Tomamos de Facebook (atrevidamente) este artículo, 5 de enero de 2016.
No compartimos sus conclusiones, pero si parte de sus premisas, que a su vez son inquietud de muchos frenteamplistas y reflejan un sentimiento colectivo. Es necesario comprender que muchos compañeros tomarán ese camino, si no somos capaces de retomar el sendero de los cambios, para, por, y sobre todo, con el pueblo.
En fin, es importante y urgente debatir este tema.
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El Frente Amplio nació hace cuarenta y pico de años, en un mundo y un Uruguay muy diferentes a los actuales. Nació con la pretensión de ser la fuerza aglutinante de los izquierdistas uruguayos, es decir de aquellos uruguayos que consideran que las desigualdades sociales no son fenómenos naturales ni frutos de un orden espontáneo con el que es mejor no interferir, y que el estado debe tomar parte activa en su -por lo menos- atenuación.
Por supuesto que lo anterior no es una definición adecuada de “izquierda”, pero es una caracterización suficiente y funcional para mis propósitos, que no van más allá de hablar del FA. Esa fuerza logró la convergencia electoral de gentes y grupos en un amplio espectro ideológico -para hacerse una idea, los había inspirados por Marx y también por León XIII-.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que esto sucedió en medio de la Guerra Fría, y con un importante grupo guerrillero izquierdista en acción, el MLN-T. El FA, desde el principio, rechazó la vía de las armas y optó por la electoral (el MLN ingresó al FA en 1989, más de 15 años después de su última acción guerrillera) y, por supuesto, debió confeccionar un programa para las elecciones de 1971. Ese programa, visto hoy, parece increíblemente radical. Si a alguien le interesa leer in extenso las 30 primeras medidas que prometió el FA en agosto de 1971, puede hacerlo siguiendo el link  y si no le interesa tanto detalle, basta que sepa que se proponían cuatro medidas fundamentales que eran: a) Reforma Agraria, b) Nacionalización de la banca privada, c) Nacionalización de los principales rubros del comercio exterior, y d) Enérgica acción industrial del Estado, incluyendo la nacionalización de la industria frigorífica.

En realidad, los tiempos daban para propuestas radicales. Nuestro compromiso con Usted, el programa del candidato nacionalista Wilson Ferreira Aldunate, también propugnaba una reforma agraria.
Ambas propuestas fueron derrotadas y el vencedor fue el candidato colorado Juan María Bordaberry, quien un par de años más tarde se recibiría de dictador.
Ahora bien, ¿cómo llegó el FA a ese programa? Yo no estuve allí, ni conozco ningún trabajo histórico sobre su confección. Pero es seguro que se llegó a través de una negociación en la que todos, desde democristianos hasta comunistas, lograron algo y cedieron algo. Pudieron encontrar un núcleo al que podían defender y lo impulsaron. Y forjaron una herramienta que a la prueba está, desde el punto de vista electoral, se ha mostrado muy exitosa.
El programa actual del FA no tiene mucho que ver con el original, de 1971. Es algo obvio, pero es interesante pensar sobre las razones que han llevado a eso. La primera está esbozada al inicio de este escrito: el país y el mundo han cambiado. Eso puede justificar el cambio, pero difícilmente pueda justificar el sentido del cambio.
Yo tengo para mí que uno de los objetivos que guiaron los cambios en el programa, fue el de ampliar la base electoral del partido. Esto es muy natural, normalmente los partidos intentan ganar las elecciones (la única excepción a esta regla que conozco es el Partido Colorado en los últimos diez años).
La base electoral no podía ampliarse moviéndose ideológicamente hacia la izquierda, porque lo que allí quedaba eran los grupúsculos delirantes que podían aportar diez mil votos con suerte, y en ese movimiento se arriesgaba perder los sectores más centristas integrados al FA. Por eso, en una historia complicada que supo ver desgajamientos (la ida de la 99, que había sido la lista más votada en 1984 marcó un hito fundamental, mostrando que el futuro electoral de los autoexiliados del FA es durísimo), el partido se fue aproximando a posiciones más moderadas, y efectivamente, ayudado por los desastres sucesivos de los partidos tradicionales en los gobiernos, y la aparición de un desconocido llamado Tabaré Vázquez que ha mostrado ser el político uruguayo más hábil de los últimos 30 años, fue ampliando su base electoral.
