DISCURSO
PRONUNCIADO POR TABARÉ VÁZQUEZ, EN LA CEREMONIA DE DECLARACIÓN DE
FIDELIDAD CONSTITUCIONAL ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DEL PODER LEGISLATIVO
1°/03/2005
Señor Presidente de la Asamblea General; Señoras y Señores Legisladores;
Señor Presidente y Señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia; Señores
Presidentes y Jefes de Estado de países hermanos; Señoras y Señores Jefes y
miembros de delegaciones internacionales que nos honran con su presencia;
Señores Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas; Señores ex Presidentes de
la República Oriental del Uruguay, Doctor Julio María Sanguinetti, Doctor Luis
Alberto Lacalle; Autoridades nacionales y departamentales; Compatriotas
residentes en el país o en el exterior que siguen esta ceremonia a través de
los medios de comunicación; Señoras y señores:
De acuerdo al
pronunciamiento ciudadano del 31 de octubre próximo pasado y en cumplimiento
de lo dispuesto en la Constitución de la República, he realizado ante esta
Asamblea General la declaración de fidelidad constitucional que corresponde a
quien ha sido electo para ejercer la Presidencia de la República durante el
período de gobierno que hoy se inicia.
No es ésta una ceremonia meramente protocolar. Por el contrario, la
declaración de fidelidad constitucional no sólo da cuenta del mayor honor al
que puede aspirar un ciudadano en una sociedad democrática, sino que además
implica el mayor compromiso de aquel a quien la ciudadanía le ha confiado
responsabilidades de gobierno.
Pueden
ustedes estar seguros que seré vertical e integralmente consecuente con dicha
declaración.
Señoras y señores:
Esta es la
primera vez que hablo en este recinto y seguramente será la última.
Permítanme entonces compartir con ustedes algunas ideas que, expresadas aquí
y en estas circunstancias, adquieren una especial significación.
En primer
lugar, que no he venido solo. Llego a la Presidencia de la República junto a
cientos de miles de compatriotas que el pasado 31 de octubre se expresaron
soberana y democráticamente a favor de un proyecto de país mejor para todas
las uruguayas y todos los uruguayos.
En segundo término, que venimos de lejos.
Nos inspiran
e impulsan los principios de libertad, solidaridad e igualdad de oportunidades
para todos los uruguayos, tan presentes en el ideario de nuestro padre Artigas
y aún hoy tan plenamente vigentes.
Libertad,
porque la libertad es un impulso que no garantiza la felicidad humana, pero
asegura la condición humana. Libertad para ser felices, para ser
independientes y tener intereses privados; libertad para colaborar en la
construcción de un mundo donde a nadie se le estafe la oportunidad y la
ocasión de ser feliz. Sin libertad la igualdad es una caricatura y la vida no
tiene sentido.
Solidaridad,
porque ella es el mejor componente de la condición humana; aquella que nos
hace asumir al otro como un semejante y a todos como nosotros mismos.
Igualdad,
igualdad ante la ley pero también igualdad ante la vida. La igualdad como
derecho básico y como mandato ético.
Quiero
decirles también que aunque venimos de lejos queremos ir mucho más lejos aún.
Las naciones
no se construyen refugiándose en el pasado, ni resignándose al presente, ni
renunciando al futuro. Lo que hace apasionante a esta compleja pero hermosa
creación humana que es la sociedad democrática es que ésta nunca será
perfecta, pero siempre es perfectible.
No somos los dueños del pasado de nuestro país, pero tampoco somos ajenos al
mismo.
La fuerza
política que me honró con la candidatura al cargo que hoy asumo tiene raíces
más que centenarias, y su trayectoria, como las de los demás partidos
políticos del Uruguay, ha sido un aporte en la construcción del Uruguay de
nuestros días, que no es otra más que el Uruguay que las uruguayas y los
uruguayos hemos podido construir a lo largo de generaciones.
La historia no tiene fin, pero como la historia se construye también con
opciones cotidianas, quiero decirles además que tenemos el firme propósito de
recorrer ese largo camino que está ante nosotros junto a todas las mujeres y a
todos los hombres de este país.
