
del capitalismo no bastan por sí solos para que tal superación se produzca. Hace falta
la acción consciente de los hombres, verdaderos hacedores de la Historia.
Y volvemos a Marx: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, se trata de transformarlo".
Se trata pues, de resolver esa tarea, puesta en el orden del día del desarrollo
histórico. Para ello se requiere la organización política, en todos los planos de la
actividad social de los hombres, y, por supuesto, la expresión política de los
comunistas.
3) CORRESPONDE ENTONCES PREGUNTARSE: ¿sobre qué supuestos debe descansar la
estructuración de esa expresión política?, ¿para qué tareas?, ¿con qué modos de
relacionamiento y de inserción en y hacia la sociedad?.
Rechazamos todo proceso de reconstrucción que consista en el montaje, ladrillo a
ladrillo, de la estructura existente hasta la crisis actual, tanto la del PCU como la
crisis más general del movimiento comunista derivada del derrumbe del campo socialista y
la desaparición de la URSS. Y si bien la crisis del PCU se inscribe en esa crisis general
del movimiento comunista, creemos que tiene además, en su origen y permanencia, raíces
propias, ideológicas y estructurales, que es necesario analizar.
Esa estructura demostró tener graves defectos de construcción y no soportó la prueba
de la historia.
No hay, por tanto, reconstrucción posible que no parta de un cuestionamiento
autocrítico profundo de los errores que cometimos y de los que se cometieron en la
construcción de las sociedades que pretendían superar el capitalismo y abrir paso al
futuro comunista, y que saque las debidas conclusiones de tal cuestionamiento.
Esto no implica renunciar al pasado. Por el contrario, reivindicamos nuestra historia,
con toda su carga de glorias, de aportes al progreso social, político y cultural de la
humanidad, y a pesar del lastre de errores, de autoritarismos y de tragedias que también
la componen y frente al cual no pretendemos hacernos los distraídos.
Ninguna transformación revolucionaria en la historia de los hombres ha estado exenta
de errores y excesos.
La revolución burguesa iniciada en Francia en 1789, para citar un ejemplo, se enseña
hoy en nuestras escuelas y liceos como la revolución de los derechos del hombre y del
ciudadano, la de la Ilustración, de la igualdad de los hombres ante la ley, de la
democracia representativa y el sufragio universal.
Aportó, sin dudas, al progreso social y político de la humanidad, y nosotros no
vacilamos en aceptar y valorar tal aporte.
Pero, ¿y los actos de barbarie cometidos en su nombre?, ¿y la guillotina como emblema
de su poder?, ¿y el corte de cabezas, de reyes y aristócratas, pero también de
revolucionarios?, ¿y su expansión a sangre y fuego por el mundo?.
También la revolución proletaria iniciada en Rusia en 1917 expandió por el mundo
nuevos y más justos principios: los del fin de la explotación del hombre por el hombre,
los de la solidaridad y el internacionalismo, los de la igualdad de las naciones, grandes
o pequeñas, los de la justicia social. Estos principios encarnaron en millones y millones
de hombres en el mundo entero, y no han desaparecido porque la revolución haya sufrido
tal derrota, o no haya sido capaz de cumplirlos a cabalidad, o se haya ensuciado en actos
de barbarie.
Lo que no podemos aceptar es la hipocresía falaz de la burguesía, que no se cansa de
agitar su dedo acusador ante los excesos y los errores cometidos en la obra revolucionaria
de los proletarios, mientras tiende un piadoso manto de silencio sobre sus propias
barbaridades, las que cometió en su pasado revolucionario, y las que sigue cometiendo en
su presente de clase dominante.
Pero eso no es ninguna excusa para nosotros. De ahí nuestra actitud crítica. Porque
nos proponemos no reincidir en los errores del pasado. Comenzar a precisarlos, a examinar
sus causas es por tanto parte esencial de este debate.
Pensamos en tal sentido que el derrumbe del campo socialista, la desaparición de la
URSS, debe verse a la vez como una derrota y como un fracaso.
Derrota por lo que ha significado como expansión del capitalismo prácticamente a todo
el planeta, como el fin de muchos procesos de liberación nacional, como el desconcierto y
la desesperanza que ha provocado en amplios sectores de los pueblos del mundo.
Fracaso en cuanto a la concepción de un proceso de construcción de una nueva sociedad
marginando la participación democrática de las masas populares en esa construcción, y
en cuanto a que no logró resolver en definitiva su tarea histórica de tránsito hacia el
comunismo.