Este corrimiento progresivo al centro debía lograr un punto de equilibrio. Desde el punto de vista teórico o doctrinal, quedó en algo que llamaré “socialdemocracia”. La socialdemocracia, como la entiendo aquí, es la parte de la izquierda que dice algo como “Dejémonos de locas pasiones revolucionarias y aliémonos con esa parte de la burguesía que en su acción típicamente capitalista, hará progresar a la sociedad. Ellos están detrás de la creación de riqueza, nosotros les aseguramos las condiciones para ello, e intervenimos en un sentido igualitario en la economía”. O, mucho más sencillamente dicho, con esa genialidad que tiene Mujica para resumir conceptos complicados, la izquierda que quiere “un capitalismo bueno y humano”.
Y aquí aparecen dos factores que yo entiendo están en la raíz de la profundísima crisis del FA.
El primero es que una vez llegado al gobierno, y puesto a socialdemócrata, eligió desastrosamente la parte de la burguesía con la que aliarse. Quizá no haya sido culpa totalmente suya, quizá la burguesía nacional no tiene una parte tendiente al desarrollo. Pero en ese caso, se debió haberlo advertido antes. No quiero profundizar en esto nombrando gente como los integrantes del Espacio Celeste, cuya sola existencia debió ser una señal evidente de que el barco había perdido anclas y se iba al diablo, o las relaciones pornográficas con López Mena, quien muy bien les pagó sus favores. Basta señalar que luego de diez años de bonanza económica, el país carece de las obras estructurales que hubieran podido efectivamente impulsar el desarrollo. Puentes, carreteras, puertos, trenes, todo está aun por hacerse. Y de la educación mejor no hablar. Todos estamos de acuerdo en que, ya sea para trabajar o para ser ciudadano o simplemente para ser libre, es necesario leer de corrido y saber si ⅔ es mayor que ⅓. O sea, como socialdemócratas han sido muy malos, tirando a pésimos, y su pecado fundamental es no haber hecho una sola obra perdurable, algo que la muy probable reacción de la derecha no pueda volar de un plumazo como está pasando en estos días en Argentina.
El segundo es que esa ubicación socialdemócrata no conformó a todos. El FA tiene grupos de muchísimo peso que hace años vienen anunciando, impulsando, rogando, augurando, “un giro a la izquierda”. Giro a la izquierda que a esta altura es una tomadura de pelo y nadie que tenga los sesos en el lugar ve cercano. Esto ha generado no solo las cartitas absurdas entre Astori y Mujica y los palos a Sendic desde el astorismo, sino los propios problemas de ANCAP, que según entiendo, no se explican únicamente por impericia de sus directivos, sino por seguir erráticamente dos concepciones diferentes acerca del adecuado manejo de las empresas públicas. Y más aun, la parálisis general de los gobiernos del FA se debe a ese tironeo errático. En el primer gobierno, logró introducir reformas con amplios consensos en la interna, pero una vez puesta esa base, no le salió ni una y todo lo importante se discute hasta las calendas griegas. Así se termina votando el día antes de la prescripción de los delitos cometidos en dictadura, o el primero de enero con algún diputado traído de los pelos desde sus vacaciones en Cuba.
Entonces, ¿cómo se sale de esto? Mi respuesta es: probablemente no se salga, si no se sale del FA. El FA ha gobernado en dos períodos entregándole el manejo económico a los malos socialdemócratas. A esta altura, la existencia de quienes sueñan con el giro a la izquierda es una piedra en el zapato del partido. No logran nada más que generar tremendas peleas internas, no pueden siquiera (y esto es muy fuerte) sacar de una buena vez a los militares uruguayos de Haití. En este tiempo el FA ha estrechado lazos con esa burguesía jodedora y prebendaria que ni siquiera le ha servido para sacarle las castañas del fuego cuando se estaban incendiando y que, como se dice en mi pueblo, los clavó como naranja pa’ muestra. Y amistades tan profundas no se rompen de un día para el otro. La permanencia en el FA de los profetas del giro a la izquierda los desprestigia, los obliga a subirse a carros en los que jamás hubieran querido verse y menos aun ser vistos. Cuando la gente se canse del FA, no hará distingos entre los que manejaron la pelota y los que reclamaban que se la pasaran aunque fuera un ratito.
Va siendo tiempo de empezar a pensar como futuro deseable uno que contemple una alternativa electoral de izquierda que nuclee, igual que en el 71, a aquellos que sin delirar, piensan que se necesita una herramienta eficaz para los cambios necesarios. Hoy por hoy, el FA no es esa herramienta. Y en tanto siga moviéndose en la dirección actual, se aleja cada vez más de serlo. La tragedia es que no la tenemos ni la estamos construyendo.