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Turiansky, aunque conocido prefiero, sobretodo para los jóvenes, informarles: Comunista de toda la vida, Secretario General  de la Agrupación U.T.E. , miembro de la CNT (en el período de los 60 al 75) cuando el movimiento obrero uruguayo toma decisiones trascendentes, miembro del Ejecutivo del Partido Comunista  del Uruguay, luego muchos años en el Penal de Libertad. A su salida viaja a Cuba donde tiene familia, se queda algún tiempo y vuelve, siempre con su compañera Betty. Después de esa vida y con años en la espalda aquí lo tenemos. Fresco y lúcido y en la lucha. ¡Que ejemplo!. ¿VERDAD, QUE SE PUEDE ?        VALE 

Rafael J. Bega (Turco)

 
“APROXIMACIONES A LA CULTURA POLÍTICA DE LOS URUGUAYOS”

Con este título publica Búsqueda del 24/6 un artículo de Hebert Gatto, que merece ser comentado.

El articulista, que es un fino analista y buen escritor, sin duda, arranca con los datos de una encuesta, de las tantas que nos han inundado últimamente, y que dice que “... dos tercios de los uruguayos creen que en su país la riqueza ya existe y que sólo es un problema de distribuirla mejor, y la mitad de ellos considera que la competencia económica supone un comportamiento agresivo que revela lo peor de las personas”. Y luego de agregar “que con ello colocan al país en el lugar 68 entre los 72 encuestados al respecto” (¡peor que en el fútbol, lo que ya es decir!), se explaya en una serie de consideraciones que lo conducen a afirmar que “conforman un siquismo nacional aferrado al estatismo paternalista, a profundos temores a la novedad, a la idea que el devenir no se construye sino que sobreviene”.

O sea que una clara percepción que los uruguayos tienen de su país, y la presencia de valores éticos tan profundamente humanistas y solidarios opuestos a la lógica selvática de la ley del más fuerte, que debiera enorgullecernos, son para Gatto señales del “temor a la novedad, búsqueda de la protección estatal, etc.” Conservadurismo, en una palabra.

Bueno, que el Uruguay es un país rico está fuera de discusión, me parece. Hace un montón de años, un compañero de trabajo decía, cada vez que hablábamos de bajos salarios, de lo caras que estaban las cosas, de los “pueblos de ratas” (¿se acuerda Gatto que vieja es la miseria en este bendito país?), y todo eso, concluía con una tesis cuya demostración sobraba por obvia: “¿Saben que pasa.? Que en este país hay mucho y mal repartido”. Y ahí arrancábamos con otra rueda de mate.

Porque el Uruguay es un país rico, ¿quién puede dudarlo? Un territorio fértil, un clima templado, una red hídrica excepcional, ausencia de cataclismos meteorológicos, acceso al mar, y tal vez su mayor riqueza, una población con un buen nivel de instrucción, con aptitudes laborales excepcionales y con valores morales hondamente arraigados (de los que se lamenta el articulista). Así era, por lo menos, cuando “filosofábamos” entre mate y mate.

¿Qué es lo que pasaba, y sigue pasando, entonces? ¿Cómo explicar los pueblos de ratas en los 40, los cantegriles en los 60, los asentamientos en los 90? ¿No será verdad, al fin, aquello de “que hay mucho y mal repartido”?. ¿Cómo explicar, si los uruguayos son excelentes trabajadores, que tengan que emigrar para trabajar, o que tengan que vivir a base de comedores, ollas populares, o la caridad?. ¿Es que no hará falta, al fin, un Estado que sea capaz sí, de planificar el desarrollo, de combatir los abusos del egoísmo deshumanizante que la pura competencia económica provoca?.

 En estos años la crisis golpeó duro, durísimo, y entendámonos, golpeó sobre los pobres, abatiendo o haciendo desaparecer su salario, condenándolos a engrosar los asentamientos que crecieron como hongos después de la lluvia, generando el horror de la desnutrición infantil. Cabe preguntarse, ¿pasó eso “porque no son emprendedores, por su temor a la novedad”, o porque media docena de banqueros, ellos sí emprendedores, que sí “creen que el devenir se construye, no sobreviene”, vaciaron el sistema financiero?