Pero por sobre todo, se trata además de generar un proceso de investigación
científica, incluso en el plano internacional, que contribuya a arrojar luz, entre otros,
sobre los siguientes aspectos:
a) El carácter de las relaciones sociales que se construyeron en el llamado
"socialismo real", y en particular de la URSS, utilizando para ello la
metodología dialéctica-histórica del marxismo, es decir, comenzando por las relaciones
de producción que realmente existieron.
¿Los trabajadores en realidad "se apropiaron" de los medios fundamentales de
producción en nombre de toda la sociedad? ¿Generaron las estructuras estatales o
partidarias un nuevo proceso de alienación del trabajo? ¿Que consecuencias
super-estructurales, políticas, institucionales, ideológicas, etc., a su vez tuvo este
proceso y cómo éstas contribuyeron a reforzar el carácter de las relaciones sociales?
b) El peso de las "peculiaridades rusas" en el proceso ulterior a la
revolución de 1917.
c) El papel de la lucha de clases en el plano internacional y sus consecuencias en los
procesos económicos y políticos que vivió la revolución en sus diversas etapas.
d) La incidencia de los procesos de burocratización en el rezago tecnológico y en la
no resolución de la satisfacción plena de las necesidades humanas en el conjunto de
países ex-socialistas.
Esta investigación, al formar parte del proceso de reflexión del movimiento en su
conjunto, debe concebirse como la búsqueda de una "síntesis superior". Será
por tanto un proceso de alcance mundial, de carácter histórico, y de masas, es decir,
del propio debate y del proceso de contrastación con la práctica, al que los comunistas
uruguayos deberemos aportar.
4) LA TAREA DE SUPERACION DEL CAPITALISMO, de "cambiar al mundo de
base", es una tarea revolucionaria.
La revolución es en sí misma un largo proceso histórico. No se agota en un día con
el "asalto al poder". Incluso puede no contener necesariamente ese ingrediente.
Puede tener avances y retrocesos, puede incluir etapas o vías de aproximación, más o
menos prolongadas.
Pero incluye, necesariamente, el cambio de clases en el poder, la sustitución de las
clases que expresan el dominio capitalista por las "clases alternativas", con la
clase obrera como eje, destinadas a construir la nueva sociedad.
Somos, pues, revolucionarios. Y concebimos la revolución, en todo su proceso, a lo
largo de todas sus etapas, como una obra de los pueblos. Nada sustituye el protagonismo de
las masas. Son ellas las constructoras de los cambios. Es el mejor antídoto contra los
errores, las frustraciones y los fracasos.
Por otra parte, nuestra historia y nuestra realidad actual sustentan estas
concepciones.
Quien se pregunte como es posible conciliar la democracia con los procesos
revolucionarios que piense en Artigas y el pueblo en armas, en Artigas y la Asamblea de
los pueblos.
Quien se pregunte como es posible conciliar las formas representativas de gobierno
democrático y la participación popular que piense en nuestra propia experiencia del
Frente Amplio, con su doble condición de coalición de partidos y por tanto estructuras
democrático-representativas, y movimiento -comités de base- y por tanto expresión de
democracia directa y participativa.
Creemos en la necesidad de estudiar en profundidad nuestras experiencias nacionales a
la hora de elaborar la teoría de la revolución uruguaya.
Por tanto una auténtica organización política de los comunistas debe descansar en
estos preceptos. Debe ser capaz de orientar políticamente las luchas populares en sus
más diversos ámbitos, y al mismo tiempo aprender de ellas, enriquecer con ellas su
acervo ideológico y político. Sólo así podrá cumplir su papel.
5) ESTO NOS LLEVA A LA TEORIA DEL PARTIDO, y cómo concebimos un partido para
estos tiempos.
a) La concepción del partido como paradigma.
Nuestra teoría necesita hoy de una reflexión honesta, aquella que partiendo de un
modelo teórico referencial deriva todas las consecuencias posibles, analiza todas las
variables, es sistemática. Si no lo es no es honesta (cognitivamente hablando) porque
oculta por omisión, por desconocimiento, o por no correr riesgos. Las afirmaciones
producto de negaciones absolutas, no dialécticas, no son científicas.