Porque así
como las naciones se construyen entre todos, los cambios trascendentes también
han de involucrar a todos.
El gobierno
que hoy asume funciones tiene señas de identidad bien definidas y por cierto
que su accionar será coherente con los valores, los principios y las
propuestas que lo inspiran pues, entre otras razones, tal es la voluntad
ciudadana expresada el pasado 31 de octubre.
Pero,
asimismo, este gobierno será el gobierno de todos los uruguayos.
De todas las
uruguayas y de todos los uruguayos por encima de raza, edad, lugar de
residencia, identificación ideológica, credo religioso, filiación política o
condición social.
En tal
sentido, permítanme reiterar en esta oportunidad la especial trascendencia que
adjudico a los acuerdos en materia económica, exterior y educativa entre el
nuevo gobierno que hoy se inicia y los partidos políticos oficializados el
pasado 16 de febrero en este edificio sede del Parlamento Nacional.
Sería ingenuo
esperar de tales acuerdos efectos milagrosos. Pero sería necio desconocer la
significación de los mismos en tanto expresión de voluntad y compromiso
político de quienes los suscribieron, de quienes los suscribimos, para con la
República, para con la Patria.
Permítanme
decir también que, sin perjuicio de la importancia de tales acuerdos, el
gobierno que asume considera que los cambios que el Uruguay reclama y merece
no solamente necesitan un gran sustento político, sino que también requieren
sustento social, y que actuará en consecuencia.
En el mundo,
atrás, definitivamente atrás, quedan los tiempos de los gobiernos
pretendidamente iluminados y sustancialmente distantes; ahora los hombres y
las mujeres de este país asumen el derecho inalienable y la responsabilidad
inexcusable de ser los artífices de su propio destino.
Señoras y
Señores:
No ignoro el
contexto mundial, regional y nacional en el que asumo la responsabilidad de
gobierno que la ciudadanía uruguaya me ha confiado.
Soy, también,
plenamente consciente tanto de las dificultades, como de los desafíos, de las
posibilidades y las expectativas existentes en dicho contexto.
Creo que ante
esta realidad, en estas circunstancias y por una razón de elemental respeto al
pueblo uruguayo, a ustedes ya mí mismo, están demás los relatos
enciclopédicos, los análisis ecuménicos y las promesas ambiguas.
Sin embargo,
por esta misma razón considero necesario que en una línea de continuidad con
la declaración de fidelidad constitucional ya realizada, reitere mi compromiso
de trabajo.
Mi compromiso
de trabajar al extremo máximo de mis aptitudes, potestades y posibilidades en
la construcción de un proyecto nacional de desarrollo productivo y
sustentable.
Mi compromiso
de trabajar incansablemente por el Uruguay Social, Productivo, Innovador,
Democrático y Regionalmente Integrado que, como las caras de un poliedro,
conforman una única estrategia de país para todos los uruguayos.
Mi compromiso
de jerarquizar el Poder Legislativo que reside en esta casa como ámbito
representativo de la voluntad ciudadana, como organismo de control, como
espacio de debates pero también de acuerdos democráticos imprescindibles para
construir nación.
Mi compromiso
de respetar y apoyar al Poder Judicial en su condición de poder estatal
independiente y, al mismo tiempo, garantizar su independencia
económico-financiera.
Mi compromiso
de jerarquizar a los gobiernos departamentales tanto en su representatividad
ciudadana como en sus responsabilidades para con la ciudadanía.
Mi compromiso
de combatir implacablemente la corrupción y cualquier otra modalidad de
gestión desaprensiva del Estado.
Mi compromiso
de instrumentar políticas que ofrezcan a nuestra gente posibilidades de
trabajo decente.
Y en estrecha
relación con lo anterior, mi compromiso de promover políticas educativas,
científicas y tecnológicas que preparen a nuestros hombres y mujeres, y en
especial a los más jóvenes, para ese trabajo decente que es, al fin y al cabo,
la mejor política social y la mejor política económica que puede tener un
país.
Mi compromiso
de promover una política activa en materia de Derechos Humanos.
Reconozcámoslo: a 20 años de recuperada la institucionalidad democrática aún
subsisten en materia de derechos humanos zonas oscuras.
