El Chasque Nº 85
Julio Castillo
12/05/2023
Dentro de poco se conmemoran los 50 años de la heroica Huelga General llevada adelante por trabajadores y estudiantes en respuesta al Golpe de Estado encabezado por Bordaberry, Presidente de Uruguay, apoyado por los sectores oligárquicos del país, con el beneplácito de los sectores reaccionarios de los Partidos Tradicionales y las FFAA.
Sin pretender hacer un recuento de fechas y situaciones que llevaron a ese momento de quiebre en la historia del país, que cambió definitivamente y radicalmente la vida de los uruguayos, queremos destacar algunos conceptos.
El Golpe de Estado se inscribió en el marco de la estrategia global del capital para dar respuestas a su crisis y dificultad para lograr mayores niveles de rentabilidad y ganancias. Para eso fue necesario derribar leyes y destruir a las fuerzas populares y democráticas que se le oponían y dar paso, a sangre y fuego, al neoliberalismo y por ende, al saqueo sin límites y control alguno de las riquezas de nuestros países asegurando así, para los intereses de EEUU el llamado “patio trasero”.
América Latina fue envuelta en un largo período de oscuridad. Chile, Argentina, Uruguay sumado a Brasil y Paraguay sufrieron una represión sangrienta ejecutada por el Plan Cóndor dejando una larga estela de asesinados y desaparecidos. Un plan pensado y organizado para liquidar en forma sistemática toda forma de oposición a los planes de saqueo del capital financiero junto a sus socios locales.
En Uruguay esta ofensiva a manos de las clases dominantes y del imperialismo yanqui apuntó a destruir las fuerzas opositoras y democráticas que avanzaban en un frente social, político y popular, cuestionando fuertemente las políticas antipopulares y represivas del gobierno de Bordaberry.
Esta situación dejó al descubierto el agotamiento de un modelo de país, de una democracia que ya no cumplía su función ni estaba acorde a los intereses del gran capital y sus representantes. La oligarquía toma en sus manos la conducción del gobierno, desplazando a sus representantes de los Partidos Tradicionales. Estos pierden definitivamente el tren de la historia ante la incapacidad de dar respuestas a las necesidades y a las condiciones de vida de la gran mayoría del pueblo. Fue así el fin de un ciclo, de un período que comenzó con el asesinato de Liber Arce, una burguesía nacional que mostró ser entreguista y sus partidos políticos traidores y sumisos a los designios de la oligarquía y el gran capital.
Más allá de discursos rimbombantes en el Parlamento, los Partidos Tradicionales en definitiva le hicieron el juego a la oligarquía y a los sectores fascistas de corte golpistas. Votaron la ley de guerra interno contra un enemigo inexistente, empujando al ejército en la tarea de reprimir y frenar el descontento popular, preparando así las condiciones para el golpe de Estado. Los partidos Tradicionales y sectores democráticos de la propia burguesía nacional prefirieron sacrificar la democracia en el altar del fascismo, dándole así la espalda a su pueblo. Ese accionar demostró una vez más el miedo terrible que le tienen al pueblo organizado exigiendo soluciones a sus problemas y haciéndose cargo de su destino.
Quienes salieron nuevamente al rescate de la democracia fueron los trabajadores y estudiantes al momento de decretar la Huelga General contra el golpe de Estado, mostrando de esa forma la responsabilidad histórica y la madurez de los trabajadores y de su CNT, así como la FEUU y el movimiento popular en general. Fue un acto político por excelencia, mostrando el nivel de consciencia del movimiento popular. No fue un acto espontáneo. Fue actuar de acuerdo a lo establecido como un principio inclaudicable definido en el primer Congreso del Pueblo que implicaba responder y defender las instituciones democráticas ante los ataques autoritarios y golpistas.
Decía José Pepe DElía, 9 de abril de 1965: “Nuestro pueblo sabrá de jornadas victoriosas, de lucha contra el privilegio y de defensa de principios y libertades democráticas”.
A su vez significó el despliegue de todas las fuerzas acumuladas hasta ese entonces producto de un largo proceso de lucha con la comprensión cabal del valor de la democracia y lo que estaba en juego para los destinos de la patria.