Podríamos decir que nuestra teoría es nuestro paradigma, si entendemos por tal una
construcción humana-histórica que permite interpretar y transformar la realidad. Como se
comprende, los paradigmas no son dogmas, se niegan dialécticamente, es decir se superan,
se sustituyen por otros superiores que contienen negativamente al anterior.
La negación dialéctica es un proceso complejo y difícil en tanto supone
necesariamente afirmaciones superadoras. Si éstas últimas no aparecen la negación es
dogmática.
La necesidad de superar el paradigma surge históricamente. Tal vez habría que decir
que la práctica histórica los supera antes que la teoría, y que los nuevos paradigmas
surgen cuando se hace teoría acerca de la nueva realidad establecida en virtud de cambios
operados por y en el hombre, a instancias del paradigma anterior. Primero surgen
anomalías que es necesario ir equilibrando. Si esto es posible, entonces el paradigma
aún es válido, más allá de sus posibles reestructuraciones, y/o no hay condiciones
para su superación. Significa que los cambios desarrollados en virtud de las
transformaciones que el mismo permite aún no son exhaustivas. Si la historia aún no lo
superó, los intentos globales son idealistas.
En la praxis humana, en la construcción histórica real hay que buscar, sea los
aspectos a re-equilibrar dentro de un paradigma, sea el nuevo paradigma. Podríamos decir
que la síntesis (esto es, la elaboración de un paradigma) es praxis humana expresada en
pensamiento.
Ahora bien, la praxis humana es siempre colectiva, pero la síntesis ¿lo es?.
Históricamente no lo ha sido, aunque a nivel de la ciencia cada vez lo es más, si
bien no totalmente, y es en las ciencias sociales donde el proceso es más complejo. ¿Son
los colectivos constructores los que hacen la síntesis, o es obra de colectivos
especiales, de organizaciones? ¿Cual es el peso de la labor de síntesis individual?
¿que aportan los colectivos? ¿pueden elaborar sin organización?.
Es la organización la que garantiza la síntesis colectiva. Da los elementos para que
ella sea posible, despliega sus vínculos con la sociedad (la conoce), dota a sus miembros
de los instrumentos para la realización de la síntesis (educa), crea el espacio, los
mecanismos, las formas orgánicas para el debate (democracia). Así, desde las distintas
experiencias, conocimientos parciales adquiridos, desde el modelo de interpretación
compartido y debatido es posible la generalización, la superación de las
interpretaciones de partida, el control del modelo de interpretación (su vigencia), la
anticipación y la toma de decisiones colectiva que se transforman en conducción de las
acciones posteriores.
b) Lenin y la teoría del partido.
Lenin realizó inmensos aportes al marxismo. En primer lugar rescató el contenido
revolucionario de las ideas de Marx, contenido que fue abandonado por sus continuadores de
la II Internacional. Estudió el capitalismo en su fase imperialista, los fenómenos de la
concentración monopólica y el dominio del capital financiero, las contradicciones
interimperialistas. Desarrolló la tesis sobre la viabilidad, a partir de tales
contradicciones y del desarrollo desigual del capitalismo en el mundo, de la revolución
proletaria, apoyada en la presencia de "eslabones débiles" en la cadena del
dominio imperialista (como resultó serlo, en los años de la 1º guerra mundial, el
imperio ruso) a partir de cuya ruptura pudiera destruirse la cadena en su conjunto, y
mostró que eso era posible con el triunfo de la revolución en Rusia.
Y si bien es cierto que los hechos no se correspondieron con estas predicciones en lo
que respecta al desarrollo de la revolución en Europa, no es menos cierto que a la postre
resultaron totalmente confirmadas en otra dirección, tan trascendente como aquella si no
más, en cuanto marcaron para siempre el curso posterior de la historia: nos referimos al
fin del colonialismo y el desarrollo de los procesos de liberación nacional, e incluso de
construcción socialista, en esa inmensa región del planeta que hoy llamamos tercer
mundo, todo lo cual es una herencia innegable de la experiencia revolucionaria rusa.
A partir de estos análisis, y como consecuencia ineludible de los mismos, Lenin
elaboró su concepción del partido necesario para la tarea revolucionaria planteada, y
contribuyó de manera decisiva a su construcción, en Rusia primero, y en el conjunto de
organizaciones que constituyeron la III Internacional.
