ANTE UN EVENTUAL Y MAS QUE
PROBABLE GOBIERNO DEL FA Y SUS ALIADOS A PARTIR DEL 2005, ¿CUAL HABRÁ DE
SER EL PAPEL A JUGAR POR LOS COMITES DE BASE Y LAS COORDINADORAS DE
NUESTRO FRENTE?
Frenteamplistas de la
Coordinadora B del FA en Montevideo se han planteado esta interrogante, lo
han debatido en un taller y se aprestan a resumir las conclusiones en un
documento que habrán de hacer llegar al conjunto del Frente, a su
dirección, a las estructuras partidarias y a las bases.
Como esta pregunta, o
parecidas, se la formulan muchos frenteamplistas, y ha dado lugar incluso
a expresiones periodísticas, quisiera incorporar las reflexiones de
alguien que desarrolla su militancia política en ese ámbito, el del comité
de base.
Durante muchos años, casi
tantos como los de nuestra vida institucional, los uruguayos fuimos
blancos o colorados. No todos, claro. Ya en el siglo XIX nace una
colectividad, la Unión Cívica, doctrinariamente católica, con figuras
relevantes como la de Juan Zorrilla de San Martín, pero pequeña como
fuerza política. Corriendo el siglo XX tendremos el P. Socialista y más
tarde el P. Comunista, así como corrientes de filiación anarquista. Pero
todas esas expresiones políticas juntas jamás pasaron electoralmente el 10
al 15% del voto ciudadano. Hasta la década del 60 del siglo XX,
básicamente, los uruguayos mantuvimos esa identidad blanca o colorada. Y
no sólo a la hora de votar. Lo éramos por familia, por tradición, por
adhesión a viejos y “gloriosos” caudillos, a sus símbolos, el poncho o el
sobretodo, a sus divisas. Digamos que era un “sentimiento”.
Algo empezó a cambiar, sin
embargo, en los años de inicio de nuestra gran crisis estructural, en los
años 50. La crisis, y las grandes luchas sociales que originara, conmovió
hasta los cimientos aquel “sentimiento”, dando comienzo a la ruptura de
adhesiones, con grandes masas de electores que ya no vacilaron en cambiar
su papeleta colorada por blanca, y viceversa.
La lucha popular, la
construcción de la unidad en el plano social, y su correlato en el plano
de la unidad política de la izquierda confluyó finalmente en 1971 en la
creación del Frente Amplio, generando un nuevo escenario político, social
y electoral en el país. Era posible, a partir de aquí, una tercera opción,
y ese trasiego hasta entonces circunscrito a las divisas tradicionales y
que expresara el descontento social podía encontrar otra vertiente, la
tricolor del Frente.
Ya en el año de su creación,
en 1971, casi un 20% del electorado optó por ella.
La creación del FA generó un
fenómeno propio de las grandes inflexiones de la historia, como lo es la
irrupción participativa de masas en el quehacer político, en la
“militancia”. Aquel militante estoico de las organizaciones políticas de
la izquierda histórica, tantas veces denostada, con razón a veces y muy a
menudo sin ella, se encontró con la nueva militancia, emergente de las
luchas callejeras, estudiantiles y obreras, en un ámbito nuevo, el del comité de base.
A partir de entonces el comité
de base representó la seña de identidad del FA y más que eso, una nueva
forma de hacer política, un primer ensayo de la democracia participativa a
construir en la sociedad soñada. Dió lugar asimismo a la génesis de una
nueva categoría política, por así decirlo, el frenteamplismo.
A partir de entonces, los
uruguayos comenzamos a sentirnos blancos, colorados, y también
frenteamplistas.
Porque es bueno tenerlo claro:
el frenteamplismo no se genera a partir de los partidos políticos que
componen el Frente. En esta afirmación no hay desmedro para ellos. Cada
partido tiene su propia identidad, y además integra la coalición FA. Pero
en tanto coalición, sus relaciones frenteamplistas son siempre relaciones
de dirección. Es sólo en la estructura de movimiento, en las bases, en
donde se genera la argamasa que da solidez, en donde se construye el “frenteamplismo”.
Si el movimiento desaparece,
si se debilita, si deja de ser una parte activa y fermental del FA, éste
sólo será un acuerdo de partidos, unidos en torno a un lema, todo lo
fuerte que se quiera, con sustento en un “sentimiento” frenteamplista
construido en un pasado “que ya fue”, pero correrá los peligros de los
otros partidos, los tradicionales, también apoyados en un sentimiento “que
ya fue” pero despojados de la argamasa democrática que sólo se genera en
la base. Entonces seremos una fuerza de izquierda por su programa, es
probable, pero no por la práctica de participación democrática sustancial
a ese pensamiento.
Y alertemos: coaliciones de
izquierda se han construido muchas en la historia reciente
latinoamericana. Ninguna tuvo la solidez y la permanencia de nuestro
Frente. Sería bueno reflexionar sobre las razones de esta diferencia.
¿Qué pasa hoy con los
comités de base, y que debería pasar en la perspectiva política del
posible triunfo electoral?
¿Qué pasa hoy?
Es verdad lo que muchos
compañeros frenteamplistas afirman, en cuanto a que los comités de base
han perdido la participación de otros momentos, que a veces se han vuelto
rutinarios o practicistas, que en ocasiones malas prácticas partidarias
los sectarizan, que no inciden realmente, o inciden muy poco, en la
política del Frente, etc. Pese a ello, repito aquí lo que una compañera
dijo en el debate a que hacía referencia al comienzo de esta nota: aún
debilitados, los comités son llamitas encendidas que no debiéramos
permitir que se apagaran.
¿Qué debería pasar?
Debería pasar mucho, y pronto.
Vamos a ser gobierno. Nos proponemos comenzar a desmontar un modelo
neoliberal implementado ya en los años de la dictadura, que tanto daño ha
generado al país, a su estructura productiva, a su pueblo. Vamos a chocar
con intereses muy poderosos. Vamos a necesitar desarrollar alianzas que
incorporen a la tarea a las grandes mayorías nacionales. Vamos a tener que
resolver urgencias, prioridades, marcar objetivos, año por año. Y vamos a
tener que desarrollar y hacer confluir, desde el pié, como diría Zitarrosa,
estructuras sociales y políticas en los barrios, en los pueblos, en los
centros de trabajo, allí donde viven y trabajan los uruguayos. Allí estará
el sustento, la solidez, y también, ¿por qué no?, el control ciudadano
sobre la obra de Gobierno, sobre el cumplimiento de los planes trazados.
¡Si será urgente y necesario
abordar la revitalización de las estructuras de base frenteamplistas, las
que tenemos o las que entendamos más acordes a los cambios producidos en
la sociedad!
Las que sean, pero ya.
Es por supuesto, tarea de los
militantes de las bases. Pero no sólo. Es tarea de todas las estructuras
del FA, de sus partidos, de las direcciones nacionales y departamentales.
Y es tarea también de todos
los frenteamplistas, de todos aquellos que se sienten convocados por el
desafío de alcanzar el gobierno y comenzar el cambio impostergable, que no
encuentran el espacio donde insertarse, donde incidir, donde ser más
útiles. Es tarea de todos.
Wladimir Turiansky.