Queda señalar el carácter del Estado y su papel en el golpe. No es un Estado aséptico, por el contrario, responde a una clase dominante minoritaria que necesita de él para mantener los privilegios económicos y que hoy no se ha modificado; por el contrario contiene en sí mismo la serpiente que dio origen al fascismo.
Tras las reformas constitucionales se incorporaron una serie de leyes y cambios en el carácter de la República. Un mayor peso del Poder Ejecutivo y una serie de leyes para aplicar hacia la interna que aseguraran la continuidad de la clase dominante y el control de las clases subalternas.
El Estado uruguayo tuvo responsabilidad directa en el golpe.
Sanguinetti ha tratado de salvarlo y dejarlo afuera, señalando que el golpe es el resultado del “sesentismo”, sin embargo quien disolvió al Parlamento y eliminó las libertades publicas fue Bardaberry, Presidente del país por el Partido Colorado y directo responsable del Poder Ejecutivo. La propia burguesía y sus partidos hicieron estallar la democracia liberal y republicana en mil pedazos sobre la base de la aprobación sistemática de un conjunto de leyes represivas y medidas pronta de seguridad que la debilitaron y fortalecieron la injerencia del ejército en la vida política del país. El Estado liberal burgués y republicano dio paso al Estado represor y fascista. Y esta historia aun no ha terminado.
Actualmente nos gobiernan los sectores ultra conservadores, ayer propulsores del golpe de Estado y hoy impulsores de leyes regresivas y antipopulares. El herrerismo unido a fuerzas nostálgicas de la dictadura, negacionistas de la tortura y la desaparición forzada, del asesinato y el robo, tienen representación en el gobierno a través de Cabildo Abierto. El peligro del fascismo esta latente.
Por eso hacemos un llamado a la memoria y a participar el 20 de mayo en la marcha del silencio. Nunca más terrorismo de Estado.
HOY
A la luz de los nuevos acontecimientos históricos vuelve a estar presente la batalla entre democracia o fascismo, entre democracia o barbarie. Como un “déjá vu” Europa vuelve a marchar al sonido peligroso del neo fascismo. Italia, Hungría, Ucrania, Polonia, Francia, etc. Esa fascistización de la sociedad viene de la mano de la incapacidad y el fracaso de la socialdemocracia de dar respuestas a las necesidades y desafíos que presentan esos países. Principalmente la inmigración fruto de siglos de colonización sobre los países africanos.
La ultra derecha ya no necesita derribar nada, coloniza los sistemas democráticos y los utiliza para acceder al poder. Lo vimos en Brasil, ahora avanza nuevamente en Chile, en Argentina surge un Milei, Uruguay con Cabildo Abierto y el propio Herrerismo como las fuerzas ultra conservadoras impulsando una ley reaccionaria, refundacional y antidemocrática como ser la LUC cuyo objetivo es establecer nuevas normas que beneficien al gran capital financiero y a los grandes consorcios agroindustriales criminalizando todo intento de oposición.
Nuevamente la lucha por la democracia es determinante y junto a ella están los trabajadores y las fuerzas populares.
Pero es necesario establecer que no alcanza con restaurar lo destruido por las hordas reaccionarias o simplemente resistir.
Para que la historia no se repita es fundamental avanzar a un nivel superior como sociedad, ingresando en un proceso democrático radical y popular que “ponga al pueblo a gobernar y derrote a la élite económica que representa un 10% del país”. Es central promover la más amplia unidad para derrotar a esa minoría dueña de la riqueza del país desplegando un programa que de respuestas a las necesidades actuales y a los nuevos desafíos que tenemos por delante. Un programa que lo impulse la amplia mayoría del pueblo y cuyo objetivo principal sea ponerle fin a la gran concentración en manos extranjeras y de sus socios locales de la riqueza creada por los uruguayos, derrotando definitivamente el hambre y la pobreza, construyendo una sociedad humana, digna, solidaria y con justicia social.
Donde la pública felicidad deje de ser un sueño artiguista y pase a ser una realidad.