Sin embargo, este es un momento en que esa construcción, el paradigma
marxista-leninista como lo hemos definido, presenta serias anomalías. Es posible
preguntarse si su crisis es equilibrable dialécticamente dentro del modelo, partiendo de
los hechos históricos, o si es necesario sustituirlo, superarlo. Debemos mirar de frente
estas alternativas, de manera científica, sin dogmatismo.
Si es el segundo caso, es necesario presentar la alternativa de un modelo superior,
más abarcador y más eficiente en la determinación de las interpretaciones y/o
explicaciones, anticipaciones y transformaciones realizables a partir del mismo.
Si es el primer caso, hay que ir analizando los enunciados, desde los más generales a
los menos generales, en relación con los hechos históricos para determinar la razón de
la anomalía y determinar los niveles de error, pudiendo así definir si son estructurales
a nuestro marco referencial o son a nivel de teorizaciones histórico concretas
construidas sobre la base de dicho marco con menor generalidad y universalidad (aunque no
se hayan entendido así en el momento que se formularon), reformulables sin afectar la
estructura del modelo.
Creemos por tanto que lo que pudiera haber sido válido para los partidos comunistas
construidos a partir de tal configuración, en esa etapa inicial del movimiento comunista,
y para las tareas revolucionarias concretamente planteadas en la Europa de esos años, no
necesariamente debía ser válido en la totalidad de sus enunciados, en etapas posteriores
para tareas de otro tipo y en las más variadas regiones del mundo, y, obviamente, no
tienen porqué serlo hoy y aquí, y que un análisis sistemático de sus anomalías debe
ser necesariamente realizado.
En consecuencia, valoramos las ideas de Lenin relativas al partido como una guía para
la acción, no como un dogma infalible o un recetario de validez universal, y rescatamos,
al mismo tiempo, el contenido enriquecedor del marxismo de toda su obra teórica y
práctica.
c) La crisis partidaria en relación a la crisis en la URSS y a la crisis en nuestro
modelo teórico que la primera genera necesariamente.
La primera alternativa de solución, expresada en la URSS en la política que se inicia
con Gorbachov y la perestroika, y en el proceso posterior de restauración capitalista que
Yeltsin lleva hasta sus últimas consecuencias, significó una renuncia a todo en el marco
de una postura pragmática y oportunista, una negación no dialéctica.
A nivel nacional, entre los comunistas uruguayos, también esta alternativa estuvo
planteada.
El movimiento generado fundamentalmente desde las bases del partido y que lleva al
Congreso Extraordinario, y las consecuencias por todos conocidas, fue un movimiento
contradictorio en su composición, en sus objetivos, y en su visión de la salida y de las
causas de la crisis. Lo integraban sectores partidarios contrarios a todo análisis
crítico de nuestra teoría y de nuestra praxis, y sectores que no desconociendo los
problemas entendían que era necesario atender a la situación creada, reformular aspectos
de la organización y comenzar un proceso de debate hacia una nueva síntesis producto del
análisis, la investigación y la elaboración colectiva. Un gran ausente en esta crisis
fue la clase obrera dentro del partido conduciendo el proceso. Una idea común abarcó sin
embargo a todos: el de la necesaria vigencia del partido.
El proceso posterior, por distintas causas, condujo al abandono de todo esfuerzo de
real renovación, de análisis y de investigación en torno a las raíces de la crisis
para su efectiva superación, y afirmó el componente dogmático en la conducción del
llamado proceso de "recomposición" del partido. De hecho el actual partido
también hace una negación no dialéctica en su enfrentamiento con la opción de la
mayoría de la dirección "histórica" del PCU. Es que en momentos de crisis, en
momentos de necesidad de cambios para responder a nuevas realidades, lo más difícil para
una organización tan compleja y con una historia tan rica como la de nuestro partido, es
lograr determinar que conservar y que descartar. Es en la dialéctica entre conservación
y ruptura donde los comunistas uruguayos no hemos logrado establecer los cambios, nos
hemos jugado, de manera simple, al todo o nada.
d)Esta dificultad expresa fundamentalmente el hecho de una organización que no surge
con la crisis, sino que contiene en su seno las causas de su génesis y de su no
superación. Es en su historia que debemos buscarlas.