Reconozcamos
también que por el bien de todos es necesario y posible aclararlas en el marco
de la legislación vigente, para que la paz se instale definitivamente en el
corazón de los uruguayos y la memoria colectiva incorpore el drama de ayer,
con sus historias de entrega, sacrificio y tragedia, como un indeleble
aprendizaje para el mañana. Y con la verdad buscaremos que nuestra sociedad
recupere la paz, la justicia y, sobre todo, que el horror de otras épocas
nunca más vuelva a pasar. Nunca más, uruguayos.
Y
reconozcamos además que también hay mucho para hacer en materia de igualdad
racial, equidad de género, derechos del niño, derechos del niño, derecho a la
información, derecho a la cultura, derecho a un medioambiente seguro, esos
también son Derechos Humanos que hacen a la calidad de la democracia.
Mi compromiso
de escuchar a la gente, de dialogar con ella, de rendirle cuentas, de promover
una ciudadanía que potencie los derechos políticos, civiles y sociales de las
uruguayas y los uruguayos. En fin; mi compromiso de trabajar por los cambios
propuestos durante la campaña electoral y que la ciudadanía respaldó con su
voto.
Respaldo que
todos deben respetar, y que quien habla asume como un mandato.
Atrás,
definitivamente atrás, quedó el tiempo de los "mandatos presidenciales"
amnésicos respecto a la voluntad de sus "mandantes" y a las necesidades de sus
"mandatados" .
Prometimos
cambios y haremos cambios. Empezando por el gobierno mismo, en su actitud, en
sus acciones, fundamentalmente en lo que se refiere a la austeridad, el
respeto, el diálogo, la tolerancia y la modalidad de trabajo cotidiano.
Cambios
impostergables; cambios factibles; cambios responsables; cambios progresivos;
cambios entre todos y para todos, pero especialmente en beneficio de quienes
más los necesitan para alcanzar niveles de vida digna.
Señoras y
señores:
Permítanme
ahora hacer algunas referencias específicas.
La primera de
ellas, a los ilustres Jefes de Estado, representantes de gobiernos,
organizaciones de la sociedad civil y personalidades de países hermanos que
nos acompañan.
Gracias,
muchas gracias por vuestra presencia en un país en el que deseamos se sientan
como en casa y por acompañarnos en esta jornada tan trascendente para el
Uruguay.
Valoramos
vuestra actitud y corresponderemos a ella instrumentando una política exterior
independiente, de Estado y basada en:
· Primero, la
adhesión al Derecho Internacional y especialmente el pleno respeto a la
soberanía de los Estados; la defensa y promoción de los Derechos Humanos; la
solución pacífica de controversias; el principio de no intervención; la
autodeterminación de los pueblos; el universalismo en las relaciones
internacionales y la defensa y promoción de la democracia.
Y desde el inicio de nuestro gobierno debe quedar bien claro, lo decimos con
respeto, pero con la máxima firmeza: no toleraremos ingerencias externas en
nuestros asuntos internos; los asuntos, decisiones y problemas de los
uruguayos los resolvemos entre los uruguayos.
· Segundo, el
firme rechazo a todo tipo de terrorismo, a todo tipo de terrorismo, violencia
y discriminación.
· Tercero, el compromiso con el MERCOSUR y el carácter prioritario del proceso
de integración como proyecto político estratégico en la agenda internacional
del Uruguay.
Lo hemos
dicho muchas veces y lo decimos ahora una vez más: el gobierno que hoy asume
quiere más y mejor MERCOSUR.
Un MERCOSUR
ampliado, redimensionado y fortalecido que será a su vez una plataforma más
sólida para lograr una mejor inserción internacional tanto del bloque en sí
como de todos sus integrantes.
· Cuarto, sin perjuicio de lo anterior, desarrollaremos activamente nuestras
relaciones con todos los demás países latinoamericanos -todos, sin excepción
alguna- pues de todos nos sentimos igualmente hermanos por nuestra común
condición latinoamericana; aportaremos nuestra convicción y nuestra voluntad
para dar un nuevo impulso a las Cumbres Iberoamericanas, a la rápida y mejor
concreción del Tratado de Asociación con la Unión Europea, al mejor
relacionamiento con otros bloques regionales ya existentes o en formación, así
como al desarrollo de la cooperación sur - sur.
