Si. Es el
primero que se atreve y habla clarito. No se si será en la primera o segunda
lo que se ve es que asi no va. Para actuar distinto no es necesario perder
ninguno de los valores que hemos sabido mantener respeto por el adversario,
dispuestos al diálogo, etc. Nos atacan, mienten, dicen medias verdades,
distorsionan verdades pero nosotros no respondemos ¿porque no tenemos medios?.
No. Porque nunca los tuvimos. Parecería que no hemos resuelto el como actuar,
nos cuesta pasar a la ofensiva. No podemos permitir que acusen a nuestros
compañeros, injustamente, callándonos. No olvidar que eso le pasó al Ministro
del Tribunal de Cuentas al cual un subsecretario lo denunció por sentirse
ofendido. Asunto terminado. ¿ La verdad ? ¿Tenía razón el Ministro en su
denuncia? Si o No . Claro que tenía razón. Pero en lugar de tomar el tema de
fondo, todos se dedicaron, después, a homenajearlo. No alcanza. Pudimos
defenderlo denunciando, no lo hicimos. ¿ Hasta cuando ?
Rafael J. Bega ( Turco)
•
HUGO CORES (*)
Podría decirse que entre
los frenteamplistas existen ciertos indicios de desazón acerca de cómo se
desenvuelve la campaña electoral o de aprehensiones ante un cierto
estancamiento o retroceso en las intenciones de voto a favor del cambio.
No creo que esté
en cuestión, por ahora, el logro de un triunfo progresista en la primera
vuelta. De todos modos el desasosiego
de muchos compañeros merece habilitar cauces de intercambio de opiniones que
oxigenen el debate. Si vamos a lo substancial, podremos aventar los fantasmas
recurrentes acerca de que la derecha termine aprovechándose de nuestras
disensiones.
No creo en la
construcción de un discurso basado en gestos sino en conceptos claros,
comprensibles y fácilmente defendibles por un militante de izquierda.
Veamos algunos
hechos elocuentes. Esta semana, una agencia del gobierno ha brindado cifras
escalofriantes acerca del crecimiento del número de pobres en el país: se han
duplicado en tres años, también el crecimiento del número y del índice de los
niños pobres en relación a los adultos.
Después de
varios meses de anunciado el fin de la crisis y el comienzo de la
recuperación, resulta por demás claro que la reactivación no trae ni aumento
sustantivo del empleo ni mejoras en el salario real. Todo parece indicar que
todo seguirá más o menos dentro de estos cauces.
El aumento de
los asentamientos irregulares que crecen a un ritmo regular de un 10% por año,
es un parámetro a la vez brutal y silencioso al que me referiré más adelante.
En este
momento, según fuentes de la Intendencia de Montevideo, hay más de 7.700
carritos recolectores de residuos. Alrededor de 3 o 4 personas viven del
procesamiento de esa basura que por lo general se hace en los barrios en que
viven los hurgadores. ¡Es un mundo de gente! ¡Entre 20 y 30.000 personas!
¿Alcanza con
que aumente o se mantenga la miseria para conseguir una victoria electoral?
Creo que los viejos tiempos de ese tipo de economicismo están largamente
superados en la militancia de izquierda.
Es evidente
que no. Es más, el incremento de la miseria, al arrojar a la desesperación a
contingentes mayores de familias trabajadoras las hace más vulnerables a la
manipulación clientelar, y al histórico "tropeo de votos", artes y partes para
la que son expertos los partidos tradicionales, que por algo han estado más de
un siglo y medio en el poder.
La inseguridad
económica y la inseguridad en la preservación de la vida y la propiedad, lejos
de ser un obstáculo para la sociología del neoliberalismo, son funcionales a
sus objetivos.
Son, a la vez,
un paradigma, dado que en los asentamientos se opera la proclamada
supervivencia del más fuerte, el darwinismo social que provee directa o
indirectamente de matones y capangas al poder económico y al mismo tiempo
constituyen un factor de división del pueblo, de enfrentamiento violento entre
vecinos y delincuentes, enconados en una guerra de todos contra todos, sin fin
y sin perspectivas, con el estímulo más o menos abierto de los medios de
comunicación.