La llamada "reconversión". Sin pretender hacer un análisis exhaustivo de
los factores de la crisis producto de nuestra historia, pensamos que a la salida de la
dictadura se cometieron errores graves en la forma en que se pretendió integrar las
distintas vertientes y experiencias vividas por la organización y sus cuadros en la lucha
contra la dictadura. Se hablaba de la cárcel, el exilio y la clandestinidad, se
recompusieron (en base a dicho planteo) direcciones y organismos en el esfuerzo de
recomponer la organización partidaria, y como corolario de esto, de muchas organizaciones
populares en las que el partido tenía un peso importante (sindicatos, comités de base,
organizaciones barriales y sociales de todo tipo). El objetivo, correcto y necesario, era
lograr hacer síntesis política y orgánica de la diversidad y riqueza de la experiencia
de un período tan complejo, que formó a tantos militantes en situaciones muy difíciles.
Pero ya no fue tan correcto el método empleado, pues en lo orgánico se intentó volver a
las formas organizativas del pasado, y en lo político la síntesis no fue producto del
colectivo debatiendo sino aceptando la elaboración de la dirección pre-dictadura
recompuesta. En este proceso cientos de militantes, combatientes durante la dictadura, se
alejaron de la vida orgánica, otros venidos del exterior o salidos de la cárcel jamás
se reintegraron, y por otro lado muchos nuevos militantes no encontraron en la vida
orgánica partidaria ni respuestas a sus interrogantes, ni verdaderas vías de formación
para los nuevos desafíos.
Es que el planteo de "la cárcel, el exilio y la clandestinidad" dejaba
afuera un sector fundamental, sobre todo en los años finales de la dictadura: el de la
lucha de masas, el de la labor legal o semi-legal, el que organiza sindicatos, comités de
base, el que organiza la derrota militar en el plebiscito del 80 y abre cauce a las
grandes demostraciones populares, y que estaba integrado por viejos militantes pero con
una enorme participación de jóvenes.
A nivel del movimiento sindical dicha política trajo efectos que creemos fueron muy
negativos para la organización y para el movimiento (basta recordar lo sucedido en el III
Congreso de la Central). Estos fenómenos no se han superado, y hoy el partido vive, en
otras circunstancias, una negativa situación en el relacionamiento de su dirección y los
cuadros sindicales, que amenaza con hacerle perder los rasgos de partido obrero, con
cuadros obreros en su dirección, que le fue característico desde su fundación.
6) POR TANTO SE TRATA DE CONSTRUIR UN PARTIDO generador, promotor y estimulador
del debate de ideas, tanto en el plano de la iniciativa de masas, en el múltiple y
complejo entramado de las organizaciones de la sociedad civil, como en el propio partido.
Un partido democrático, despojado de todo verticalismo, donde el comunista no sea ni
un simple hacedor de cosas ni un transmisor de orientaciones o directivas en cuya
elaboración no ha participado.
Por supuesto no queremos un partido que se eternice en discusiones que lo transformen
en inoperante. Pero las decisiones que se tomen sólo son válidas en la medida que esos
preceptos de democracia interna y de libre circulación de las ideas se han cumplido.
Creemos imprescindible introducir cambios substanciales en la concepción del partido y,
particularmente, de las normas que rigen su vida interna. Pensamos que ésta debe regirse
por la búsqueda paciente y tenaz de acuerdos consensuales, por vía de una discusión
democrática y libre, franca y respetuosa de las opiniones divergentes que existan entre
los comunistas y, más en general, entre las diversas corrientes políticas e ideológicas
de izquierda.
Tenemos claro que no todo puede ser objeto de consenso. El consenso es la expresión
social de los niveles de síntesis posibles en un momento histórico determinado, es la
expresión de hasta donde se ha avanzado la elaboración colectiva. El disenso es aquello
en lo que el colectivo no llega a síntesis o no puede aún concientizar colectivamente
que lo ha hecho. Por eso la importancia de ese trabajo de elaboración colectiva, de la
búsqueda tenaz de la superación de los disensos como fermento de nuevas síntesis
enriquecedoras.
Por una parte, en un partido que se propone luchar por cambios revolucionarios, en el
curso de la lucha de clases y de muy diversas capas sociales que, inevitablemente,
atravesará por etapas de duras confrontaciones, la coherencia fundamental de los
comunistas en torno a determinados temas y en diferentes momentos, es claramente
imprescindible para el éxito. Por otra, esa coherencia debe evitar los verticalismos
rígidos en que, como norma habitual, las mayorías impongan sus puntos de vista a las
minorías; en particular, cuando esas mayorías provienen de órganos de dirección, por
muy democráticamente que éstos hayan sido electos. La contradicción entre estas dos
situaciones puede aparecer y aparecerá inevitablemente en el curso de la acción del
partido, y la urgencia de la acción puede hacer necesario zanjarla de modo impostergable
por un voto mayoritario, aunque no se hayan alcanzado los niveles de consenso deseables.