Nuestra
integración al mundo tampoco ignorará la relación con los organismos
financieros internacionales. También en este terreno, desde el cumplimiento de
las obligaciones contraídas por el país, promoveremos una relación de mutuo
respeto que tenga en cuenta las necesidades y el derecho al desarrollo de la
sociedad uruguaya en su conjunto.
En fin, la
política exterior del gobierno que hoy inicia sus tareas se nutrirá de las
mejores tradiciones que hicieron del Uruguay, en el pasado, un país respetado
por la comunidad internacional.
Respetado no por sus dimensiones ni su fuerza, sino por su actitud de
vanguardia y por su coherencia en la afirmación de principios éticos, de
derecho y de justicia, en la relación entre las naciones.
Rescataremos
ese legado y daremos prioridad a las Naciones Unidas como ámbito de afirmación
de la vigencia del derecho internacional y del multilateralismo.
Y en un mundo
lacerado por la desigualdad y el hambre, comprometemos todos nuestros
esfuerzos para que la Agenda del Desarrollo, que encuentra uno de sus
principales fundamentos en la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas,
sea preeminente frente a una Agenda de la Seguridad cuyos discutibles
resultados están a la vista.
Señoras y
Señores,
La segunda
referencia que quiero hacer está dirigida a tres sectores específicos de la
sociedad uruguaya: nuestros jóvenes, nuestras mujeres y nuestros compatriotas
que viven en el exterior.
A nuestros
jóvenes, no solamente porque son nuestro mejor vínculo con el futuro, sino
también -y principalmente- porque son ellos mismos. No tenemos la ridícula y
peligrosa pretensión de construir el futuro en nombre de los jóvenes, queremos
sí construirlo junto a ellos; queremos contar con sus esperanzas, con su
alegría y sobre todo con su rebeldía y su compromiso.
A las mujeres uruguayas, para quienes el "... no más deberes sin derechos ni
derechos sin deberes....", que en 1884 proclamara una trabajadora, lavandera,
llamada Mercedes, sigue siendo un objetivo que compartimos y asumimos.
Y a nuestros
compatriotas que viven en el exterior, porque la patria peregrina es
peregrina, pero sobre todo es patria.
Señoras y
Señores:
Entre las
muchas peculiaridades que presenta la historia de las naciones
latinoamericanas hay una especialmente trágica: la soledad en que murieron
tantos precursores de nuestra independencia.
José Artigas fue uno de ellos. Traicionado y derrotado en 1820, vivió exiliado
en nuestra hermana República del Paraguay, hasta su muerte en 1850. En cierta
forma ese exilio fue una larga agonía, una crucifixión de 30 años que Artigas
soportó en silencio, sin un lamento, sin un reproche.
Cuenta la
historia que alguien fue a visitarlo atraído por su pasado como Jefe del
Pueblo Oriental y Protector de los Pueblos Libres. Al recibirlo, el viejo
General le preguntó con una mezcla de tristeza y picardía: "¿... Así que mi
nombre todavía suena por allá ....?"
Señoras y
Señores:
Siento que no
puedo cerrar ésta intervención -seguramente la única que haré ante ustedes y
en este recinto- sin responder la pregunta de nuestro padre.
¡Por cierto
que su nombre "suena todavía" !!
Y suena
fuerte.
El nombre de
José Artigas nos impulsa y convoca.
Su ejemplo
nos inspira y compromete.
Y en nombre
de ese compromiso, al expresar ante ustedes mi fidelidad constitucional como
Presidente de la República, los invito desde mis sentimientos, mis
convicciones y mis responsabilidades, a trabajar juntos en la construcción de
un Uruguay donde nacer no sea un problema, donde ser joven no sea sospechoso,
donde envejecer no sea una condena.
Un Uruguay
donde la alimentación, la educación, la salud y el trabajo decente sean
derechos de todos y todos los días; un Uruguay confiado en si mismo; un
Uruguay que recupere su capacidad de soñar y de hacer sus sueños realidad.