Pero además en estos años difíciles hemos asistido al espectáculo maravilloso de la solidaridad popular, gestionando y sosteniendo materialmente comedores, merenderos, contribuyendo a cuanta colecta se pudo organizar, y no sólo en el ámbito de las zonas de indigencia, también aportando a las escuelas especiales, a los asilos de ancianos, a los albergues para quienes duermen en la calle, en fin, sustituyendo a un Estado al que no se le reclama “paternalismo” sino el cumplimiento de sus deberes más esenciales. Y este espectáculo maravilloso (y que hermosa palabra es la palabra solidaridad) ¿no responderá a esa creencia de los uruguayos de “que la competencia económica supone un comportamiento agresivo que revela lo peor de las personas”? ¿Será que buena parte de los uruguayos no han sido contaminados por el individualismo feroz que se esconde detrás del concepto de que para ser alguien hay que ser “exitoso” que se predica en ciertas escuelas, y conservan en cambio el amor por el semejante, aquella cosa tan sencilla de darle una mano al que la necesita?.

Yo no sé sobre que principios éticos fue confeccionada esa tabla de países que menciona Gatto, que nos ubica nada más que tres lugares sobre el último. Pero debiéramos congratularnos. Sólo 4 países nos sobrepasan, en 72, por defender principios tan nobles y tan justos como una equitativa distribución de la riqueza, o como la solidaridad en contraposición al egoísmo, al “comportamiento agresivo” que brota de la competencia económica. Alabado sea, ojalá no cambiemos nunca.

 A mi no me basta que Gatto desnude las lacras del capitalismo de la manera tan lúcida que lo hace. No es posible que después de conmovernos con todo lo que dice, y lo que dice es verdad, nos llame a la resignación diciendo que ...”Lo cierto es que pese a tantos horrores, hasta ahora, no hemos sido capaces de generar una alternativa que lo sustituya”, que “...nada tiene la Humanidad disponible, como estructura social y forma de organizar la producción de bienes materiales y simbólicos, que reemplace con ventaja al capitalismo”, y que sólo nos llame a intentar “...humanizar el capitalismo y aplanarle sus picos más agresivos...”.

¿Será eso posible? ¿Después de todo lo que Gatto describe  es posible humanizar un sistema que se comporta de una manera tan horrorosa, y no porque responda a un deliberado sentimiento de crueldad, (los modos de producción ya sabemos que no responden a sentimientos), sino porque la regla de oro en la que descansa, la de la máxima tasa de ganancia, le impide ser de otra manera?.

Pero bueno, aceptémoslo. Trabajemos, con gobiernos progresistas, que por suerte van abriéndose paso en la región, y ojalá también en nuestro país, aún con todas las dificultades imaginables, hacia tales objetivos, porque si algo se puede hacer para mejorar la suerte de nuestros pueblos ello “no admite la menor demora”, como ya aprendimos desde el banco de escuela.

 Sin embargo, sigamos trabajando por construir alternativas, y no se prive Gatto de ese esfuerzo. Es cierto, ha habido intentos fallidos, muchos, pero no es cierto “que nada tenga la Humanidad  disponible, como estructura social y forma de organizar la producción de bienes materiales y simbólicos, que reemplace con ventajas al capitalismo”. No es cierto. Casi desde los orígenes del capitalismo, desde la Utopía de Moro, pasando por las comunas de Owen, el falansterio de Fourier, las ideas de Saint Simon, el socialismo científico de Marx y Engels, los comuneros parisinos de 1871, la revolución rusa de 1917, los hombres no se han resignado a la eternidad  de un sistema social que como se desprende de lo escrito por Gatto amenaza con arrasar con el planeta y con la vida., y han generado un mundo de ideas y de práctica social, que son mucho más que nada, para intentar superarlo.

Puede parecer un empecinamiento insensato, pero en todo caso es preferible a la resignación, porque por lo menos, significa que habrá todavía hombres que se pasen de unas generaciones a otras el fuego libertario de Prometeo.

 Wladimir Turiansky.

 

 

 

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José Gervasio artigas -primer jefe de los orientales-