Todo el partido, y particularmente sus órganos dirigentes, deben esforzarse por
reducir esas situaciones indeseables al mínimo posible. En cualquier caso, debe
reconocerse a los que hayan quedado en minoría el derecho a mantener sus opiniones, y a
replantear la discusión democrática de las contradicciones.
Sólo así el centralismo democrático y la disciplina partidaria pueden asumirse, como
corresponde, libre y concientemente. El propio concepto de centralismo democrático, en la
medida que la práctica política lo ha identificado con formas verticalistas de
dirección, reñidas muchas veces con la democracia, debe formar parte de las necesarias
redefiniciones a realizar en torno al carácter del partido.
Necesitamos un partido que estudie la realidad, si de verdad quiere transformarla. Que
examine los cambios estructurales en la economía y en las clases sociales introducidos
por el capitalismo en estas décadas finales del siglo, en el mundo, en la región, y en
nuestro país, y mas aún, el conjunto de los fenómenos complejos que se desenvuelven en
las modernas sociedades.
Un partido que no esté ajeno a los debates que entorno a la vigencia del marxismo se
promueven tanto fuera como dentro de fronteras, así como en general los mejores aportes
al conocimiento humano provenientes de la ciencia y la cultura, que se incorpore
activamente a los mismos y estimule la participación en ellos de sus afiliados.
Un partido con claras definiciones internacionalistas, pero al mismo tiempo fiel a sus
raíces nacionales, en la mejor tradición de partido uruguayo y frenteamplista con que el
PCU marcó su perfil durante muchos años.
La organización política de los comunistas se gestó en la síntesis de una doble
vertiente: su definición ideológica y plasmación concreta como partido de la clase
obrera, y la experiencia de masas en el desarrollo de las organizaciones sociales y
políticas del pueblo, marcadas por su carácter unitario y pluralista, movilizador y
democrático. Esta práctica política que abarcó a toda la sociedad uruguaya, y que tuvo
durante la resistencia y la salida de la dictadura a cientos de miles de uruguayos como
protagonistas, nos da las bases materiales para la reconstrucción de un partido tal como
lo venimos esbozando. Precisar y enriquecer estos conceptos es justamente uno de los
aspectos esenciales de este debate.
7) ¿UN PARTIDO PARA QUE TAREAS?
De un lado la tarea histórica de la que ya hemos hablado al comienzo de este
documento, esto es, la difusión de las ideas del socialismo y el comunismo, la lucha por
la superación del capitalismo, tarea reasumida, con el mismo espíritu crítico con que
lo hacemos nosotros, por millones de hombres y mujeres en el mundo entero.
Con ese marco, la afirmación de la democracia, la lucha por su defensa,
profundización y avance.
Objetivamente, la lucha democrática, coincide con el cuestionamiento del capitalismo
como sistema, por cuanto la concentración de las decisiones económicas y del gobierno
del mundo en manos de una oligarquía financiera transnacionalizada, el creciente
vaciamiento del rol de los estados y de los sistemas políticos de los países en cuanto a
la conducción de sus economías y de sus principales decisiones, el alejamiento del
hombre común de dichas decisiones, la monopolización y el manipuleo de los medios
masivos de información, todo este conjunto de fenómenos propios de la globalización
capitalista, entra en franca contradicción con la democracia.
Y en esa perspectiva, la tarea de recrear y enriquecer, en las nuevas realidades, el
concepto de democracia avanzada elaborado por el PCU, y en especial por Rodney Arismendi,
en la década de los 80.
La democracia avanzada es la piedra angular de nuestras concepciones y de nuestras
tareas.
Es el "desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias", está
en el centro del accionar de los comunistas uruguayos.
Y si bien es un proceso de profundización y ampliación de la democracia que se
desarrolla en el marco de una estructura social que sigue siendo capitalista, va creando,
en su propio desarrollo y en una síntesis dialéctica, las condiciones para su ruptura y
superación.