El clima
difuso de inseguridad, la apelación a las "políticas de mano dura" favorecen
también sentimientos que tienden a lesionar aun más el tejido social y al
hecho que cada vez aparezcan como menos visibles las causas profundas de la
inseguridad, que nace de las políticas de desindustrialización, de apertura,
desregulación y demás renglones del catecismo neoliberal.
Visto desde el
ángulo de la acción frentista, que es el que me interesa, la disgregación
(laboral y barrial) debiera acrecentar la importancia de la aglutinación por
intermedio de la identidad política, el fortalecimiento de las instancias de
base territorial de la izquierda, sus comités y coordinadoras. Pero sobre esto
no todos los partidos piensan lo mismo.
Otro factor de
"identificación y reagrupamiento" de los contingentes que el neoliberalismo
nos disgrega, debería aportarse por las voces de denuncia de los líderes de
izquierda, definiciones que, como un látigo, hagan oír en el país oficial la
fuerza de verdad que tienen las denuncias.
¿Para qué
otras cosas trascendentes servirían los lugares de la representación política
del pueblo, sino para decir con firmeza que se gobierna para los ricos y para
los ladrones y contra los trabajadores, los honestos y los pobres.
Sobre el
contenido preciso de esta denuncia, las cifras las aportan las oficinas y los
funcionarios del gobierno.
A los
dirigentes de izquierda les bastaría con interpretar y extraer conclusiones,
mostrar su rechazo y su propia indignación ante la injusticia y ponerse de
acuerdo en las medidas de movilización que canalicen, en sentido democrático y
frenteamplista, la rabia contenida de la gente.
Precarización del trabajo, inseguridad, criminalización de la pobreza no son
fallas a subsanar, contratiempos o torpezas del sistema. Por el contrario, son
todos recursos del neoliberalismo como paquete social y económico integral,
como propuesta totalizadora, como ideología, al servicio de la cual se han
puesto la burocracia del Estado y los que llevan la batuta en los medios de
comunicación.
Como se puede
apreciar, mi manera de ver la situación en estos tiempos preelectorales es
bien distinta a la de un compañero senador que sostenía que para ganar el
Frente Amplio debería explicar con calma y con mucha inteligencia las
características de sus propuestas programáticas, su visión del futuro del
país.
Según creo, la
responsabilidad de los dirigentes del Frente Amplio es decisiva para ganar
ahora en credibilidad. No tanto por la inteligencia con que se expongan
prolijos planes de futura estabilidad que den garantías a los inversores,
etc., sino en la denuncia de lo que hoy se oculta, la destrucción del tejido
social de la comunidad uruguaya.
Por vía de los
tugurios en el centro de la Capital, de los asentamientos marginales, drama
social que crece en silencio o desvirtuado por la televisión, o por la vía más
sofisticada de la migración masiva de jóvenes técnicos y trabajadores.
Duplicar los
pobres en tres años es una acción social, o más bien antisocial, drástica.
Empujar al
exilio a cien mil uruguayos es una actitud rotundamente drástica.
¿Las
inventamos nosotros, forma parte de la retórica del Frente Amplio o es lo que
nos cuentan en sus informes los funcionarios del gobierno?
Siendo los hechos así de
contundentes ¿en qué consiste la "táctica" o la "habilidad política" de no
denunciarlos con la rotundidad y la rudeza que tienen esos delitos contra la
sociedad?
La parsimonia y hasta los
buenos modales parlamentarios con que se aborda este drama social ¿no tendrá
algo que ver con la apatía y la indiferencia que se observa en algunos
ámbitos, como ser el universitario o en el los intelectuales y artistas?
Una de las formas que
asume la apatía es una actitud bastante extendida entre algunos de nuestros
conciudadanos: la delegación de criterio. El seguimiento lineal y obediente de
los razonamientos de otro. Fulano lo dijo. Y eso, a algunos, les basta. Lo
dijo y no se indignó ni llamó a rebelarse. Por algo será.
Hay algo de cómodo y de
inocente en este tipo de actitudes. Pero no puedo dejar de pensar que, como lo
cantaba Alí, la inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva...
Publicado en La Republica 31
de mayo de 2004
junio, 1º de 2004