Se trata de generar, con la práctica política de las masas, " la construcción
de espacios alternativos que escapan, por su propio protagonismo democrático, a la
hegemonía de la clases dominantes". Espacios alternativos que atraviesan todas las
esferas de la sociedad, y en cuya construcción se va gestando la hegemonía de las clases
alternativas y la apropiación democrática de los roles de dirección en todos los planos
de la vida social: la producción material, la vida cultural, los medios de comunicación,
la administración de la sociedad, etc., siendo esto válido tanto en la etapa de lucha
por la superación del capitalismo como en la etapa de construcción de la nueva sociedad.
8) PARA LA CONSTRUCCION, o reconstrucción, de este partido, apelamos al espacio
de los comunistas uruguayos, en cuyo seno abrimos este debate.
¿Cómo definimos este espacio, quienes lo integran?
Pertenecen al mismo, objetivamente, todos aquellos hombres y mujeres de nuestro pueblo
que siguen identificados con el socialismo y el comunismo, esto es, con la construcción
de una sociedad sin explotados ni explotadores, la sociedad superadora del capitalismo,
delineada por Marx y Engels, y que conciben esta tarea de superación del capitalismo como
una tarea revolucionaria, que se apoya en la acción consciente de los hombres,
organizados políticamente a tal fin.
Muchos de estos hombres y mujeres integran actualmente el partido, y son parte
integrante de este espacio.
Otros, muchos más, han sido miembros del PCU en diversas épocas, incluso hasta un
pasado muy reciente, y han dejado de serlo, o se han retirado de la militancia. Componen
también el espacio de los comunistas uruguayos.
Pero por cierto, potencialmente, al tratarse de la necesidad de una síntesis superior
pueden formar parte de esta discusión todos aquellos revolucionarios que se propongan
enriquecer el debate desde sus experiencias de vida y sus perspectivas políticas, aunque
no hubieren pertenecido al Partido Comunista. Incluso en la izquierda existen reservas
culturales, unitarias, que sin lugar a dudas tienen que ver con la cultura política que
el partido contribuyó a conformar.
Interesa incluso a toda la sociedad, al conjunto de nuestro pueblo, pues el desarrollo
de este debate será un factor real en la construcción de su futuro.
Y especialmente nos dirigimos a los jóvenes, pues en sus manos está ese futuro a
construir.
UNA ULTIMA REFLEXION:
Nos proponemos contribuir a crear las condiciones para este debate, formulando lo más
claramente posible nuestras opiniones y aún nuestras dudas, en el bien entendido que no
van más allá de un conjunto de ideas primarias, de reflexiones, que habrán de
enriquecerse en la confrontación con otras ideas y con otras opiniones que el propio
debate genere.
No debe asustarnos tal confrontación. Al contrario, debemos provocarla, pues sólo de
ese germinar de visiones diferentes sobre un proceso tan crítico y removedor como el que
vivimos, de la profundidad y extensión del debate, podrá alcanzarse una síntesis
superior que coloque al partido de los comunistas a la altura del momento.
Confiamos en los compañeros. Nos une una visión común de la tarea histórica que
plantea la necesaria superación del capitalismo. Rechazamos por lo mismo, y llamamos a
rechazar, aquellas concepciones estrechas y sectarias que, en nombre de un mal entendido
"monolitismo" del partido sólo paralizan el pensamiento crítico de los
comunistas y terminan por resecar su organización y su accionar político concreto.
Los abajo firmantes, al suscribir el presente documento queremos expresar que nos
proponemos con él abrir un espacio de debate entre todos aquellos que en todo el país
comparten la necesidad de comenzar a elaborar colectivamente las respuestas a las
inquietudes y a las interrogantes formuladas en su texto.
Montevideo, 6 de Junio de 1997.
Abdala Marcelo, Abero Beatriz, Abero Stella, Alfonso Gabriel, Armespo Mario, Ayala
Gustavo, Brasesco Juan, Cal Ruben, Calacione Hugo, Canessa Juan, Castellano Milton,
Castellano Héctor, Castro Jorge, Colombo Alba, Fernández Julio, Ferrari Magdalena,
Fuentes Ismael, García Daniel, García Julio, García María del Carmen, García Pedro,
Guido Jorge, Guido Mónica, Israel Guillermo, López Ruben, Massera José Luis, Musto
Héctor, Pérez Daniel, Pernas María, Piriz Mario, Ruiz Celia, Rimedio Fernando, Seco
Héctor, Jorge Seco, Suarez María, Techera Beethoven, Trinidad Carlos, Turiansky
Wladimir.
Publicado en Tesis XI
